Sociedad
18/07/2014 | 11:25 | El centenario alojamiento ya no se usa como tal y se convirtió en museo. Conserva su esplendor a pesar del paso de los años. Entrá y mirá las fotos.
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El Edén, esplendor de un ícono de La Falda (Informe de Celeste Benecchi)
El Hotel Edén de La Falda ya no funciona como tal, pero sí como museo.
Actualmente queda un pequeño sector para alojar pasajeros.
Se trata de una posada boutique con 11 habitaciones y que se montó sobre el viejo obrador en el que vivían los obreros que trabajaron en la construcción del hotel.
Para alojarse allí, cuesta $650 la habitación doble con desayuno (en temporada alta) y $450 la habitación doble con desayuno (en temporada baja).
La centenaria construcción conserva su esplendor, sus 100 habitaciones, sus dependencias, parques y algunas obras de arte que se salvaron del abandono de 25 años.
En ese cuarto de siglo manos anónimas y no tanto, arrasaron con todo lo que tenía el hotel, desde el mobiliario, hasta grifería, vajilla, espejos.
Lo poco que se pudo rescatar se hizo gracias a la decisión de un grupo de empresarios de La Falda que decidió que el Hotel Edén debía preservarse.
El hotel fue ideado para alojar a las familias adineradas de Argentina y Europa.
El Hotel fue terminado en 1898 y entonces contaba con dos plantas, salones amplios, 100 habitaciones y 4 baños por planta.
Las remodelaciones de años posteriores llevaron a que el edificio contara con 38 baños, un salón comedor para 250 personas y un comedor auxiliar para niños y personal doméstico, un salón para fiestas, sala de lectura, dos jardines de invierno, bar, galería cubierta y dos balcones desde los que se apreciaba el parque donde se exhibe una fuente de mármol con una estatua de león a cada lado y los miles de árboles traídos desde Europa.
Por allí pasaron grandes personalidades entre ellas Albert Einstein durante su visita a la Argentina.,
Se abastecía completamente solo; contaba con usina eléctrica propia, calefacción central, talleres, quinta y corrales para el abastecimiento y procesado de todos los alimentos que se consumían.
Allí trabajaba un ejército de personal de servicio que día y noche subía y bajaba escaleras para satisfacer las necesidades de su exigente clientela.
Actualmente se puede recorrer como museo y volver a respirar el aire de esplender del que supo gozar .
Informe de Celeste Benecchi