Descubrió que tenía un tumor cerebral porque olvidó una canción de Taylor Swift

Una mañana de febrero de 2024, Hannah Ireland Durando, de 24 años, notó un cambio inesperado en su mente. Mientras conducía hacia su trabajo, intentó cantar su canción favorita de Taylor Swift, "Haunted (Taylor’s Version)", pero al llegar al coro, su mente se quedó en blanco. “Estaba en el auto, cantando como siempre, y de repente no recordaba la letra”, relató Durando a South West News Service (SWNS). Este olvido fue solo el inicio de una serie de síntomas que alteraron drásticamente su vida. 

Originaria de Winston-Salem, Carolina del Norte, Hannah se consideraba una “nerd extrovertida”, apasionada por el universo Marvel, las reuniones con amigos y las noches de películas. Sin embargo, desde aquel día, su entusiasmo por la vida se desvaneció. “Me convertí en alguien sin emociones, solo quería estar en la cama”, compartió a SWNS. El cansancio extremo y la apatía fueron los primeros signos de que algo más serio estaba afectando su cerebro. 

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A pesar de recibir tratamiento por ansiedad, sus emociones comenzaron a descontrolarse y los dolores de cabeza se volvieron frecuentes. Durando visitó a varios médicos, pero se sintió “completamente ignorada”. “Me dijeron que era normal en mujeres tener dolores y que empeoraba con la edad”, explicó. Sin estudios ni seguimiento, se convenció de que esa nueva versión de sí misma era permanente.

En julio de 2024, durante un chequeo de rutina, los médicos le informaron que había aumentado 30 libras, pero sus síntomas más preocupantes —los olvidos y la apatía— no fueron atendidos. “Los médicos solo se enfocaban en mi género, edad y peso”, afirmó Hannah. Un mes después, mientras trabajaba, sufrió una crisis repentina: sintió un dolor agudo en el oído izquierdo, su visión se tornó amarilla y, según sus palabras, “sentí que me estaban estrangulando antes de caer al suelo”.

La caída en agosto llevó a los médicos a realizar una tomografía computarizada. El primer diagnóstico fue un posible tumor cerebral que presionaba su lóbulo frontal izquierdo, una zona relacionada con la personalidad, la memoria y el control emocional, según informaron SWNS y People. Sin embargo, tres meses después, en diciembre de 2024, el diagnóstico cambió: se trataba de un cavernoma, una malformación compuesta por vasos sanguíneos anómalos que puede causar hemorragias, convulsiones o accidentes cerebrovasculares. 

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Un cavernoma, según la organización Cavernoma Alliance UK, es una malformación de vasos sanguíneos que puede aparecer en el cerebro o en la médula espinal. Su forma se asemeja a una frambuesa y puede medir desde pocos milímetros hasta varios centímetros. Aunque muchos cavernomas son asintomáticos, algunos pueden sangrar internamente, lo que provoca síntomas neurológicos graves. El riesgo de reaparición es impredecible.

La ubicación del cavernoma de Durando, cerca de la zona de Broca, impide cualquier intervención quirúrgica debido al riesgo de afectar su habla y otras funciones cognitivas. Desde entonces, Hannah vive bajo estrictos cuidados médicos. Se somete a escaneos cerebrales cada tres meses y realiza terapia ocupacional para mantener su equilibrio. Utiliza una capucha para migrañas para aliviar el dolor al ducharse y toma baclofeno cada noche para poder dormir.

El diagnóstico trajo consigo una amenaza latente: debido a una hemorragia cerebral previa, tiene entre un 4 % y un 25 % más de probabilidades de sufrir otra. “Me dijeron que debía vivir con cuidado desde ahora”, confesó en entrevista con SWNS. Los días de fiesta y energía quedaron atrás, y ahora convive con el temor a un nuevo sangrado, a perder el habla o a no poder recordar a sus seres queridos. 

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Hannah desea que su diagnóstico sirva de ejemplo para otros. “Espero que nadie tenga que pasar por lo que yo viví y que esto inspire a más mujeres a defender su salud”, declaró a People. En su relato, denuncia el sesgo de género que, según ella, retrasó su diagnóstico durante meses. “Ojalá hubiera dicho algo antes, ojalá no me hubieran ignorado”.

Durante su proceso, su familia y su pareja, Tyler, entrenador de béisbol, fueron su apoyo constante. Mientras enfrenta una condición incurable y vigila cada signo de su cuerpo, repite un mensaje claro: que ningún médico vuelva a decirle a una mujer que sus síntomas son “cosas normales”.