Ástor e Indira sorprenden a todos con su talento musical

Pequeño gran talento

Aprendió a tocar el piano a los 2 años sin maestro y asombra

15/08/2020 | 12:51 | Ástor Martino Guzmán Bravo tiene 8 años y lleva el nombre del mítico compositor Piazzolla. Junto a su hermana, Indira -que lo acompaña tocando la batería y cantando- son furor en las redes. Mirá.

Ástor Martino Guzmán Bravo tiene 8 años, toca el piano con un virtuosismo inusual, desde que a los 2 aprendió las notas de manera autodidacta, y está llamando la atención de los medios que descubrieron el talento de este niño marplatense que admira a Chick Corea, Martha Argerich, Charly García o Fito Paez.

Carismático, cariñoso, muy caballero, respetuoso y con una sonrisa auténtica, Ástor, recibió a Télam en su casa del barrio Constitución junto a sus padres, Pablo y Irina, y su hermana Indira, de 6 años, que lo acompaña en su repertorio tocando la batería y cantando.

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Preparados para la entrevista, desde la entrada principal de la casa, se detecta la presencia de la música y de la curiosidad en ese hogar, cuando con su sonrisa picarona, Ástor e Indira reciben a esta agencia y enseguida quedan fascinados por la cámara del reportero gráfico y quieren aprender a usarla en una secuencia que quedó registrada en la cuenta de Instagram del artista @astormartino.

Porque aprender es un juego y los hermanos Guzmán Bravo lo descubrieron precozmente: "Desde chiquito, Ástor es muy observador, siempre mira y pregunta todo. Quiere saber desde cómo son los átomos, hasta cómo se construye un edificio", cuenta Pablo, su papá, mientras el pequeño talento marplatense protagoniza una serie de retratos junto a su hermana.

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Ástor sabe que lleva el nombre de un legendario músico marplatense, "el gran Piazzolla", y en silencio, sin que nadie se lo proponga, se sienta en su butaca y comienza a tocar "Adiós Nonino" con una frescura innata.

"Desde los 2 años toco el piano, siempre me gustó y por eso ahora, en cuarentena, tomo clases virtuales con el profesor Germán Albarello que es payamédico", relata el niño, mientras reconoce que "antes no tenía profesor porque era muy chico".

"Nadie me quería dar clases y por eso empecé solito a tocar el piano, descubrí las notas sin tener que estudiarlas y así seguí", agrega el pianista de 8 años.

Ástor toca y además escucha música y, como todo artista, tiene sus referentes: "Mis pianistas favoritos son Chick Corea, Martha Argerich, Charly García, Fito Paez y Oscar Peterson. Mi sueño es tocar el piano en el rascacielos Burj Khalifa, de Dubái, o en un edificio bien alto de Mar del Plata para que toda la ciudad me escuche como si yo estuviera en el cielo".

El pequeño pianista marplatense manifiesta entre risas que, cuando sea grande, le gustaría transformarse en inventor y en arquitecto: "Con los ladrillos de encastre, siempre hago torres altísimas, edificios de varios pisos y hasta casas que algún día me gustaría construir en material para vivir de verdad".

En el medio de la charla, Indira se suma y relata también su propia historia: "Yo toco la batería desde los 3 años. Primero, hacía música con las ollas y, después, me compraron una chiquita y, más tarde, otra más grande como la que tengo ahora. Con esa acompaño a mi hermano mientras canto algunas de las canciones que hacemos juntos".

Indira dice que ama a los animales, tiene dos cobayos que se llaman Sambayón y Margarita –"están afuera porque hay visitas", aclara– y que, de mayor, le gustaría "ser veterinaria para cuidar a todos los animales del mundo", afirma.

Además de la fauna, de cantar y de tocar la batería, Indira tiene otros intereses: "Me gusta tocar la flauta, también el piano y soy escritora porque escribo cuentos infantiles", enumera y sale corriendo a su habitación para buscar una carpeta llena de relatos titulados "El gusano comilón", "El señor nube", "El tren" y "La lamparita embrujada", que comienza así: "Había una vez, una lamparita que estaba en la ventana y unos señores la compararon. Justo esa lámpara…".

La nena de 6 años considera que su vínculo con la literatura tiene un origen claro: "Creo que lo de escribir cuentos lo heredé de mamá porque ella, cuando lo conoció a papá, me contó que le escribía poemas y se los mandaba en cartas por correo, aunque los dos vivían a pocas cuadras", relata la baterista, que está ansiosa por seguir tocando.

A pesar de que están en plena edad escolar, Ástor e Indira no van a la escuela como el resto de los chicos: en cambio, son educados en su casa por sus padres y rinden libre los exámenes correspondientes a cada año, ya que la familia vive 6 meses en Cariló –donde tienen un local de alquiler de tablas de surf y bicicletas– y otros seis meses en Mar del Plata.

"A mi me gusta vivir en las dos partes: en Mar del Plata, porque tiene una arquitectura fantástica, y en Cariló, porque siempre tiene sus árboles extraños y su naturaleza que la hace más linda", detalla Ástor, mientras mira con atención el contador de minutos del grabador de periodista.

A los hermanos les gusta hacer deporte y alternan el atletismo con la natación, la gimnasia artística, además de la danza y el ajedrez: "Ahí en el club, hacemos amigos y siempre que nos juntamos nos piden que les toquemos alguna música, así que improvisamos el show para ellos", cuentan.

La lista de amigos es más amplia: "Tenemos de otros lados, las clases de inglés, de teatro y del coro de niños de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP), a donde llegamos hace dos años", comentan a dúo.

Mientras se lleva a cabo la entrevista, los hermanos Guzmán Bravo van y vienen sobre sus instrumentos donde suenan piezas de jazz, de rock, de tango y hasta un blues: "Gran parte del día, la pasamos tocando música y, cuando estamos en Cariló, vamos hasta la plazoleta, la glorieta o las galerías y tocamos para la gente que nos aplaude y siempre nos pide algún tema en particular", explica Ástor.

Para cerrar la entrevista, los niños ofrecen interpretar un tema a elección: ¿"Cambiar al Mundo", de Michael Jackson? Ástor no lo conoce, pero su padre la busca en Youtube y la proyecta en un televisor gigante que tienen en el living. El niño escucha la canción, se concentra, identifica los acordes y, en apenas unos minutos, está tocándola como si la conociera de toda la vida: una vida de 8 años.

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