"Toda la vida me ha gustado la música": habló la voz del Burrito Sabanero

Cada Navidad, “Mi burrito sabanero” vuelve a sonar en radios, casas y reuniones familiares de toda Latinoamérica. Lo que pocos saben es que detrás de esa versión infantil, la más popular y entrañable, hay una historia marcada por la ternura, las oportunidades perdidas y una vocación que nunca se apagó. El villancico, de origen venezolano, fue compuesto en 1975 por el maestro Hugo Blanco y grabado por un coro infantil que terminaría dejando una huella imborrable en la memoria colectiva.

La voz que inmortalizó la canción fue la de Ricardo Cuenci, un niño de apenas ocho años que integraba La Rondallita, un grupo infantil venezolano. Antes, la canción había sido interpretada por figuras como Simón Díaz y, con el tiempo, por artistas de distintos géneros y países, desde Juanes hasta Elvis Crespo. Sin embargo, fue aquella versión infantil la que conquistó al público. Hugo Blanco intuía que el espíritu del tema estaba en las voces de los chicos, y no se equivocó.

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El propio Cuenci contó en Siempre Juntos por Cadena 3 Rosario que su llegada al micrófono fue casi casual. Mientras otros niños grababan, él canturreaba el tema en un pasillo, sin pronunciar bien la “s” de “sabanero”. Esa espontaneidad llamó la atención del equipo y terminó convirtiéndose en la versión definitiva. El éxito fue inmediato y se expandió por todo el continente, aunque la vida artística del pequeño Ricardo no siguió el camino que muchos imaginaban.

Con el correr de los años llegaron propuestas para giras y presentaciones internacionales, incluso contactos desde Puerto Rico y versiones que eran dobladas por otros niños. Pero sus padres decidieron no autorizar los viajes, priorizando su cuidado y evitando que quedara solo siendo tan chico. Así, la posibilidad de una carrera artística —que incluso lo pudo haber acercado a fenómenos como Menudo— quedó trunca antes de despegar.

Hoy, con casi 60 años, Ricardo Cuenci vive en Venezuela, sigue cantando y sueña con grabar nuevas canciones navideñas. A pesar de que su voz suena cada diciembre en numerosos países, asegura no haber recibido regalías por aquel éxito mundial. Lejos del resentimiento, habla de lucha, de trabajo y de la esperanza de volver a abrir, esta vez de adulto, la puerta que la infancia dejó entrecerrada. Su historia, como el villancico, vuelve cada Navidad para recordarnos que detrás de las canciones más simples suelen esconderse las vidas más profundas.

Entrevista de Alberto Lotuf.