Sociedad

Yo soy del setenta

08/12/2011 | 18:02

Hoy se ha puesto de moda hablar de los años setenta y de los denominados “setentistas”. Todo el mundo se expresa acerca de la primera mitad de la década de 1970; incluso, hasta hay una agrupación de jóvenes que recién habían nacido o estaban en proyecto en eso tiempos, que se llama "La Cámpora”.

No tengo certeza si estos jóvenes saben exactamente quién fue Héctor J. Campora; seguramente lo conocen por las referencias de sus mayores o dirigentes políticos.

Pero yo soy de esa época. Yo tenía 20 años en ese tiempo y, como toda la juventud contemporánea, estaba motivado fuertemente por el retorno a la democracia y la recuperación de los derechos individuales y sociales.

Como la mayoría de los jóvenes, incluso muchos hijos de antiperonistas, creí con convicción que el retorno del anciano líder y la conducción del Estado, iba a devolvernos la bonanza, que también algunos mayores y dirigentes políticos de la época, nos habían transmitido.

Películas como La Hora de los Hornos u Operación Masacre fueron decisivas.

Todo lo que hizo el peronismo del 46 al 55 era bueno y lo que vino después, un desastre.

El que era peronista era bueno y el que no, malo.

Maniqueísmo que, con matices, se repite hoy.

Pero, ¿quién era Cámpora? ¿Era un revolucionario? ¿Un guerrillero, que arriesgó su vida en pos de la igualdad de clases? ¿Un dirigente combativo que luchó contra el dictador Juan Carlos Onganía? NO.

¿Estuvo preso en la década del setenta por enfrentarse férreamente a la dictadura militar como Tosco, Ongaro o Elpidio Torres? NO.

Entonces, ¿que hizo? Fue presidente de la Cámara de Diputados en los primeros gobiernos de Perón, un odontólogo de profesión nacido en San Andrés de Giles que era fiel al presidente y a Eva Peron, a niveles de obsecuencia (según cuentan contemporáneos como Antonio Cafiero).

¿Cómo llega a ser presidente de la Nación? El General Perón -que manejaba hábilmente el movimiento desde España-, les decía que sí a los Montoneros y a los más reaccionarios conservadores que quedaban de la primera etapa justicialista. Tenía como delegado personal, que cumplía sus instrucciones en el país a Jorge Daniel Paladino. Cuando este comenzó a negociar con los militares, más allá de sus mandatos, lo reemplazó por Cámpora.

Es decir, un odontólogo obsecuente, no muy combativo, que cumpliría estrictamente lo que el jefe le ordenara.

Alejandro Agustín Lanusse, por entonces jefe de facto del Estado, tuvo que llamar a elecciones contra su voluntad, por las presiones sociales de las cuales Perón no era ajeno.

Enemigo acérrimo del ex presidente, (estuvo preso en su gobierno), se las ingenió para incorporar una cláusula que le prohibía al General ser candidato.

Creyó que de esta manera lo debilitaba. Todo lo contrario. Perón se fortaleció y lo puso a Cámpora -es decir él mismo- de candidato. A tal punto era así, que la consigna era: “Cámpora al gobierno, Perón al poder”. Quien sería el primer mandatario de hecho, sería el líder del movimiento.

Eso era lo que él creía. Una vez que se ganaron las elecciones, Cámpora -un pusilánime al fin y al cabo-, cambió de amo. Comenzaron a manejarlo los sectores juveniles y más revolucionarios del peronismo.

Lo que él no esperaba era que su jefe no consintiera esta actitud, y entonces, luego de la masacre de Ezeiza, el odontólogo fue "extraído" del gobierno.

Es decir, un presidente peronista que solo duró un mes y pico en el poder.