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Día 5: Polémica en el VAR

18/06/2018 | 16:46 |

Los periodistas de Cadena 3, Gustavo Gutiérrez y Gustavo Vergara, analizan la práctica de este lunes del seleccionado argentino. Mirá el video y enterate de quiénes perderían la titularidad

Diego Borinsky

Pensemos en Alí Bennaceur. En el árbitro tunecino que no vio la mano de Maradona en el primer gol contra Inglaterra del Mundial 86. En realidad, en aquel momento muy pocos vieron la mano (Víctor Hugo Morales fue una de las excepciones y quedó inmortalizado en su relato). Había unas cuantas cámaras menos que ahora, tampoco tecnología supermotion con la que todos hoy nos creemos unos genios del arbitraje capaces de ver cualquier infracción en la quinta repetición.

Muchos intuimos que Diego había tocado la pelota con su puño: porque no podía saltar por arriba de la cabeza del ingenuo Shilton, y por el reclamo desesperado de los pobres ingleses, cultores habituales del Fair Play, al menos en el fútbol.

Bennaceur relojeó al asistente búlgaro BogdanDochev, quién falleció el año pasado, pero no encontró ninguna ayuda. “Siempre fui honesto, digan lo que digan de mí. Esa jugada me marcó para toda la vida, me acusaron cuando yo no era culpable”, declaró años después Dochev, quien no volvió a participar de un partido internacional desde aquel 2-1 de Argentina a Inglaterra.

Podríamos pensar en ellos y en tantos otros árbitros y asistentes que quedaron marcados por fallos escandalosos. Si fueron jugadas discutidas en diferentes épocas, imaginemos ahora, cuando por la cantidad de cámaras y el avance de la tecnología cualquier hincha o televidente es capaz de registrar el mínimo error con precisión de cirujano. No sólo pensemos en ellos, detengámonos en los jugadores que están en el campo, en la impotencia de sentir que te cobran algo que no es, o que no te cobran algo que es. Y el desequilibrio emocional que luego los afectará durante el resto del encuentro.

El VAR (Video Assistant Referee) no es la solución mágica para hacer perfecto el fútbol. Porque, entre otras cosas, el fútbol no es perfecto. No es una ciencia exacta. El VAR ha llegado al Mundial (ya lleva un par de años en competencias de distintas partes del mundo) para bajar la cantidad de injusticias. Estuve la semana pasada en Chile, en una charla muy didáctica, acompañada de imágenes, brindada por el exárbitro internacional chileno Enrique Osses, hoy a cargo de la formación arbitral en el país vecino (el Horacio Elizondo trasandino).

Expuso las estadísticas en los campeonatos donde se aplicó el VAR y la disminución de fallos equivocados, es decir, la corrección de equivocaciones, resultó sensible. Charlando antes de la exposición, de algún modo sintetizó la filosofía del VAR: “Goles de Maradona con la mano ya no habrá, se buscan evitar los errores groseros, al menos en esta etapa”. También resaltó que la intención no es apelar al VAR a cada instante, sino hacerlo en situaciones realmente necesarias, cuando el juez no está seguro.

Vayamos a un par de ejemplos. Hoy, el árbitro salvadoreño Joel Aguilar no vio un claro penal de un futbolista coreano sobre uno sueco. Porque no estaba bien posicionado, porque lo tapó alguien o porque no vio el impacto de una rodilla sobre un pie o porque creyó que el sueco había simulado. Fuera por la razón que fuera, no la vio, e hizo el gesto de “siga, siga” mientras en una oficina con más de 30 cámaras, 4 hombres que conocen de reglamento notaron la infracción. Y se lo comunicaron.

Como hasta que la acción termine y no se reanude, el juez puede cambiar su decisión, aceptó la sugerencia. No cobró penal directamente, sino que se acercó al monitor y revisó la acción, como en ese mismo instante hacían millones de personas en todo el mundo. Lo único que se le brinda al árbitro es la chance de ver lo que todos ven. Se dio cuenta de que la infracción era nítida y pitó el penal. Es decir: se valió de la tecnología para evitar una injusticia. ¿Cómo se hubieran sentido los futbolistas suecos de no haber existido el VAR si luego el partido concluía 0-0 o con victoria para los coreanos?

En Francia-Suecia ocurrió una situación similar (un juez que no ve una falta dentro del área y es advertido por los hombres del VAR), sólo que la falta al futbolista francés parece inexistente. Sin embargo, luego de ver la acción en el monitor, el juez consideró que era penal. Pero ese no es un problema del VAR, sino de apreciación del árbitro. Un aspecto que es imposible eliminar, porque los árbitros son personas, no máquinas. Y porque el juego ofrece estos matices.

Algunos habrán visto penal en esa acción, otros no. Convengamos que pasa con la mayoría de los penales: son muy pocos los que provocan una unanimidad (o al menos un 80 o un 90 por ciento de acuerdo) en si fue o no fue. A simple vista, la de Pavón ante Islandia pareció penal, pero en una mirada final con la cámara desde atrás de Pavón se ve que chocan los pies del delantero argentino y el defensor islandés y no parece haber falta. El juez sintió que estaba lo suficientemente cerca y lo suficientemente seguro de no ver falta (como hace instantes el colombiano Roldán vio el codazo de un inglés sobre un tunecino que terminó en penal para los africanos), y por eso no acudió al VAR.

Los penales son jugadas bravas. Ni hablar de las manos que los generan, que en los últimos tiempos no se juzgan sólo por su intención, sino por si “aumentan el volumen del cuerpo” o por si ocupan “una posición natural”. Ese ítem sigue siendo materia de debate. Antes no se cobraba casi ninguna mano; ahora se cobran casi todas. “Tendremos que seguir trabajando con la mano en el área, al final capaz que todas las que pegan en la mano se pitan penal como pasa con el pie en el hockey”, admitió Osses.

Hay otras situaciones que no admiten dudas. Los offsides, por caso. Allí es tecnología pura: el futbolista está habilitado o no. Hemos visto muchos goles convertidos en posición adelantada y otros anulados aunque el autor lo convirtiera desde una posición lícita. Allí, el VAR tendrá su participación y bajará la cantidad de injusticias (de hecho, ya está pasando).

Lo mismo con codazos o planchazos que no han sido vistos en primera instancia por el árbitro principal y que, luego de revisar las imágenes, se comprende que sí han sido faltas graves, que pueden dejar a un equipo con un hombre menos. En la exposición en Santiago de Chile, el VAR permitió la expulsión de Lautaro Martínez frente a Inglaterra en el Mundial Sub 20 por un codazo nítido que el juez no había visto. Se hizo justicia (aunque nos doliera).

En cuanto al funcionamiento del VAR, ya se sabe que los futbolistas no pueden pedir la revisión de una jugada. Luego, el ida y vuelta, del árbitro al VAR y viceversa es continúo, por algo tienen intercomunicadores. Le puede surgir una duda al juez principal o desde la sala de control le pueden avisar al árbitro que revise una jugada. Todo es válido. En cualquier caso, el que toma la decisión final será el árbitro del partido (salvo en casos de offside; para el gol-no gol, tiene el reloj que le vibra cuando la pelota traspone la línea).

Se trata de una innovación realmente revolucionaria, sobre todo porque incide en el ritmo del juego, y porque el fútbol ofrece un menú de múltiples opciones, por eso hace falta tiempo (y vivencias) para que termine de acomodarse el funcionamiento. Por qué sí, por qué no, por qué en este caso y no en aquel. Bueno, son preguntas que se irán aclarando con los partidos, pero mientras tanto, bienvenido el VAR, que seguramente determinará una baja sensible en la cantidad de decisiones injustas (y erróneas) que se toman durante un partido. Y que le permitirá vivir tranquilo, sin cargos de conciencia ni acusaciones injustas, a hombres como el tunecino Alí Bennaceur.