Todos en la chiquita

Nuestros políticos no paran de esquivar cualquier cita con la historia. No quieren saber nada con ninguna epopeya. Le arisquean a cualquier proyecto épico. Ante el riesgo de una hazaña prefieren una mediocridad tranquila.

Sobran los ejemplos. Ahí están los radicales, partidos en dos ni siquiera por un proyecto, sino por mezquindades y negocios que caben en un ascensor. Tenían un solo trabajo que hacer: permanecer unidos para defender los restos de República que viene dejando el cristinismo.

Para eso los votaron en lista sábana y para eso ganaron las elecciones. Pero algunos se creen que los votaron porque los confundieron con Winston Churchill. Y fallaron en lo único que tenían que hacer. Recién anoche, cuando llegaron las noticias al exoplaneta en el que viven, se deben haber dado cuenta del daño que provocaron.

En el gobierno también hay ejemplos. Secretarios de Estado y ministros les dan vueltas y vueltas al “temita inflación”. Y tras días de agitación toman la decisión más jugada en lo que va de la semana: la canasta navideña a precios congelados no tendrá garrapiñada ni turrón. En cambio, contendrá malvaviscos, junto a pan dulce, budín, sidra y un espumante.

Son los mismos funcionarios que generan la inflación, porque al fin y al cabo con algo hay que pagar los sueldos de Victoria Donda y todos los demás. Y esta gente se acostumbró a pagarlos emitiendo pesos sin respaldo. Pero se hacen los tontos. Y mientras esquivan terminar con la inflación, porque implicaría terminar con la demagogia, nos entretienen con la canasta navideña y las patas cortas de los Precios Cuidados.

Los ejemplos son infinitos. Ahora nos van a entretener con el pase sanitario. Cada gobernador está imprimiendo el suyo, lo cual contradice la idea misma de pase: si es un pase, tiene que servir en todas partes. Debería ser nacional, como propone la ministra Vizzotti. Pero mientras tanto todos van a aprovechar para entregarnos un papelito más. Eso les encanta. Es barato, no es complicado, nadie se opone. Y a ellos les permite mostrar que hacen algo mientras, por ejemplo, siguen sin mostrar el menor interés por revertir la pésima calidad de la enseñanza que expuso una prueba de la Unesco. Eso saltó fue la semana pasada. Pero nadie más habla del tema. Es que mejorar las escuelas es difícil. Mejor seguir repartiendo papelitos inútiles.

Son ellos; no todos, pero muchos de nuestros funcionarios y políticos: ante el menor riesgo de grandeza, optan sistémicamente por la modorra de seguir en la chiquita.