Internacionales

Refugiados Pret a Porter

14/09/2015 | 10:10

Vienen llegando a Europa desde hace décadas, desde diferentes puntos del planeta y utilizando casi todos los estados de la materia: por tierra, mar y aire.

Tienen, han tenido y tendrán un amplio abanico de razones para dejar su cultura de origen: políticas, económicas, religiosas, étnicas, generacionales, ambientales...

A veces inmigrantes, a veces asilados, o refugiados, son matices de un mismo problema.

No es una moda, no es oportunismo, es la angustia permanente del desplazado que siempre está ahí, a pesar de que sean noticia muy de vez en cuando.

Los argentinos también hemos formado parte de esa diáspora. Eso sí, poco representativos en el cómputo general, y concentrados mayoritariamente en períodos concretos: segunda mitad de la década de los 70, finales de los 80 y principios del nuevo siglo.

Menos que otros, los argentinos también hemos sido “Los nadie”, esa seca definición de Eduardo Galeano.

Ha sido un goteo constante de americanos, africanos y asiáticos que están cambiando y diversificando el tradicional fenotipo europeo.

Pero sucede ahora que la manejable acequia pasó a ser indómita riada, imparable, por más diques fronterizos que se eleven.

Y ese desborde humano, amplificado por los medios de comunicación y las redes sociales, sacude nuestra conciencia humanitaria como no se recordaba desde la II Guerra Mundial.

Cada uno de nosotros reacciona a su manera, unos como deben, otros como pueden. Por allá los oportunistas, que se espantan y reclaman en el fogonazo del momento para más pronto que tarde recogerse en su ovillo individualista. Por otros senderos van los militantes, permanentemente comprometidos más allá de las modas que promueven los focos mediáticos, los mismos que pusieron sobre nuestras mesas de desayuno el cadáver del inocente Aylan. Un icono de la desgracia y el sufrimiento que ablandó momentáneamente esa piedra que los gobernantes suelen tener por corazón.

Pero también asoman los inconcebibles, como Petra Laszlo, o los neonazis alemanes que incendian refugios para los que vienen del hambre y el terror.

No nos hagamos ilusiones, esta tragedia no acabará cuando cada país se haga cargo de la cuota de carne humana que le ha tocado.

Porque más allá del incierto futuro que les espera a estos “desgraciados con fortuna” que Europa ha aceptado, Siria, Libia, Eritrea, Afganistán, por citar algunos países, siguen desplazando el horror hacia nuestras fronteras. Incesantemente, al ritmo acompasado de las bombas, las torturas, los atentados, la privación de los derechos humanos, la barbarie...

Nos haría bien no perder esta perspectiva, por encima de las prioridades elegidas por los formadores de opinión.

Que los refugiados no sean el prendedor o la pulsera a tono de la nueva colección primavera-verano.

Un Pret a Porter de usar y tirar.

Y olvidar.