Deportes

Reflejos sociales del rugby y el fútbol

31/10/2015 | 11:47

El desempeño del seleccionado argentino de rugby en el Mundial de Inglaterra ha provocado un aumento notable de la atención de los medios y de la opinión pública internacional.

Los elogios al estilo de juego y a la entrega física y anímica de Los Pumas han sido numerosos en las últimas semanas, y no de cualquiera, sino de los expertos australianos, ingleses, neozelandeses, franceses e irlandeses, en fin, del centro de gravedad del rugby planetario.

Para quienes no somos forofos del XV, puede resultar extraño asumir los códigos y normas que rigen a uno de los deportes donde se produce más contacto físico, pero donde los comportamientos agresivos y los conflictos están menos extendidos.

En el rugby, la autoridad del árbitro es indiscutible e incontestable, el juego limpio, sin artimañas ni teatralizaciones. “Se empujan como canallas y se derriban como caballeros”, las faltas graves al adversario suelen recibir sanciones durísimas. Hace poco me enteré además que un equipo, por una norma no escrita, debe seguir atacando al contrario aunque le esté ganando por una gran diferencia, de no ser así podría ser considerado un menoscabo, una falta de respeto hacia los perdedores. La especulación entonces, tampoco tiene lugar. Todo ese espíritu también se vive en las tribunas. Aunque hay excepciones, justo es reconocerlo. Y luego queda el tercer tiempo, donde ganadores y vencidos olvidan resentimientos y renuevan amistades.

El contraste evidente llega desde el fútbol, especialmente el profesional, al que evitaré describir precisamente porque las diferencias con el párrafo anterior saltan a la vista.

Y no dejo de reconocer que hay otros deportes que también exhiben limpieza y actitudes edificantes, pero pocos pueden compararse en roce físico con el rugby, donde la hipótesis de conflicto siempre parece estar a punto del estallido violento.

El rugby argentino, además, está desarrollando una estrategia de crecimiento donde el ex apertura Agustín Pichot es uno de los referentes más activos, que ha reforzado a una cantera juvenil que nutre de nuevos talentos a Los Pumas, mejora los resultados internacionales en todas las categorías, crea expectativas razonables de medalla en el estreno del Seven como disciplina olímpica y atrae a los sponsors para cerrar un modelo de financiación que sostiene la incipiente profesionalización de este deporte.

Se me ocurre trazar un paralelismo entre los valores que emanan del rugby y los que se generan en el mundo del fútbol, trasladados a la situación de nuestra sociedad actual. Y esa traslación me anima a plantear una hipótesis que dejo plasmada para invitar al debate: desde el rugby nos llegan los valores y principios de la sociedad a la que aspiramos; el fútbol representa en cambio lo que realmente somos.