Internacionales

Preguntas tras la masacre en París

13/01/2015 | 11:47

París es considerada desde hace mucho tiempo la luz de Europa. Pero hace unos días, solamente se hizo visible el fugaz resplandor de los disparos terroristas que se llevaron por delante casi 20 vidas.

Tras el impacto de la masacre, llegaron los análisis de urgencia y las medidas no menos apresuradas para evitar nuevas acciones yihadistas en cualquier punto del territorio francés, pero sin dejar de considerar que todo el continente podría ser escenario de un ataque similar.

Se han leído y escuchado opiniones que representan el más amplio abanico ideológico, social y religioso que abarca este conflicto transversal, que atraviesa la historia y el presente, y que sin dudas condicionará el futuro de casi toda la civilización.

La mayoría afirma, muchos acusan, y no pocos se atrincheran en posiciones irreductibles que contemplan como solución final la eliminación del otro.

Pero pocos hacen preguntas, con el propósito de abrir líneas de debate y esclarecimiento. Parece que preguntar es dudar, y la duda se interpreta como un signo de debilidad, y la debilidad cotiza a la baja en unos ciudadanos que piden garantías y seguridad en estos momentos traumáticos.

Con terquedad, las preguntas están ahí, reproduciéndose sin cesar en las mentes de quienes pretenden profundizar en las raíces del conflicto.

A modo de humilde aporte, allí van algunas:

-¿ Cuáles son las razones que impiden el entendimiento y la comprensión mutua entre culturas, etnias y religiones diferentes ?

-¿Por qué Occidente insiste en anteponer estrategias invasivas y militarizadas en las zonas conflictivas, en lugar de promover planes de desarrollo que eleven el nivel de vida de esas poblaciones?

-¿Hasta cuándo será más importante garantizar el acceso a los recursos primarios de esas regiones, sin tener en cuenta el bienestar de sus habitantes?

-¿Por qué es tan difícil apostar por la educación, la salud, el desarrollo igualitario y el respeto a los derechos humanos, como cortafuegos que eviten la propagación de fundamentalismos violentos y revanchistas?

-¿Cuánto nos llevará asumir que no debemos menoscabar ni infravalorar a esos ciudadanos, pretendiendo aplicarles métodos y políticas basadas en la supuesta superioridad intelectual de Occidente, sin la menor empatía hacia sus costumbres, su historia, sus condicionantes sociales y religiosos?

-¿Qué fortaleza tienen actualmente los valores que definen a Europa, si algunos de los más importantes, como el estado de bienestar o la representatividad supranacional están en una profunda crisis y cuestionados por los propios europeos?

Ni son todas, ni mucho menos.

Y muy posiblemente antes de responderlas, los lectores podrán aportar otras preguntas, ampliando así el radio del debate y profundizando el nivel del mismo.

No dejo de pensar en lo lejanas que les deben parecer estas inquietudes a mis compatriotas, tan absorbidos como están por los acuciantes temas domésticos.

Y algo de razón tendrían los que piensen así, porque la sociedad argentina ha vivido casi siempre al margen de estos dramas, y ni siquiera los dolorosos atentados antisemitas de los 90 lograron fracturar una convivencia asentada en una meritoria integración de razas, culturas y religiones.

Ojalá que esa cualidad se mantenga y evolucione en las próximas generaciones.

Mi deseo está basado en la experiencia que nos toca vivir a los que estamos de este lado del charco