Internacionales

La Europa country

22/04/2015 | 08:44

Muros, vallas, dispositivos de seguridad periféricos, impermeabilidad ante los extraños. Una realidad adentro y otra muy distinta al otro lado. Así es la Europa country, una agrupación heterogénea de residentes que apenas comparten los pagos de algunas expensas comunes pero donde cada cual mira su ombligo con escasa empatía por sus vecinos.

Si no tienen conciencia de grupo dentro del castillo europeo, ¿cómo la van a tener con los de afuera?

Desmintiendo a Borges, ni siquiera les une el espanto, ése que desde hace décadas inunda de desesperados la frontera sur del country, donde viven las familias griegas, italianas y españolas.

¡Qué suerte que estamos en el ala norte de la fortaleza!, parecen suspirar aliviados los clanes alemanes, daneses, nórdicos, austríacos..., algunos de los cuales serenan su mala conciencia albergando a un miserable número de refugiados, apenas una espuma de ola en el inmenso tsunami migratorio que viene de las costas africanas.

Como si la cosa no fuera con el mundo desarrollado, como si las causas profundas del drama humano no tuvieran que ver con el apoyo prestado a regímenes autoritarios, dictatoriales o títeres, para facilitar la explotación de los inmensos recursos naturales de África a coste irrisorio.

Como si los planes de cooperación no hubiesen sido con indignante recurrencia, un maquillaje para ocultar la manga ancha hacia las multinacionales extractivas, que por llevarse se llevan los minerales y los sueños de los que viven encima de sus vetas.

Como si desde el mundo rico nada tuviéramos que ver con el reguero de armas vendidas a gobiernos y grupos rebeldes corruptos y violentos ambos. Con la promoción de conflictos étnicos, religiosos y sociales que añaden otra capa de horror al horror ya devastador de una pobreza crónica, a menudo laminada por sequías o inundaciones.

-Tun tun. ¿Quién es?.

-Hambrientos y perseguidos.

-Abre la muralla.

-No. Europa no la abre, indiferente a las penas ajenas, ensimismada en su envejecimiento vital, adormecida por los vahos de un pasado mejor, que tras la posguerra alumbró un estado de bienestar solidario que parecía eterno.

Esa Europa abierta, humanista, sensible y crítica aguanta a duras penas en algunos movimientos sociales transversales en edades e ideologías, y también transfronterizos. Sus loables acciones, que suelen ocupar el lugar que abandonaron los gobiernos nacionales y autoridades europeas, parecen albergar las últimas esperanzas para despertar a una sociedad que se ha vuelto egoísta, temerosa y desorientada. Que se ha refugiado tras sus muros. En la Europa country.