Internacionales

Estúpidas consortes

29/04/2017 | 11:07

Los corceles de la corrupción vienen pisoteando con dureza a la democracia española, zarandeada en estos últimos años por incontables casos de apropiación indebida de dineros públicos y toda la retahíla de ilegalidades que se deriva de este delito madre.

No hay representación institucional o social eximida de este proceso corrosivo, desde el gobierno central, pasando por las autonomías, ayuntamientos, poder legislativo, poder judicial, partidos políticos, fuerzas de seguridad, empresarios, banqueros, la iglesia...hasta coronarse, nunca mejor dicho, en la mismísima monarquía.

Aunque la justicia española está bajo sospecha, hay que reconocerle al mismo tiempo un loable cumplimiento de su deber constitucional al sentar en el banquillo de los acusados a personajes públicos de gran poder y representatividad, desoyendo las presiones y coacciones soportadas por jueces y fiscales para empujarlos a archivar los casos más rimbombantes.

En las comparecencias en sede judicial han cobrado especial relevancia “las mujeres de...”, esposas de imputados que han sido llamadas a declarar ya sea como cómplices directas o partícipes necesarias de los delitos económicos y/o fiscales que sus maridos cometieron contra el erario público.

Y allí, tal vez empujadas por la estrategia de sus abogados y tragándose el escarnio social de autoinmolarse como “tontas del bote” han puesto caras de ignorantes funcionales para escudarse en los “yo no sabía nada de los negocios de mi marido” o “él nunca me contaba nada de su trabajo”, a pesar de que todas ellas tienen profesiones de rango superior.

Hay anécdotas sonrojantes que pasarán a la historia del esperpento español, como cuando la hermana e hija de reyes, Cristina de Borbón, argumentó en sede judicial que firmaba todo lo que su consorte Urdangarín le ponía al alcance sin preguntar nada, basado en la confianza y en el amor hacia su pareja...insuperable.

O no, esperen a saber de la siguiente anécdota, protagonizada por la ex ministra de Sanidad del gobierno de Rajoy, llamada Ana Mato, casada con Jesús Sepúlveda, alcalde, diputado y miembro de la ejecutiva del Partido Popular, enjuiciado por corrupción en la llamada trama Gürtel. Esta trama, en reconocimiento a los favores recibidos, regaló a Sepúlveda un flamante Jaguar (coche, no felino) que un día la ministra descubrió en el garaje de su casa sin que le llamara la atención ni consultara a su marido sobre su procedencia. Ella tampoco sabía nada de nada, le dijo al tribunal con calculado gesto de niña tonta.

Otro pasaje conocido fue protagonizado por la mujer de Luis Bárcenas, ex tesorero del PP, actualmente en prisión y en pleno juicio por enriquecimiento ilícito y posible financiación ilegal del partido actualmente en el gobierno. Por no saber, ella ni siquiera sabía que esa sala de espera en la que su esposo la dejaba mientras él hacia “unos trámites” era la de un banco suizo, donde Bárcenas manejaba sus cuentas mal habidas.

¿Y qué podemos decir de Isabel Pantoja?. Ella veía que su pareja, alto cargo del ayuntamiento de Marbella, ingresaba a su casa día sí y día también, bolsas de residuos cargadas de fajos de billetes y declaró que nunca se le ocurrió sospechar que podrían tener un origen tan negro como el color del plástico que los contenía. Una boba sobrevive mejor que una preguntona, habrá pensado.

Hay más casos similares en el desmadrado panorama de la corrupción ibérica, pero considero que estos ejemplos son suficientes para definir a este nuevo (o no tan nuevo) espécimen que habita en el lodo donde chapotea la delincuencia institucional. Son las mujeres florero que nada hacen ni nada saben.

Como reflexión final, se me ocurre relacionar a estas cónyuges despistadas con la lucha de tantas mujeres (y algunos hombres) por lograr un reconocimiento social y profesional para su género tras tantos siglos de infravaloración. Estas estúpidas consortes son un palo en la rueda en este largo camino de integración, y por añadidura refuerzan la pasividad y seguidísimo que el machismo conservador pretende seguir otorgando a la mujer.