Internacionales

Ahora sólo queda defraudar

15/06/2015 | 11:44

Habían pasado algunas semanas desde aquellos históricos días en la Puerta del Sol de Madrid, grabados para la historia como el movimiento social del 15M.

La marea de indignación y hartazgo había señalado como responsables a los gobiernos que no entendían la magnitud de la crisis que estaba desmoronando el estado de bienestar.

El 15M y todas sus reverberaciones que habían brotado en el resto del país, recogían sus campamentos para iniciar un proceso de consolidación, en medio de las dudas e incertidumbres de sus propias bases.

Fue en esos momentos cuando desde el conglomerado político y mediático al que se dirigían las protestas ciudadanas se lanzaron propuestas desafiantes del estilo “Si quieren que las cosas cambien, que salgan de las calles, que hagan un partido político, que tenga propuestas y se presenten a las elecciones”.

Cuatro años después, los “antisistema” se han constituido en diversas agrupaciones políticas formales, cuya principal referencia, pero no la única, es Podemos. Y en las recientes elecciones regionales recogieron unos resultados tan espectaculares que hoy les permiten gobernar las principales ciudades españolas donde el Partido Popular no se había bajado del poder en décadas.

En Madrid, Valencia, Zaragoza, La Coruña, Santiago de Compostela y Cádiz, por poner algunos ejemplos, acaban de asumir representantes de plataformas sociales basadas en la participación ciudadana y el espíritu asambleario recuperadas por el 15M. Y también en Barcelona, donde la burguesía catalana ha perdido el mando de la ciudad en favor de Ana Colau, una dirigente social que fraguó todo su prestigio en la defensa de víctimas del desahucio de las viviendas.

El profundo rechazo a la corrupción y el anhelo de programas económicos sensibles e inclusivos fueron el combustible que empujaron estos vientos de cambio en la sociedad española, cuya fuerza podría llegar hasta las próximas elecciones generales.

Pero, como ha sucedido en varios pasajes de la historia de los pueblos, esta enorme ilusión podría colisionar con el realismo del día a día ejerciendo la autoridad. Los niveles de esperanza y confianza son directamente proporcionales a las decepciones que se pueden generar si las promesas no se ven plasmadas en hechos.

Allí radica uno de los grandes desafíos de estos nuevos gobiernos.

Convendría tener en cuenta como línea roja para nunca cruzar, aquella irónica sentencia que Enrique Tierno Galván, el más querido de los alcaldes madrileños, les dijo a sus cercanos colaboradores cuando acababa de asumir el cargo: “Muchachos, ahora solo queda defraudar”.