Alberto Fernández

Política esquina economía

Oportunismo: la huida del señor Fernández

27/08/2019 | 06:10

Adrián Simioni

El comunicado del candidato K es una lección de hipocresía. Ataca al FMI, cuando el auxilio del Fondo llegó para mantener todo el gasto inútil que el peronismo se negó a recortar.

La hipocresía y el oportunismo contenidos en el comunicado que ayer difundió el candidato presidencial Alberto Fernández tras reunirse con la misión del Fondo Monetario Internacional es difícil de empardar.

Lejos de contribuir a calmar los ánimos Fernández y sus dos asesores, Guillermo Nielsen y Cecilia Todesca, huyeron por los tirantes frente a la verdad y se limitaron a repetir la historieta hegemónica de la demagogia argenta: el Fondo Monetario Internacional es el culpable de los males asociado a un gobierno cipayo.

La vieja historia del FMI malo, malo, malo

A la mitad más uno de los argentinos les encanta escuchar eso. Que la culpa la tenga otro. Que haya una gigantesca conspiración internacional que explique el fracaso constante de un país. No importa que de vez en cuando alguien pregunte: “Che, ¿por qué podría tener interés el FMI en generar una crisis en Argentina para financiar una ‘fuga’ de capitales y arruinar a una nación?”. Tampoco importa que alguien más pregunte: “Si a eso se dedica el FMI, ¿por qué los demás países, todos socios del Fondo, al igual que la Argentina, no están en la misma situación que Argentina ni tienen drama alguno con el FMI?”. 

¿Qué pasó entre 2008 y 2015, Alberto?

Fernández -que se hartó de criticar con lanzallamas la gestión económica de los dos gobiernos de su ahora mentora, Cristina Fernández- esconde por completo lo que pasó entre 2007 y 2015.

Y lo que pasó es muy sencillo y es una de las razones por las que tuvo que aparecer el FMI. En esos años, el cristinismo liquidó el superávit fiscal que había recibido y lo transformó en un déficit que nunca paró de crecer y terminó siendo infinanciable.

¿Y qué pasó desde 2015 hasta hoy? 

La otra razón por la que apareció el FMI en escena fue porque, una vez que asumió Mauricio Macri, a su gobierno le fue imposible reducir el gasto y el déficit fiscal por la negativa de:

1- un Congreso dominado por el kirchnerismo y otras segundas marcas del peronismo.

2- gobernadores que sólo prestaban apoyo si lograban sacarle a la Nación más fondos que los que la Nación lograba ahorrar con las iniciativas que negociaban.

3- y con un aparato piquetero que los K dejaron financiado por el propio Estado a modo de amenaza permanente en las calles.

Macri el fraca

El macrismo, ya se sabe, optó por el gradualismo. La idea era ir recortando el gasto impagable de a poquito y por donde se pudiera. Mientras, tanto, el rojo debía financiarse de algún modo. La posibilidad de emitir dinero sin respaldo ya había sido agotada por completo por los K, que habían dejado un Banco Central sin reservas. De manera que Macri, tras resolver el default que también habían dejado de herencia, apeló a endeudarse. Y fracasó.

A duras penas logró reducir los subsidios a algunos servicios públicos. El kirchnerismo obstaculizó de todos los modos posibles esa poda. Usó desde los piqueteros hasta los jueces adeptos, pasando por leyes de todos los colores que en lugar de bajar aumentaban los subsidios (y por ende el gasto), con el único objetivo de agotar el capital político de Macri. Reglas del juego. Perversas, eso sí.

Cuando los prestamistas vieron que el gradualismo de Macri no iba a ninguna parte, cortaron el chorro. Eso fue a principios de 2019. Argentina quedó entonces de frente al ajuste que viene postergando por décadas. Debió haber recortado desde los cientos de millones de dólares que hay que seguir poniendo en vergüenzas como la Aerolíneas Argentinas inflada de militantes que dejó el kirchnerismo hasta los fondos multimillonarios que los hoy muy duritos gobernadores peronistas jamás le exigieron al kirchnerismo que les tiraba migajas. Desde los subsidios al frankenstein del conurbano bonaerense hasta los miles de millones de dólares en deudas acumuladas durante años con jubilados a los que no se les habían ajustado los haberes.

La plata del FMI es para los ñoquis

Políticamente era otra vez inviable. Por eso entró en escena el FMI. Y eso es lo que no dice la cartita de Fernández, Nielsen y Todesca. El FMI le prestó dinero no al Banco Central sino al Tesoro del Poder Ejecutivo para que el gobierno pueda seguir gastando en planteles estatales inflados, ñoquis, jubilados sin aportes y ejércitos clientelares de gobernadores eternos.

Por eso apareció el FMI: para seguir financiando a todo lo que el kirchnerismo y otros sectores exigieron que se siguiera financiando estos años y que incluye a la columna vertebral de su militancia y sus simpatizantes.

No hay fuga, hay entierro

El resto del comunicado son las reiteradas menciones a la fuga y salida de capitales. Un mantra aburridor que esconde simplemente una estupidez. Los dólares prestados (a privados y al FMI) que tomó el Gobierno para financiar al aparato estatal y clientelar usufructuado sobre todo por el peronismo. Se usaron para pagar deudas (de modo que lo que el Estado hubiera debido destinar a pagar deudas pudiera usarse para seguir bancando fiestitas fiscales) y para, directamente, pagar esos gastos.

Si el Estado hubiera debido pagar sus deudas con su propio dinero, ante cada vencimiento en dólares debería haber tomado pesos de los impuestos y, en lugar de gastarlos en subsidios de todo tipo, debería habérselos dado al Central a cambio de dólares para poder pagar a sus acreedores. Eso hubiera quitado pesos del mercado. Pero no fue así. Todos esos pesos quedaban en la calle.

Pero además Macri usó dólares directamente para financiar el gasto. Eso significaba que tomaba dólares prestados, se los daba al Central y el Central a cambio le daba pesos. Y luego el gobierno gastaba esos pesos también en subsidios de todo tipo y calaña.

Todos esos pesos excesivos en el mercado ¿adónde iban finalmente? Se iban al dólar. Obviamente. Como se iban demasiado al dólar, elevaban el precio de la divisa. Entonces el Banco Central empezó a tomárselos prestados a los bancos, que a su vez los tomaban de los depósitos de sus ahorristas. Cada vez hubo que ofrecer una tasa de interés mayor para evitar que se corrieran al dólar. Hasta llegar al 75% actual.

Aún así los pesos nunca dejaron de irse, más rápido o más despacio, al dólar. Son cientos de miles de ahorristas y empresas, grandes, chicos y de todos los tamaños, que se fueron al dólar y los sacaron de circulación. Algunos lo hacen en negro, la mayoría se hace en blanco; unos pocos lo llevan fuera del país, la mayoría lo entierra en el jardín o en las cajas de seguridad.

Deberían darle las gracias al Fondo

A eso Fernández le llama fuga. Nos quiere hacer creer que esta es una de piratas, donde el FMI viene con un parche en el ojo y un loro en la espalda a castigarnos una vez más a los argentinos por no sabemos qué razón maldita. Siempre nos toca a nosotros. No les pasa a los chilenos, no a los brasileños, no a los uruguayos.

Fernández no dice lo que sabe: el FMI es el último que ha venido a ayudar a un país que hace décadas que se niega a hacer lo que hay que hacer, mientras se hunde en una irrefrenable decadencia comandada algunas pocas veces por presidentes que lo saben pero no pueden porque son muy débiles para reducir el gasto inútil (Macri) y la mayoría por presidentes que lo saben pero no quieren porque se fortalecen gastando sin ton ni son (Cristina Fernández).

Es probable que Alberto Fernández sea el próximo presidente. Por lo que dijo ayer, todo indica desea ser de los que saben pero no quieren. Una lástima. Si fuera intelectualmente más honesto y políticamente menos mezquino podría ser el primer presidente en saber, querer y poder hacerlo.