Una solución europea para los problemas argentinos
Una solución europea para los problemas argentinos

Política esquina economía

Una solución europea para los problemas argentinos

02/07/2019 | 07:46 |

El Mercosur es negocio entre pobres. Ahora, el primer tratado con los ricos, con Europa, puede liquidar la histórica hegemonía estatista, subsidiada y granbonaerense.

Adrián Simioni

“Una solución europea para los problemas argentinos” fue el burlón lema con el que la revista Barcelona parodió el histórico eslogan de Clarín: un toque de atención para la solución argentina de los problemas argentinos.

Más allá del sarcasmo, ese es el potencial que podría tener a mediano plazo el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, si es que Argentina no se asusta a último momento y vuelve a cerrarle otra vez la puerta al comercio.

Argentina es uno de los países con menos tratados de libre comercio. No tiene vocación. Desde fines de los ‘80, tuvo además la excusa de integrar el Mercosur, un tratado que la obliga a firmar esos acuerdos en bloque. El resultado: Chile, por ejemplo, tiene 28 convenios con las naciones más competitivas del mundo. Argentina tiene apenas un libre comercio incompleto con los 3 socios del Mercosur, más Chile y Bolivia y algunos convenios de preferencias arancelarias.

El pánico nacional a la competencia, la fantasía de 70 años de vivir con lo nuestro haciendo un poco de todo y casi todo mal, el poder político de sectores industriales que jamás lograron funcionar sin protección, encapsularon a este país. Sus industrias vigorosas se malgastaron subsidiando a las raquíticas. Al final, nos quedamos sin el pan y sin la torta. No tenemos ni siquiera un frigorífico entre los grandes del mundo pero tampoco somos fabricantes sólidos de aviones aunque llevamos 90 años subsidiando a lo que hoy es Fadea.

Sólo hemos aceptado a un socio. Y porque era más proteccionista que nosotros: Brasil. El Mercosur, se ha dicho, es una asociación entre pobres. Y ni ahí se avanzó. El libre comercio entre nosotros apenas existe. Está lleno de excepciones.

Por primera vez con los ricos

Durante 30 años fuimos dos pobres protegiéndose uno del otro. Y bloqueándonos mutuamente la posibilidad de abrirnos a los demás.

Por eso un disparo de largada con Europa, como el que se firmó, sería clave. Si no lo frustran.

No es sólo cuestión de peso: acceder a los mercados de 28 países, donde viven 510 millones de habitantes es lo de menos.

El tema es que sería la primera vez que nos asociamos a los ricos, a sociedades competitivas y muy productivas.

Es cierto lo que dice Gustavo Grobocopatel: la precondición de este acuerdo es que estemos dispuestos a aceptar que desaparezcan sectores económicos en los que los europeos son mejores que nosotros, a cambio de que crezcan y nazcan los sectores en que nosotros somos mejores.

Pero el acuerdo con Europa apenas acelerará una reconversión económica profunda que ya está en marcha porque es inevitable.

Industrias como la textil, automotriz o electrónica están bajo estrés desde hace muchos años sin que se haya libre comercio con nadie. Sectores como esos generan cada vez menos empleo, pagan sueldos en dólares cada vez más bajos, necesitan cada vez más protección y demandan cada vez más subsidios fiscales.

Con una tremenda paradoja: en muchos casos son apenas armadores locales de insumos importados. En gran parte, es falso que sean industrias locales. Y se puede vivir sin ellos. Australia no tiene este tipo de industrias. Y su PIB per cápita más que quintuplica al de Argentina.

Mala prensa garantizada

Firmar el acuerdo con Europa puede atarle a las manos a la Argentina para que de una vez por todas abandone su aislacionismo empobrecedor. Puede lograr que, una vez firmado, no haya marcha atrás, por más que las corporaciones más ineficientes que asfixian al país presionen a los políticos. 

Si fuera así, la exposición a la competencia será una topadora para forzar los cambios estructurales que nuestro país necesita para desarrollarse y viene postergando desde hace décadas. 

Precisamente por eso, el acuerdo tiene mala prensa garantizada: va a afectar a los sectores políticos que han sido hegemónicos por décadas. Y va a tender a beneficiar a quienes vienen siendo parasitados por esos poderosos. Hay al menos tres parteaguas.

Interior versus Gran Buenos Aires

Va a beneficiar más al interior que al Gran Buenos Aires en particular y a las grandes ciudades en general, porque es en la Argentina suburbana donde está asentado el grueso (con muchísimas excepciones a la regla) de la industria proteccionista.

Y son las economías regionales las que mejor podrán aprovecharlo, agregando valor en origen. No esperen columnas de piqueteros de La Matanza apoyando el acuerdo. Es probable que llegue el momento de mudarse. Ya no de Misiones al tercer cordón bonaerense, ni de la industria forestal al servicio gastronómico, sino exactamente al revés.

Privados versus estatales

Va a beneficiar más a la Argentina privada que a la Argentina estatal (que también está más concentrada en las ciudades). Para que los privados puedan no sólo sobrevivir sino desarrollarse va a ser imprescindible bajar en términos reales el gasto público y eficientizar los presupuestos que queden. 

Emitir y generar inflación, endeudarse y dejar sin crédito a los privados y mantener la carga impositiva va a significar ahogar a los sectores que necesitamos que aprovechen el libre comercio y sean así la locomotora de la economía.

No esperen comunicados de las CTA de Yasky y Miceli alabando al canciller Jorge Faurie

Parasitados versus subsidiados

Va a beneficiar más a la Argentina subsidiadora que a la subsidiada. Toda la red de subsidios cruzados para castigar a los eficientes y conectar el pulmotor a los menos productivos será difícil de mantener. Un ejemplo entre miles: meterle retenciones móviles a la leche cuando el precio internacional suba (algo que les encantó hacer a tantos gobiernos) va a ser imposible si queremos que el sector pueda reunir recursos para invertir y competir con los lácteos dinamarqueses.

Tal vez la mayor fuente de empleo en Tierra del Fuego ya no vaya a ser la electrónica, sino la pesca, el turismo y el petróleo.

No esperen respaldos de las cámaras metalúrgicas bonaerenses. Mejor buscarlos en la uniones industriales de Santa Fe o de Córdoba.

Legado de Macri

Un acuerdo con la Unión Europea, si no lo frustran, está llamado a ser el ariete de las reformas que el nacionalismo estatista, aislacionista, sindical, improductivo y corporativo siempre logró abortar. Cuanto más se demoren esas reformas (laborales, previsionales, administrativas) menos sectores económicos podrán sobrevivir con vigor.

Tal vez sea la verdadera herencia que deje el gobierno de Mauricio Macri, por las implicancias económicas, sociales, demográficas y de balance de poder que tendrá hacia adentro de la Argentina. Y el chiste de Barcelona podría ser más serio que nunca.