Un chorro de soda para la broncemia de Lavagna

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Un chorro de soda para la broncemia de Lavagna

19/03/2019 | 07:40 |

El exministro le mojó la oreja a Macri por el crecimiento durante su gestión. Pero ¿cuánto de aquello fue sólo rebote? ¿Y cuánto fue trabajo sucio de otros? El portazo amable y el pacto con Néstor.

Adrián Simioni

Lanzado de lleno a la disputa electoral, Roberto Lavagna respondió ayer a Mauricio Macri, quien había remarcado que el exministro de Economía había formado parte de varios gobiernos y no sólo de la transición de las presidencias de Duhalde a Kirchner, como a Lavagna le gusta recordar.

"En todo caso, si se trata de hablar del pasado, cuando el presidente Macri logre una economía con crecimiento de 9%, inflación de 10%, superávit gemelo y creación de empleo, hablamos", compadreó Lavagna.

Y es cierto. Pocos exfuncionarios pueden exhibir registros como los de Lavagna. Bien por él.

San Remes Lenicov

Sin embargo, aunque sea a modo de prevención, conviene echarle un poco de soda al bronce en sangre.

Como se sabe, Lavagna, el ministro de Economía número 115 de una Argentina que entonces no llegaba a los 200 años de vida, asumió el 27 de abril de 2002.

Para entonces, casi todo el trabajo sucio de la salida de la convertibilidad estaba hecho. Se habían encargado Jorge Remes Lenicov en el Ministerio de Economía, Mario Blejer en el Banco Central, el Congreso y el propio Duhalde.

Cuando Lavagna llegó:

1- La inflación había licuado los desequilibrios fiscales. El gasto público estaba congelado y los ingresos tributarios subían con los precios. Impuestazo inflacionario al mango, que le dicen.

2- El Congreso había declarado el default y, por lo tanto, no había deudas por pagar.

3- La gente estaba dispuesta a trabajar por nada: el salario en dólares en blanco se había hundido a 253 dólares y el desempleo estaba arriba de 18%.

4- Eso facilitaba exportar y hacía prohibitivo importar, con lo que el déficit comercial se transformó en superávit de la noche a la mañana.

5- Encima, comenzó el boom de las commodities. La soja cotizaba por las nubes. Se pudieron reimplantar las retenciones al agro que se habían eliminado en los ‘90, cuando los precios de los granos estaban por el piso.

6- Duhalde ya había puesto la cara para devolver en pesos devaluados los dólares depositados en los bancos a $1,40 por dólar. Es como si hoy alguien les dijera a los bancos: “¿Vieron todos esos miles de millones que ustedes tienen en Leliq y con los que ustedes cuentan para devolver los plazos fijos de sus ahorristas? Bueno, les vamos a dar sólo la mitad”.

7- En el Central Mario Blejer ya había inventado las Lebac para cortar la inflación generada por los pesos que se liberaron para devolver los depósitos y evitar la quiebra final del sistema bancario. Esas tasas no eran del 60% como las Leliq actuales. Llegaron al 140% cuando Lavagna asumía. Para junio, cuando ya hacía algunos meses Lavagna era ministro, aún eran de 107%. A ver qué harían con esas tasas los industriales devaluacionistas que hoy impulsan a Lavagna y se quejan de la falta de crédito.

8- El sistema energético funcionaba a la perfección por las inversiones multimillonarias que se habían hecho en los ‘90, pero las tarifas habían quedado casi gratis por la pesificación. O sea, nadie se enojaba con Lavagna por subas tarifarias.

¿Y entonces Lavagna qué hizo?

¿Lavagna hizo un buen trabajo? Muchos dicen que sí. Algunos dicen que más o menos. Pocos dicen que no. Fue un moderado. Trató de que la economía marchara por carriles austeros. Intentó que la devaluación del peso no se trasladara a la inflación, para contener los costos y mantener la competitividad cambiaria.

Pero lo cierto es que la tuvo más fácil. Crecer al 9% es difícil. Pero no lo es tanto cuando gran parte del crecimiento consiste en el rebote de un derrumbe previo, como había sido la catastrófica explosión de la convertibilidad.

PIB y salarios, tampoco para tanto

De hecho, los tres años y medio en que Lavagna fue ministro fueron de alto crecimiento. Y, sin embargo, cuando se fue, en noviembre de 2005, el Producto Interno Bruto, medido en pesos constantes, según el Indec, era apenas 5,8% mayor al nivel que había alcanzado siete años, en el tercer trimestre de 1998. Como la población mientras tanto había crecido, el PIB per cápita era el mismo o algo más bajo que entonces.

El salario en dólares, cuando Lavagna se fue, era de 472 dólares en promedio, mucho más que los 253 de mayo de 2002, cuando había asumido. Pero todavía estaba muy atrás de los 802 dólares de noviembre de 1998. Así cualquiera exporta. Pero ese salario en un país como la Argentina no era sostenible. De hecho, hoy (noviembre del año pasado), el salario privado promedio en blanco fue de 859 dólares.

Canje inédito

Y además Lavagna se fue con algunos deberes a la mitad. Él llevó adelante el primer canje de la deuda, algo para lo que no había manuales de estilo porque nunca antes había habido una cesación de pagos de semejante magnitud. Lavagna y Guillermo Nielsen tuvieron que descubrir el camino solos. Pero cuando se fueron el default seguía en pie: un 25% de la deuda seguía en el purgatorio de los impagos.

Tarifas congeladas

Otro punto fue el de los servicios públicos. Es cierto que Lavagna renunció, entre otras cosas, porque el entonces presidente, Néstor Kirchner, no quiso saber nada con la recomendación de su ministro de empezar a descongelar las tarifas de la electricidad, el gas y otros servicios.

Kirchner quería seguir haciendo demagogia para arrasar con los votos urbanos por el resto de los siglos. Y Lavagna sabía que eso iba a terminar desfinanciando los servicios y transformando a la Argentina en un importador de energía mucho más cara de la que era capaz de producir adentro. Pero su queja, si la hubo, fue un susurro interno. Nunca dio ese debate público con la fuerza y la fogosidad que eso requería.

Denuncia y, luego, pacto con Néstor

El otro punto que hay que reconocerle es que se fue diciendo que la obra pública estaba cartelizada. Algo que luego quedó ampliamente demostrado con el escándalo de los cuadernos.

Pero Lavagna no se transformó en un impugnador público y punzante de esa corrupción. Tal vez fue porque no había roto del todo con los Kirchner, algo que quedó flotando en el aire cuando, en febrero de 2008, tras competir con Cristina Fernández y salir tercero en la carrera de la presidencia, se anunció un pacto entre Lavagna y el expresidente para alcanzar la presidencia del PJ.

Tras competir por la presidencia como una alternativa crítica al kirchnerismo, Lavagna, tal vez por inexperiencia política, quedó pegado a los K, que para entonces ya iban camino a la mentira de la inflación, la pérdida del autoabastecimiento energético y el conflicto con el campo. Todo hay que decirlo.