Legislador Leandro Santoro

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Santoro y la política de la parrilla 24 horas para una sociedad hambreada

01/04/2024 | 13:02

 

Redacción Cadena 3

Adrián Simioni

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Santoro y la política de la parrilla 24 horas para una sociedad hambreada

El fin de semana circuló con bastante energía el tramo de una entrevista que le hicieron a Leandro Santoro, legislador porteño al que seguimos llamando radical K, aunque a todos sus cargos de alguna relevancia los obtuvo militando para Cristina Fernández. Era muy cercano a Alberto Fernández. Y el fin de semana contó por qué, a su juicio, el expresidente fracasó para “construir poder” y, lo más interesante, fue la receta que él le dio y que Alberto no siguió.

La receta es la siguiente. “Yo si fuera vos tendría la parrilla abierta las 24 horas. Invitá a senadores a morfar, diputados…, biribiribiri, bajá la línea –mientras hace gestos de repartir con la mano- construí espíritu societatis… es eso”.

La entrevista es más larga pero no vale la pena. Tampoco es para agarrársela con Santoro. Lo interesante es tomarlo como muestra de los conceptos que maneja cierta clase política argentina. Primero, dan por supuesto –ni lo discuten- que los problemas de una sociedad compleja y globalizada como la nuestra pueden ser resueltos por una banda de políticos de comarca que se reúnen a charlar para mascar asado, la “primacía de la política”, que le dicen. Segundo, están convencidos de que eso no sucede porque ningún político logra encolumnar a los otros; el problema no son las políticas pésimas, demagógicas, cortoplacistas que aplican y que vacían nuestras parrillas mientras ellos no paran de aplaudir al asador; tercero, que a estos “consensos” de quincho hay que “acordarlos”, “transarlos”, es la vieja política a full: negociar cargos, favores, nombramientos, obras, presupuestos, prebendas, decretos o lo que fuera, en un quincho abierto las 24 horas. No tienen la menor sospecha de que, tal vez, sea justamente ese barro del toma y daca en el que se los hemos dejado prosperar tantos años es el centro del problema. Que ellos son parte esencial del problema.

La verdad, todo ese discurso vetusto es de una pobreza intolerable. Aunque esté revestido como siempre de la pose del político canchero que se las sabe todas, que enuncia presuntas verdades como si hubiera accedido a la piedra filosofal, todo revestido de una intolerable superficialidad de solaperos intelectuales (como cuando le erra en latín y llama “spiritu societatis” a lo que el derecho romano llamaba “affectio societatis”).

La pregunta es cuándo terminamos permitiendo que toda esta corpo de mediocres -que se autoperciben “dirigentes”- gobiernen a sociedades complejas llenas de personas cultas, honestas y trabajadoras; por estos clubes de charlatanes, masticadores de mollejas regadas con esta mezcla de indolencia, ignorancia y corrupción a veces penal y a veces legitimada de hecho. Una mezcla que es autoinmune: el desconocimiento, la vagancia y la falta de vergüenza tienen la capacidad de retroalimentarse sin pausa y para siempre

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