Roma no paga traidores; Cristina no paga leales

La política es cruel. El jefe piquetero Luis D’Elía acaba de quejarse amargamente de la indiferencia glacial que Cristina Fernández tiene con él, mientras, por otra parte, la expresidenta se reúne con la crema del centenar de artistas K que desde hace años son dadores voluntarios de legitimidad para el kirchnerismo: desde Daddy Brieva a Susana Rinaldi.

Dijo D’Elía esta mañana: “Qué suerte que tienen los artistas. Yo estuve preso tres años por kirchnerista y Cristina jamás levantó el teléfono para preguntarnos como estábamos”, se lamentó. D’Elía estuvo tras las rejas por copar una comisaría en 2004 y recuperó la libertad condicional en agosto pasado.

Es entendible el lamento. D’Elía ha sido tal vez el soldado más fiel de Néstor primero y de Cristina después, pese a los ninguneos de no ponerlo en ningún cargo cuando era presidenta o de no ponerlo en ninguna lista para las elecciones. Aunque ella ni siquiera lo llamó una vez, incluso cuando le levantaron la prisión domiciliaria, en agosto, D’Elía no pudo evitar la arenga: “Volveremos, Cristina presidente, carajo. Patria o muerte, venceremos”.

Se ve que a Cristina no la conmovió. Hay que admitir algo: la expresidenta no lo discrimina a D’Elía. Jamás se refirió a Ricardo Jaime, a Julio De Vido o a los multimillonarios secretarios de Néstor y de ella misma, entre otros ricos y famosos del kircherismo sospechado. Ni siquiera zafa de la distancia abismal Amado Boudou, corrupto probado por la Justicia. Y eso que la misma Cristina lo incitó a Boudou a caminar por las cornisas: “Necesito a mi lado a un hombre que no tenga miedo”, decía cuando lo ascendió de ministro a vicepresidente. Cristina sólo habló una vez de un solo corrupto en su gobierno: José “Bolso” López. Sólo para decir: “Lo odié”. Poco para alguien que manejó la obra pública de todos los gobiernos K en forma ininterrumpida desde 1991 hasta 2015. 24 años.

Cristina prefiere rodearse con Mex Urtizberea, la Gata Varela, Darío Grandinetti y otros portadores sanos de kirchnerismo, que nunca tuvieron que ensuciarse los dedos para arrear piqueteros a las plazas, financiar las campañas electorales con fondos negros o para salir a apretar a nadie. Pobre D’Elía: Roma no paga traidores; Cristina no paga leales.