Oleoducto del Sur: ¿Empezó el segundo semestre?

En un contexto donde las promesas de "segundos semestres" y "brotes verdes" quedaron en el recuerdo como ecos de expectativas frustradas, el anuncio del financiamiento para el Oleoducto del Sur emerge como un hecho concreto, tangible y de enorme relevancia para el futuro económico de Argentina. 

Este proyecto, que ya está en marcha, no es un verso ni una quimera: es una inversión privada de 2.000 millones de dólares, liderada por 19 bancos de primer nivel mundial —Citi, Deutsche Bank, JP Morgan, Santander, Itaú, entre otros— y encabezada por YPF junto a otras ocho petroleras argentinas. 

Su objetivo: conectar los yacimientos de Vaca Muerta en Allen, Río Negro, con la costa atlántica, para exportar petróleo crudo a partir del segundo semestre de 2026.

Este oleoducto, de 440 kilómetros, con compresores y un puerto para cargar tanqueros, no es solo una obra de infraestructura. Es un paso estratégico para posicionar a Argentina como un jugador relevante en el mercado energético global. 

Con una capacidad de transporte de 550 mil barriles diarios, el proyecto representa un tercio de la producción total de México, un país con peso en la industria petrolera mundial. Esto no es menor: significa dólares genuinos entrando al país, primero por el préstamo que se depositará en el Banco Central y luego por las exportaciones de crudo una vez que la obra esté operativa.

Lo que hace aún más significativo este proyecto es su modelo de financiamiento. No es el Estado quien pone un peso, sino el sector privado, habilitado por la Ley de Bases y el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI). Este esquema, donde los bancos prestan al proyecto en sí y no a las empresas involucradas, reduce el riesgo para las petroleras y marca un hito: es la inversión en infraestructura más importante financiada por privados desde 1995, cuando se desarrolló la mina de oro de Bajo de la Alumbrera en Catamarca. 

Desde 2019 no se veía una operación de esta magnitud, y la última, destinada a parques eólicos, palidece frente a los 2.000 millones de dólares de este oleoducto.

El impacto económico es innegable. Además de los dólares que ingresarán al Banco Central para financiar importaciones y pagar salarios y maquinaria local, el proyecto generará una fuente continua de divisas a partir de 2027, cuando las exportaciones de crudo comiencen a fluir. 

Esto es clave en un país que históricamente lidió con la escasez de dólares. Pero hay otro detalle que no debe pasar desapercibido: este anuncio llega apenas días después del fallo Preska contra YPF, un revés judicial que podría haber espantado a los inversores. 

Sin embargo, estos 19 bancos de primer nivel mundial no dudaron en poner su firma y su confianza en el proyecto, con YPF como gerenciadora. 

Esto no es solo una señal de confianza en la empresa estatal, sino una muestra de que Argentina, cuando alinea incentivos y reglas claras, puede atraer inversiones de envergadura.

El Oleoducto del Sur no es la panacea, pero es un paso firme hacia un modelo económico que prioriza la inversión privada y la exportación de recursos estratégicos.