Llegar a octubre es viable: el drama es el día después
“Este nivel de riesgo país crea más incertidumbre”

Política esquina economía

Llegar a octubre es viable: el drama es el día después

25/04/2019 | 08:02 |

La liana del FMI permitiría una transición ordenada. Pero CFK no es creíble prometiendo sensatez y deberá sufrir o atacar a los jueces. Y Macri, muy desgastado, volvería a ser manco en el Congreso. 

Adrián Simioni

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Después de la paliza de ayer en los mercados, una cosa termina de quedar clara. La única liana que le ha quedado a la Argentina para colgarse es el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que de algún modo garantiza que el país no entrará en default hasta mediados de 2020, siempre que mantenga compromisos de contención fiscal y de base monetaria. La Argentina no necesita prácticamente salir a conseguir dólares para cubrir vencimientos porque están los dólares del Fondo.
Fuera de eso, no queda casi nada. La inflación no respondió hasta ahora con el glifosato recesivo de las hipertasas del Banco Central. La confianza en la solidez financiera del Estado no respondió hasta ahora al superávit primario de varios meses que puede mostrar Nicolás Dujovne. Y la economía real no confió en que noviembre/diciembre hubieran sido el piso de la recesión (y la caída de marzo respecto de febrero detectada por OJFerrerres cortó la mejora que se había registrado por dos meses).

¿Tarzán o Jane?

Sin embargo, esa liana financiera del FMI, que casi garantiza el paso de un gobierno a otro, no es suficiente. La desconfianza se expresa de muchos modos. Una de ellas, los 963 puntos de riesgo país, un nivel que no se veía desde hace cinco años.
La razón de esa desconfianza ya no es económica. Es política. Y desde al menos dos aspectos. 
Uno, es para dónde va a encarar un futuro gobierno cuando asuma en diciembre: ¿Va a continuar el ajuste explícito iniciado por Macri, intentando vadear lo que queda del río? ¿o va a cambiar de caballo y dar marcha atrás hacia nadie sabe qué?
El otro aspecto es más importante aún: qué tipo de poder político va a haber en Argentina capaz de conducir cada uno de esos procesos.

Cristina: el pasado la condena  

En un rincón está Cristina Fernández. Ya sabemos que tiene un tercio de los votantes, muchos de ellos con un grado de fidelidad tal que les permite ignorar el evidente aparato de corrupción que montó Néstor Kirchner y que Cristina Fernández no quiso, no supo o no pudo ver y/o desmontar y/o aprovechar.
Pero ese es el menor de los problemas. El del poder poder político. El mayor problema va a ser cómo van a actuar los mercados (desde los consumidores hasta los inversores globales pasando por los empresarios pyme) ante la perspectiva de una Cristina Regresada.
El economista Jorge Vasconcelos, entrevistado en Cadena3, propuso una interesante fórmula para entenderlo. Sugirió imaginar que Cristina Fernández hace hoy lo mismo que hizo Lula en Brasil cuando las encuestas lo daban ganador para su primera presidencia y los mercados estaban aterrados con la idea de una revolución roja. Lula expuso una extensa plataforma en la que dio certezas de que su gestión no vendría a hacer estallar todo por los aires, que no desconocería contratos ni derechos de propiedad ni declararía cesaciones de pago. 
Supongamos que la expresidenta hace lo mismo, dice Vasconcelos. Y veremos que hay un problema: a diferencia de aquel Lula virgen de 2003, Cristina no es virgen. Ya estuvo ocho años controlando precios, confiscando de prepo, prohibiendo exportaciones, intentando copar el Poder Judicial, cambiando reglas de juego, fijando cepos cambiarios, gobernando sin los modos de la República, crispando la convivencia democrática e intentando afectar derechos como la libertad de expresión para consolidar un régimen hegemónico.
La “gran Lula” para calmar a los mercados no está en el mazo de naipes de la Argentina si hablamos de Cristina.
Y a eso le agregamos un agravante. Supongamos que CFK es presidenta. ¿Qué va a pasar con la media docena de causas por corrupción en su contra? ¿Cómo procesará la Argentina (y el mundo del que necesitamos préstamos, compras e inversiones) tener un presidente que, o bien estará jaqueado en los tribunales, o bien tendrá que forzar a la Justicia para que, de buenas a primeras, deje de sentarla en el banquillo. Sería destruir la última credibilidad que queda en la Justicia argentina. ¿Qué estabilidad y qué confianza se pueden construir sobre esa base?

Mauricio: el presente lo esmerila

Con una segunda Presidencia de Macri, tal como las cosas están hoy, tampoco hay horizonte despejado alguno.
En primer lugar, aún si Macri ganara un balotaje, su poder político en el Congreso se definirá no con los votos de la segunda vuelta (donde el ganador tiene que sí o sí sacar más de la mitad de los votos), sino en la primera, porque es en esa instancia cuando se renueva la mitad de los diputados y un tercio de los senadores.
Y las perspectivas son pésimas. Lo único incierto es si en esa primera vuelta Cambiemos va a juntar muy pocos votos o poquísimos votos para construir el poder que se va a necesitar en el Congreso para afrontar el día después y continuar el ajuste fiscal y la purga monetaria de la Argentina.
Por eso, tanto como la marcha de las variables económicas, son tan importantes las señales que va dando Cambiemos. Empezando por el propio Macri, que aparece desgastado, en una sociedad que también está agobiada. Hace un año, cuando la crisis empezaba a mostrar los dientes y a deglutirse las mieles de las elecciones legislativas ganadas por Cambiemos en 2017, el macrismo fue capaz de hacer política, de sacar de la galera discusiones como la de la interrupción voluntaria del embarazo que no fueron engañapichangas, sino un debate en el que la sociedad argentina se involucró en serio. Esa capacidad ya no existe. Nada va a sacar de la escena la crisis económica que es peor que hace un año y la inflación que el macrismo no pudo controlar durante otro año entero más que la gente le dio como plazo.
Otra señal de Cambiemos es el progresivo desgaje de la coalición. A medida que la cosa se pone fea, cada vez más socios se hacen los distraídos y buscan apartarse. O meten la pata hasta las caderas causando graves pérdidas. Gobernadores como el radical Alfredo Cornejo prefieren sumar en sus listas a peronistas federales y massistas antes que a macristas. En Córdoba el cisma entre los radicales Mario Negri y Ramón Mestre anticipa no sólo la pérdida de una gobernación que hace un año aún podían ganar, sino también una inconsistencia que pasará factura en las Pasos y en la primera vuelta.
Argentina tiene una liana. La del FMI. Todo lo demás es incierto.