La veda y otras fantochadas que tendríamos que tirar a la basura.

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La veda y otras fantochadas que tendríamos que tirar a la basura

17/11/2023 | 12:50

 

Redacción Cadena 3

Adrián Simioni

¿Usted es de tirar cosas o es de esos que se encariñan, que en las mudanzas no puede desprenderse siquiera de aquel libro de biología del tercer año de la secundaria, que guarda aquel vaquero que compró en 2007 por las dudas que algún día le dé por la jardinería?

Tal vez usted sea un acumulador compulsivo. Ojo porque va a terminar enterrado entre cajas y bolsas en el living de su casa y lo van a tener que ir a rescatar sus hijos con los bomberos como pasa en esos realities de la tele.

En Argentina somos así. Acumuladores de normas y reglamentos que capaz que no tenían sentido ni siquiera cuando las pusieron pero que siguen ahí.

Lo digo a propósito de la veda política. Esta restricción para hablar de política que nadie sabe bien qué significa, con límites tan borrosos, que nadie cumple ni incumple del todo, que es imposible de hacer cumplir, mucho menos en un mundo de redes sociales, y que es completamente absurda. Por ejemplo, ahora, al transformar la veda política en objeto de discusión, estoy violando la veda política. ¿Quién va a venir a decirnos que no podemos hablar del tema? ¿Un fiscal?

Son fantochadas que existen en muy pocos países, en general los de herencia hispánica. En Alemania, Estados Unidos o Reino Unido no hay restricciones de ningún tipo. Les parecería insólito que alguien les dijera que tal día no se puede hablar de política. “¿Quién te creés que sos para decirme de qué puedo hablar?”, sería la reacción obvia.

/Inicio Código Embebido/

/Fin Código Embebido/

No es lo único. ¿Qué es eso de prohibirnos comprar o vender alcohol? ¿Por qué en un año electoral a los empresarios de Córdoba capital por ejemplo les hemos arruinado su negocio en 5 fines de semana, es decir el 10 por ciento de todo su año de trabajo? ¿Cuál es el sentido actual de semejante estupidez?

Ni hablar de la pavada del voto secreto. Aún si no estuvieran las redes sociales que transforman esa restricción en letra mojada, ¿por qué aceptamos esa limitación a la libertad de expresión cuya aplicación, encima, es una quimera?

Y nos pongamos más serios. ¿Por qué esta manía medio facha, policial, de ir todos juntitos y amontonados a votar entre decenas de boletas de papel que desaparecen del cuarto oscuro de la trampa electoral? ¿Cuándo vamos a poder votar durante un período de varios días para acomodarlo a nuestra conveniencia, cuándo podremos hacerlo por correo, por correo electrónico o al menos con una boleta única de papel, como sucede en tantos otros países un cachito menos atrasados que el nuestro?

¿Por qué nuestros legisladores, nuestros representantes, no son de una buena vez nuestros representantes y nos preguntan si queremos seguir viviendo en este mundo atávico, atrasado, atrapados entre las bolsas de basura, las cajas descuajeringadas y los trastos inútiles que desbordan el living de nuestra democracia? ¿Por qué no dejamos de pretender que somos nenitos de guardería a los que nos dicen qué podemos decir este viernes, qué podemos beber en un bar mañana a la noche y qué podremos expresar y qué no el domingo cuando estemos ahí en esa cola junto a los demás ciudadanos bebés de la salita verde? 

Liquidemos de una vez todas estas cosas que nuestra sociedad conservadora de lo peor se niega a tirar a la basura por la única razón de que siempre fueron así.

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