La universidad pide plata, pero no le gusta rendir cuentas

Política esquina economía

La universidad pide plata, pero no le gusta rendir cuentas

18/09/2018 | 06:20 |

Por alumno, la UNC gasta $55 mil al año –$878 mil por egresado–. Hay 8,46 estudiantes por cada docente. Por cada tres que ingresan, egresa menos de uno. El presupuesto 2019 prevé un 40% más que 2018.

Adrián Simioni

La mezcla de promotores del club del helicóptero, estudiantes en busca de historias épicas,  partidos políticos marginales del “cuanto peor mejor” y el grupo que controla la corporación docente visible de las universidades nacionales mantienen cueste lo que cueste su alianza. Que no es menor: les permite seguir obstaculizando la normalización de un año académico a medio perder, pese a que el Gobierno nacional ya les cedió todo lo que pedían. Lo que quedan son más excusas que reclamos.

El Pabellón Argentina de la Universidad Nacional de Córdoba, aún tomado, es la imagen residual de un proceso ya concluido desde el punto de vista de lo que importa en verdad: la corporación universitaria ha logrado que el presupuesto global de las universidades (que preveía una suba de 25% cuando se hizo el presupuesto 2018 a principios del año) termine el año muy por arriba de la pauta de 2017. Es un nivel de resguardo alcanzado por los empleados de las universidades que casi nadie más ha logrado hasta ahora. Sin embargo, no es ese el concepto que queda en la sociedad.

Más presupuesto

De hecho, en el presupuesto presentado al Congreso ayer por el poder ejecutivo se prevé que las partidas para las universidades sean, en 2019, 40% superiores a las que se habían previsto hace exactamente un año. Por encima de la inflación del año.

Pero la cuestión de fondo es que, otra vez, la universidad ha hecho valer otra vez una interpretación de la autonomía universitaria que es la que mejor conviene a sus dueños de  hecho. No sabemos qué diría Deodoro Roca, líder de la Reforma del 18 cansado de ser invocado para justificar intereses corporativos, acerca de que las universidades simplemente exijan que la sociedad las financie sin tener derecho a que le expliquen para qué y cómo gastan la plata.

¿Son muchos o pocos los casi 6.487 millones de pesos que tenía presupuestados la UNC para este año, antes de los últimos aumentos? Todo depende. Por alumno, son 55 mil pesos en el año. Pero, por egresado, son casi 878 mil pesos.

Profesores, alumnos, egresados

¿Hay suficientes profesores en la UNC? Difícil saber. En principio, los cargos docentes eran a mediados de este año 14.049. Con los datos de alumnado de 2016 (es el último informe anual que tiene publicado la UNC), da que hay 8,46 estudiantes por profe. La Universidad de Nueva York, una de las mayores universidades privadas del mundo alojada en el centro de Manhattan, declara como un logro que tiene 9 alumnos por profesor.

En la UNC faltan considerar los no docentes, que son otros 3.914 cargos. Y el hecho de que la falta de retención de estudiantes muestra que muchos de los universitarios que figuran como alumnos, en realidad abandonan, con lo que la relación estudiantes/recursos humanos es aún más baja. Por otra parte, también hay que considerar que muchos cargos son a tiempo parcial en la UNC, cosa que debe tenerse en cuenta al evaluar si los docentes son “demasiados”, pero también cuando se quiere mostrar que los salarios promedio de la universidad son de miseria (en efecto, muchos de los salarios retribuyen jornadas de, por ejemplo, 10 horas semanales, no de 44). No son salarios de miseria. Son sueldos para un trabajo de 10 horas.

¿Es buena la UNC haciendo su trabajo?  Es una pregunta demasiado compleja. Pero un indicador puede ser la tasa de egreso. En 2016 salieron 7.393 egresados, y entraron 27.121 nuevos inscriptos. O sea que se recibió el equivalente al 27,2% de los ingresantes. La cifra es un desastre: de cada tres ingresantes, menos de uno se recibe. La Universidad de Nueva York ya mencionada publicita una tasa de egreso de 84%. Algunos pedagogos ven el vaso medio lleno: dicen que aunque no se reciban eso no quiere decir que no se eduquen. Puede ser. Suena a justificativo para no hacer algo que habría que hacer.

Silencio en la academia

Todos estos números e indicadores son controversiales. Medir si un sistema universitario contribuye mucho o muchísimo a la sociedad que lo financia no tiene nada de simple. La situación varía muchísimo según de qué carrera se trate o si hablamos de niveles de grado o de posgrado. Hay otras tareas que desarrolla la universidad, como la de investigar, que no es sólo la de enseñar (la Universidad de Nueva York también lo hace), que también deben considerarse (y deberían evaluarse).

Por eso todo tiene que tomarse con pinzas. Lo curioso, lo raro, lo insólito, es que el sistema  universitario, que se sepa, no discute, al menos públicamente, estos temazos. Y eso que se supone que es el círculo rojo de la modernidad, el debate público y la democracia vibrante. Tomamos a la UNC apenas como ejemplo, pero el conjunto del sistema es poco transparente, los datos no son de fácil acceso y la relación egresados/docentes, por dar apenas un ejemplo, prácticamente es un concepto desconocido en un país que no se cansa de escuchar odas a una universidad gratuita que de gratuita no tiene nada: de hecho, se acaban de perder hasta cinco semanas de clases porque los “dueños” de la  universidad no quieren cobrar menos o quieren cobrar más por lo que hacen. Debe haber poca gente que trabaje gratis para la universidad.

Es una autonomía pésimamente entendida. Una cosa es la autonomía universitaria. Otra  es resistirse a elaborar indicadores de desempeño, a compararse con otros, a imponerse metas concretas de mejora, a aceptar que te evalúe alguien más que no sea del palo, a rendir cuentas a fondo a la sociedad, esa que te financia, sin decir ni “mu” y a la que, de cuando en cuando, le cortás el servicio.