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El ex ministro de Planificación, Julio De Vido.

Política esquina economía

La última apropiación del kirchnerismo

03/10/2019 | 06:18 | El nuevo relato está en marcha: los “presos políticos” de la dictadura M. Con letra de De Vido y otros. Música de los jueces Caamaño y Zaffaroni. Y una meta: los procesos contra CFK.

Adrián Simioni

Hace dos semanas, el ex ministro K Julio De Vido hizo pública una carta donde insiste en señalarse como víctima de una “cruel persecución”. Y la cerró con la frase “por una Navidad sin presos ni presas políticos”, la misma que usaban los organismos de derechos humanos en los años ’70.

Hace seis días, el sindicalista Omar “Caballo” Suárez, se presentó ante el tribunal que lo juzga con una foto del Papa y una camiseta que, además de la leyenda “Cristina 2019”, lleva el eslogan “libertad a los presos políticos”.

La semana pasada, la jueza que lidera la organización K Justicia Legítima, Cristina Caamaño, dio por sentado que en Argentina hay “presos políticos”, al coincidir con el concepto expresado por un periodista que la entrevistaba.

El viernes, el ex juez supremo K Eugenio Zaffaroni, arengó a reformar la Constitución y sostuvo: “No podemos continuar con presos políticos”.

Ayer, el empresario cordobés Gerardo Ferreyra, al ser excarcelado de la prisión preventiva, varió levemente el concepto al evaluar que su detención pudo haber estado determinada “por razones geopolíticas”.

Son apenas casos recientes de los últimos días. Sobran para dejar claro, a cualquiera que lo quiera ver, que el kirchnerismo se apresta a instalar un nuevo relato, basado en una nueva apropiación de una sección de los años ’70, al igual que lo hizo con la épica de los derechos humanos durante las presidencias del matrimonio Kirchner para conseguir legitimidad y cobertura ideológica.

Esta vez, la meta es otra: liberar a ex funcionarios y aliados y, sobre todo, deslegitimar con urgencia al sistema institucional que aún mantiene vivos los procesos contra Cristina Fernández.

Por supuesto, resulta muy vergonzoso comparar las situaciones de hoy con la de los presos políticos de la dictadura. Uno no sabe por dónde empezar.

Presos que controlan a los jueces

El caso de De Vido es alucinante. En la misma carta en la que se autodesigna víctima de “la falta de estado de derecho en la Argentina macrista” les adjudica “vileza” a sus propios compañeros de partido. Es que, efectivamente, De Vido está preso porque diputados tan peronistas como él le quitaron sus fueros hace dos años. Votaron en su contra 35 diputados que respondían a Sergio Massa, hoy aliado de la misma Cristina Fernández a la que De Vido respalda. También 15 diputados justicialistas que respondían a gobernadores, hoy todos en el Frente de Todos. Incluso lo defenestraron cuatro diputados del mismísimo bloque K y Alicia Argumedo, la pinosolanista que hoy respalda a CFK, igual que De Vido.

Escuche, De Vido: ya hubieran querido los presos políticos de los ´70 haber tenido el privilegiado resguardo judicial que usted tuvo, donde hizo falta que sus propios aliados le soltaran la mano para que la Justicia lo detuviera. No se conseguía tal cosa en la Esma en las épocas en que se gestó el eslogan “por una Navidad sin presos políticos”.

Es más: el Consejo de la Magistratura no está bajo control del oficialismo. Los que están más cerca de controlarlo son sus propios compañeros de partido. Si ellos quisieran podrían juzgar ya mismo a los fiscales, jueces y camaristas que lo mantienen detenido. A tal punto funcionan las instituciones. De hecho, es probable que impulsen esas destituciones cuando termine la campaña electoral. En los ´70 los presos políticos no tenían aliados a punto de controlar el Poder Ejecutivo, por empezar porque no había elecciones.

El heroísmo de extorsionar

El del gremialista portuario Suárez es un caso delirante. Suárez no está detenido por protestar durante un gobierno dictatorial como Saúl Ubaldini. Está siendo juzgado por asociación ilícita y extorsión de empresas navieras.

La vigencia plena de las instituciones republicanas le permite afrontar el proceso bajo detención domiciliaria por razones de salud. No conseguían tal cosa los “chupados” en La Perla.

Como jueza, una gran entrevistada

La jueza Caamaño es un caso grave. Si en verdad ella piensa que en la Argentina están suspendidas las garantías constitucionales, está alterado el sistema jurisdiccional y fiscales y jueces incumplen normas sustanciales y procesales, entonces debería renunciar a su cargo en lugar de convalidar semejante podredumbre cobrando su sueldo.

De mínima, debería iniciar trámites formales destinados a cambiar esa realidad. La jurisdicción de todo juez incluye la defensa del Estado de Derecho no a través de entrevistas partidarias sino del ejercicio pleno de la magistratura.

Zaffaroni ve lo que no le dejan ver en Caracas

Zaffaroni es un caso de escopeta. El juez que juró por los estatutos de Videla, Agosti y Massera, no logra ver otra cosa que detenidos políticos en la democracia argentina. Pero no logra verlos en otros lados.

Hoy Zaffaroni es juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos de la OEA. Y jamás se le ha escuchado una palabra sobre el régimen chavista, que integra la OEA pero hace de la época de Chávez que no le permite a la Cidh poner un pie en Caracas. Mucho menos ha dicho algo alguna vez sobre la situación de los derechos humanos en Cuba, adonde su jefa política mantiene a su hija.

Amigos de China, y también enemigos

En cuando a Ferreyra, el empresario especuló con eventual carácter “geopolítico” de su prisión a la puja entre Estados Unidos y China, país del que provienen las empresas con las que él se asoció para ganar la licitación de represas patagónicas. El tema es que aquella licitación fue ganada en 2015, mucho antes de la guerra comercial entre ambos países. De hecho, la misma firma china sigue hoy a cargo de las obras.

Además, en la causa de los cuadernos que involucra a Ferreyra hay empresarios argentinos como los del grupo Techint, que son enemigos jurados de China (y no socios, como Ferreyra) como casi todas las siderúrgicas occidentales afectadas por el dumping del acero chino en todas sus formas. O sea, la misma causa involucra a empresarios amigos y enemigos de China.

El caso de Ferreyra en particular no debería mezclarse con el nuevo relato que ensaya el kirchnerismo. Él mismo fue detenido en 1975 (aún era la democracia asediada por el terrorismo peronista y no peronista, de izquierda y de derecha). Y aunque su detención en ese momento estaba blanqueada (por eso no fue un desaparecido y tal vez por eso sobrevivió) Ferreyra sufrió en carne propia largos años de prisión durante la dictadura. Es probable que haya alguna distinción entre aquello y la prisión domiciliaria en la que Ferreyra se encontraba hasta ayer, cuando los tribunales naturales que intervienen en el proceso, con las instancias y garantías que corresponden, decidieron liberarlo.

“No se aten los rulos”

El nuevo relato K quiere que, en el curso de los meses que vienen, se transforme en verdad la proclama que cantaron sus militantes desde el primer día en que gritaron “Macri, basura, vos sos la dictadura”. No podían concebir que alguien que no fuera un Kirchner o alguien designado por un Kirchner pudiera gobernar este país. Esa era la altura de sus convicciones democráticas.

Ahora quieren que aquel cantito se transforme en verdad. No importa cuánto tengan que machacar con el nuevo relato ni cuánto tengan que forzar la realidad para hacerla entrar en el zapato.

Quienes no quieran caer en la nueva épica que ya escriben los guionistas K, deberían seguir, paradójicamente, el consejo de Cristina: “No se aten los rulos”. Porque, en definitiva, hoy la tenebrosa dictadura macrista tiene en sus oscuras mazmorras a menos de una veintena de ex funcionarios, empresarios y sindicalistas. Incluyendo entre ellos a personas ya condenadas (Amado Boudou, Juan José López, Juan Pablo Schiavi y Ricardo Jaime) y a varios con prisiones domiciliarias.