Javier Milei, presidente de Argentina (Foto: NA)

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Hay algo peor que un ajuste: un ajuste sin respaldo de la élite política

28/02/2024 | 14:08

 

Redacción Cadena 3

Adrián Simioni

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Hay algo peor que un ajuste: un ajuste sin respaldo de la élite política

La recesión económica no es noticia. Pero hay símbolos muy pesados: apagar por un mes los hornos de una siderúrgica, como acaba de hacer Acindar, no es apagar y prender la luz de la cocina. Es una operación técnica complicada, riesgosa y costosa. Sólo la caída en picada de la construcción y de la industria automotriz puede explicarlo.

Pero, insisto, la recesión no es noticia. Primero, por los datos. Ya en diciembre la actividad económica había caído 4,5% respecto de diciembre anterior y en todo 2023 la economía se había achicado 1,6% respecto del 2022. Datos oficiales de Indec.

Segundo, por una cuestión teórica: es lo que dicen todos los manuales de economía. Salir de una economía decadente que por décadas funcionó con inflación sí o sí requiere un ajuste que sí o sí, al principio al menos, es recesivo. Golpea a la actividad económica, a los ingresos, al empleo, al consumo. No hay escape. Como será que el presidente que ganó la elección la ganó avisando que, si el ganaba, habría estanflación en un primer momento por el ajuste que proponía poner en marcha.

Dicho esto: las recesiones antiinflacionarias no tienen por qué ser eternas ni tener la profundidad de una fosa marina. En Israel el ajuste puesto en marcha en 1985 para frenar la inflación fue durísimo, con privatizaciones en un país donde casi todo era estatal y un ajuste fiscal draconiano. Pero lo hizo un gobierno laborista en alianza con el partido de derecha Likud, un acuerdo de la central obrera Histradut para congelar salarios y un respaldo político mayoritario de una población que sabía que no había nada para bajar. Por eso el desempleo, por ejemplo, aumentó menos de dos puntos.

La clave es la alianza de las cúpulas políticas. Porque hay algo peor que un ajuste: un ajuste sin respaldo de esa élite, donde todos pongan la cara, donde se reparta el costo político, donde cada gobernador, cada intendente, cada legislador, cada juez, cada partido político relevante esté dispuesto a hacer su parte. A no quedar bien con el primero que pasa. En esas condiciones la inflación demora más en desaparecer. La recesión se extiende y se profundiza. La población se agota en la escasez y al final tira la toalla para volver a la inflación decadente de siempre.

Por eso el gobierno, Milei, debería ser capaz de forzar con firmeza el ajuste que debe hacer el Partido del Estado, es decir, todos los que viven de la impresión inflacionaria de billetes sin respaldo. Pero debería poder mostrar siempre la puerta abierta del diálogo, sobre todo porque tiene que convencer de que lo acompañen en el ajuste a opositores cuya mayor tentación es apostar a que el plan fracasará una vez más y ellos recogerán el fruto de la frustración popular.

Esa la más fácil para los opositores. Insultarlos es la mejor forma de facilitarles que pateen la mesa y no se hagan responsables de la inflación que enfermó el país ni de la recesión inevitable que implica la terapia para curarlo.

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