Empujemos a los jóvenes a la pileta

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Empujemos a los jóvenes a la pileta

25/05/2022 | 14:45 | Por Adrián Simioni.

Redacción Cadena 3

Adrián Simioni

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Empujemos a los jóvenes a la pileta

La Universidad Católica Argentina publicó ayer un estudio con dos datos escalofriantes. Uno, es que el 12% de los jóvenes de 18 a 24 años es Ni-Ni, es decir, no trabaja ni estudia. El otro dato es que, encima, hay otro 15% que es Ni-ni-ni: no estudia, no trabaja ni busca trabajo.

O sea que el 27%, más de uno de cada 4 jóvenes, alrededor de un millón de jóvenes, está en una especie de vida suspendida, latente, donde, en muchos casos, los días se escurren entre repasar el celular hasta la madrugada, la cama destendida de la una de la tarde y el mate del resto del día. Una especie de depresión colectiva, socialmente organizada.

Esto no es normal. Hay países que registran esta situación, pero no en estos niveles. El promedio en los países de la Ocde es del 15%, casi la mitad del nivel argentino. Pero encima estamos hablando de los países más ricos del mundo. Pueden darse el lujo. Acá nuestros niños eternos se quedan parasitando a padres pobres o recibiendo sociales de un Estado quebrado.

Hay países donde esta situación es difícil de concebir. En países como Estados Unidos la independencia a los 18 es la norma. Entre los 18 y los 24 las personas cambian de trabajo como de ropa interior, adquieren la experiencia laboral que los acompañará de por vida, se mudan de ciudad, viajan, compran sus autos, toman préstamos para estudiar o hasta compran una casa a crédito.

Acá ya han transcurrido demasiados años de la misma situación. Y todos nos acostumbramos. Nos parece normal que cientos de miles de jóvenes estén en situación catatónica desde el punto de vista social. Los apañamos, los “comprendemos”, los padres no se animan a ponerles los puntos sobre las íes, los políticos ni hablar. Al contrario, los justificamos, con lisonjas y lástimas. Hasta terminar creyéndonos y haciéndoles creer que son víctimas.

Algunos lo serán. Y hay que ayudarlos. Pero pensar que hay un millón de jóvenes que son todas víctimas pasivas de vaya a saber qué, aunque estén sanos, habla de una sociedad entera que se ha acostumbrado a ver el mundo como una amenaza en lugar de verlo como una piscina hermosa y gigante a la que hay que empujar a los chicos.

El propio estudio de la UCA llama a los que no estudian “excluidos del sistema educativo”. ¿Cómo excluidos? Argentina es, por ejemplo, uno de los pocos países del mundo donde la universidad no es paga, donde se puede estudiar lo que uno quiera, sin cupo y sin límite en cuanto a la cantidad de años que se puede ocupar un banco. ¿De qué exclusión hablamos? ¿En qué otro país del mundo van a encontrar mejores condiciones para estudiar si en verdad tienen el interés de hacerlo?

Tal vez lo primero que deberíamos hacer en beneficio de estos jóvenes sea terminar con este discurso condescendiente, paternalista, para tratar con personas que ya no son adolescentes y que deberían estar arrojados a la aventura de la vida, antes de que sea demasiado tarde para que descubran sus talentos, ejerciten el esfuerzo y templen su carácter.

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