El tarifazo, la convertibilidad y a qué hora encender el lavarropas

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El tarifazo, la convertibilidad y a qué hora encender el lavarropas

20/03/2024 | 13:01

 

Redacción Cadena 3

Adrián Simioni

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El tarifazo, la convertibilidad y a qué hora encender el lavarropas

Hoy se cumplen 33 años de la sanción de la ley de convertibilidad, la piedra basal del intento más sistemático y exhaustivo que hubo por cambiar este país de raíz. Se cayó porque al final de los 90 no aceptamos reducir el gasto del Estado: no aceptamos bajar 13% el sueldo de los ñoquis, las jubilaciones y los salarios de los universitarios. Hay ver que ver cómo nos fue a todo por no aceptar aquel 13%. La convertibilidad de Domingo Cavallo imponía reformar el país para que fuera más productivo, de manera de poder ser competitivo con un peso atado a una moneda dura como el dólar. Debía ir acompañada, por ejemplo, de una reforma laboral para favorecer la creación de empleos capaces de pagar sueldos altos en dólares. Debían modernizarse y abaratarse la tecnología y la infraestructura para bajar los costos de producción en dólares de empresas que ya no iban a estar protegidas. La convertibilidad era una modernización.

Eso también incluía la energía. Tras décadas de tarifas congeladas, cuando Cavallo asumió faltaba energía porque no se había invertido durante muchos años. Pusieron al frente del tema a un cordobés: Carlos Bastos. Se privatizó todo el sector. Se sinceraron las tarifas. En poco tiempo empresas privadas pusieron usinas que captaron el gas que hasta entonces venteaba YPF y el gas desperdiciado se transformó en luz. Pero la energía era cara. ¿Cómo abaratarla? Con competencia. Las usinas empezaron a competir. El plan de Bastos –copiado después en otros países- era que los consumidores pudieran elegir también a quién comprarle la energía. Se pudo hacer con las empresas. Pero no llegó a prosperar con los consumidores residenciales. El 2001 liquidó toda modernización. Al revés, fuimos para atrás. Reestatizamos de derecho o de hecho la energía. Congelamos las tarifas 20 años. Y acá estamos.

En esos 20 años acumulamos un atraso regulatorio, tecnológico, de mercado, del que ni siquiera somos concientes. Veamos un ejemplo de España para ver de qué hablamos. Hoy en España entrás al sitio infoluz.info –pruébenlo- y ves a qué hora la energía es más barata, a qué hora es más cara, el precio en el momento, y el precio promedio del día. Entonces podés ahorrar. Si programas el lavarropas a las 4 AM lavar la ropa te cuesta un tercio que lavarla a las 8PM, no planchás ni loco a las 9PM o cargás las baterías de noche.

En Argentina no. En Córdoba, Epec, por ejemplo, ya comenzó a instalar algunos medidores inteligentes que le permitirán facturar por hora. Pero falta para que lo veamos en marcha.

Pero no hubo ninguna política nacional de modernización tendiente a eso. Al contrario, se congeló parcialmente la lógica noventista de Cammesa de ordenar que durante el día vayan entrando a funcionar primero las usinas más baratas y recién operen las más caras a medida que la demanda sube. Sin eso, vender la energía según su costo en cada hora no tiene mucho asidero.

Es el tipo de modernización que nos vendría muy bien hoy a los consumidores residenciales. Es cierto que podemos ahorrar energía, porque sabemos que en términos generales al amanecer y al atardecer hay horarios picos de consumo y a la siesta y a la noche hay un valle. Si consumimos en el valle ayudamos a que no se desperdicie energía que igual se genera y que no haya que producir energía extra con usinas adicionales en el pico. Le haremos un bien al ambiente. Es cierto. Pero no lo sentiremos en nuestro bolsillo porque el sistema no está preparado. En 2005, cuando Nestor Kirchner decidió seguir congelando las tarifas después de 5 años por pura demagogia, nosotros aplaudimos, como tantas veces, el atraso, el cortoplacismo de la luz gratis, la no inversión, el desperdicio. Ahora lo estamos pagando.

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