El particular mundo del revés de una diputada profesional

El particular mundo del revés de una diputada profesional se hace evidente en la reciente discusión sobre la ley de presupuesto en el Congreso. Julieta Estrada, diputada por el kirchnerismo y representante de la provincia de Buenos Aires, plantea un enfoque curioso sobre el financiamiento del gasto público. Su postura se centra en que los legisladores no pueden exigir gastos sin explicar cómo se financiarán, llevando la conversación a un terreno donde el Estado parece ser el financiador de los ciudadanos y no al revés.

Estrada menciona que el presidente Milei y su bancada oficialista han votado medidas sin fuente de financiamiento clara. Citó la eliminación del impuesto a la riqueza, la reducción de derechos de exportación y otras decisiones fiscales sin explicar cómo se cubrirán esos costos. Esta lógica, que parece invertir la relación entre el Estado y los ciudadanos, genera un debate profundo sobre la responsabilidad fiscal y el uso de los recursos públicos.

El diputado santafesino Alejandro Bongiovanni plantea que estas son dos visiones opuestas. Según su análisis, en lugar de que el Estado deba justificar el uso de los recursos que toma de los ciudadanos, se invierte la carga y son los ciudadanos quienes deben rendir cuentas al Estado sobre el uso de sus propios recursos. Esta perspectiva resulta inquietante, ya que sugiere una distorsión en la relación entre el Estado y los ciudadanos.

En este contexto, me inclino más por la postura de Bongiovanni. La experiencia muestra que cuando el Estado asume un rol excesivo en la economía, como ocurrió durante la presidencia de Cristina Kirchner, los resultados no son positivos. El gasto público creció desmesuradamente, lo que llevó a una inflación creciente, un banco central debilitado y un aumento en el empleo informal. La dependencia del subsidio estatal en lugar de fomentar la producción local se tradujo en un aumento de la pobreza.

Es crucial recordar que el Estado no produce riqueza directamente. La idea de que el Estado financie a los ciudadanos contradice la lógica económica básica. Cuando el Estado intenta participar en actividades productivas, como Aerolíneas Argentinas, termina consumiendo recursos en lugar de generarlos. Además, si seguimos la lógica de Estrada, la reducción de impuestos se vuelve complicada, ya que cada disminución requeriría la creación de nuevos impuestos para justificarla.

La Constitución establece que el Congreso debe autorizar los gastos en representación de los ciudadanos, no del Estado. Esta crítica a la visión de Estrada resalta la necesidad de un equilibrio entre un Estado eficiente y un sector privado dinámico. No se puede permitir que el Estado se convierta en un ente que saquea a los ciudadanos para financiar clientelismos y aparatos políticos ineficientes.

El Estado debe ser un instrumento que proporcione servicios esenciales, como seguridad, educación y salud, pero no puede convertirse en un obstáculo para la prosperidad de la sociedad. Los ciudadanos, al igual que las empresas, deben recibir un valor a cambio de sus contribuciones. La reciente protesta del sindicato de municipales en Córdoba ilustra esta necesidad; reclaman mejores condiciones mientras la ciudad presenta un estado lamentable.

En resumen, el mundo del revés que propone Julieta Estrada desafía la lógica económica y la responsabilidad fiscal. Es fundamental que se reconozca que somos nosotros quienes financiamos al Estado y no al contrario. La discusión sobre el presupuesto debe centrarse en cómo el Estado puede servir mejor a los ciudadanos, en lugar de exigirles cuentas sobre sus propios recursos. Esta es una crítica necesaria en el contexto actual de nuestra política económica.