El paro: Argentina versus Argentina
El paro: Argentina versus Argentina

Política esquina economía

El paro: Argentina versus Argentina

25/09/2018 | 07:42 |

El magistrado cubrirá el puesto vacante por Anthony Kennedy, jubilado en julio pasado. Kavanaugh fue acusado de supuestos abusos sexuales contra al menos tres mujeres.

Adrián Simioni

¿La crisis económica es una más de las tantas crisis recurrentes de la Argentina? ¿O su resolución iniciará cambios más o menos de fondo, que recién iremos descubriendo con el tiempo? ¿Esperamos que la cosa se resuelva para volver más o menos a lo mismo de siempre o para que empiece un cambio de raíz que redibuje el mapa de nuestra sociedad?

El que entró otra vez en crisis es el país hegemónico de siempre: el de la alianza política del Gran Buenos Aires con las provincias menos desarrolladas que viven de las partidas presupuestarias nacionales; el del Estado deficitario cuyos beneficiarios mayores se alojan en las grandes urbes; el de los restos de la industria protegida y subsidiada, que también se concentra en las grandes ciudades. En definitiva, son todos los que viven del gasto público que Mauricio Macri ha decidido recortar.

Por eso el mayor polvorín que percibe el Gobierno está en el conurbano bonaerense. Por eso las organizaciones que salieron a “calentar” ayer el paro de hoy fueron básicamente sindicatos y federaciones gremiales de empleados estatales (ATE, CTA). Por eso las calles estuvieron copadas por organizaciones piqueteras que han terminado administrando fortunas del presupuesto nacional con las que sostienen sus aparatos. Por eso los sectores industriales más críticos son los más atados al mercado interno, o los que más sufren el fin de la irrealidad tarifaria del kirchnerismo.

El Gobierno de Macri es el que llegó al final de un programa que, tras el estallido de 2001 que licuó el déficit fiscal con inflación y el endeudamiento con default, fue encabezado por Eduardo Duhalde y continuado por los Kirchner para volver a conectarle el pulmotor de la intervención estatal a vastos sectores que nunca fueron capaces de respirar solos. La sociedad que debe sostener a todo ese aparato ya no puede pagar más impuestos y ya no quiere pagar tan caros productos y servicios tan malos. Y el Estado no puede seguir emitiendo dinero ni conseguir que nadie más le preste para ir tirando.

Las corporaciones privilegiadas de esta estructura dominante y que se expresan históricamente en el populismo lo saben. "No alcanza con un paro. O se cae este modelo económico o estos tipos dejan el gobierno", dijo ayer, con tonito destituyente, el jefe de una de las dos CTA, Pablo Micheli. Es apenas un ejemplo.

Los sin relato

Viviendo la misma crisis, pero no con el mismo futuro, están, en cambio, otras fracciones sociales, otros sectores económicos, otras geografías, mucho menos organizadas, que, en lugar de estar financiadas por el Estado son exprimidas por él. No tienen una tradición política. No tienen un relato que les proporcione una identidad. Tradicionalmente están dispersas por la franja central del país (por eso, alguna vez hemos llamado Centralia a esta región, un poco en broma, un poco en serio).

Son básicamente el agro, la ganadería, las industrias de la alimentación capaces de competir, las industrias de agromáquinas, sectores orientados a la exportación, industrias que no necesitan de hiperproteccionismo para competir con los importados.

Son sectores que nunca pudieron desarrollarse porque siempre debieron ceder sus excedentes al Estado y sus protegidos. Y porque la lógica de los déficits fiscales perennes, que no los beneficiaban, sí los perjudicaban atrasando en forma sistemática el tipo de cambio. El resultado es que, por épocas (Martínez de Hoz, la última convertibilidad, los dos gobiernos de Cristina Fernández) ni siquiera ellos mismos fueron capaces de competir.

No pasa en todos lados lo mismo

La crisis golpea a todos, pero no todos la viven igual. Los datos de desempleo de junio conocidos la semana pasada muestran que en el Gran Buenos Aires la tasa de desocupación, que era de 10 puntos el año pasado, saltó a 11,4 por ciento. En cambio, en el conjunto de aglomerados urbanos del interior no sólo el desempleo es bastante inferior sino que subió mucho menos: de 7,1 a 7,3 por ciento. Y eso que el Indec sólo mide ciudades grandes. No sabe lo que pasa en Casilda, Olavarría o Villa María, y cientos de ciudades y pueblos donde vive  un tercio de la población argentina.

Otro relevamiento más nuevo, de julio, la Encuesta de Indicadores Laborales, muestra que el empleo en la industria manufacturera cayó 1,1% en el Gran Buenos Aires, contra 0,5% en el interior.

En junio, de los 30 mil nuevos empleos registrados privados declarados a la Anses, 21.300 eran del interior y los 8.700 restantes de Capital Federal y de la Provincia de Buenos Aires. Y eso pese a que históricamente más de la mitad de ese empleo registrado está en Capital Federal y Gran Buenos Aires.

Hoy son más

La devaluación, en tanto se frene la inflación y no se pase a precios, va a tener un impacto más positivo (ya lo está teniendo) en las economías regionales, en el interior, en el sector privado, en el rubro exportaciones. Pero eso jamás se va a notar en el escenario mediático y en la discusión pública, dominados por lo que sucede alrededor de la Plaza de Mayo.

Hay alguna esperanza, sin embargo. Hoy son más que en crisis anteriores las economías del interior que encajan en esas condiciones. Ya no es sólo Centralia con su soja, su maíz, sus aceites, su biodiesel, sus carnes y sus lácteos. La economía del vino en Cuyo tiene más peso que nunca. La de los limones en Tucumán también. La del litio en Jujuy y otras provincias riojanas empieza a dejar de ser una promesa. La soja ya no es sólo cuestión de Córdoba y Santa Fe. Santiago del Estero, Chaco o Salta también son de la partida. Provincias como San Juan o Catamarca necesitan que la gran minería vuelva a poner los ojos en nuevos proyectos para ellas, luego de una década de desincentivos. Y, sobre todo, Vaca Muerta ha comenzado a exportar un gas que ya ha dejó de ser una utopía.

La economía fallida de siempre

Son sólo algunos ejemplos de regiones que, si en crisis anteriores tuvieron a sus élites jugando para el bando del statu quo -que restituía la misma economía fallida de siempre tras cada debacle- esta vez deberían ponerlas a jugar de otro modo.

La misma crisis, para la argentina urbana estadocéntrica, sustituidora de importaciones y subsidiada, es una amenaza letal. Para la argentina del interior, privada, exportadora y que subsidiadora, es la oportunidad histórica de sacarse de encima el parásito que la condena a la anemia. En el fondo, es la chance de revertir una relación de fuerzas sociales, demográficas y culturales.

Lo que no está claro es que las sociedades y los políticos de cada una de esas regiones lo sepan. No sería la primera vez que actúan en contra de sus propios intereses por las rasgadas de vestiduras que practican los vendedores de presuntas tragedias sociales del primer y del segundo cordón del conurbano, que es prácticamente el único lugar al que miran a la hora de hacer un diagnóstico que, luego, trafican como válido para todo el país.