María Corina Machado se las ingenió para llegar hasta Oslo. Foto: Agencia NA (Premio Nobel)

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Corina: cómo burlar a un autócrata fuera de la ley

11/12/2025 | 13:20

  

Redacción Cadena 3

Adrián Simioni

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Corina: cómo burlar a una autócrata fuera de la ley

Hay historias que parecen escritas para una serie, pero que suceden en la vida real. Y la fuga —o el escape, o el periplo— de María Corina Machado no solo tiene todos los elementos de una novela política: también expone, sin anestesia, la magnitud del derrumbe institucional que vive Venezuela. Porque más allá del Nobel, más allá de lo que haya dicho Machado en Oslo, lo verdaderamente revelador es cómo logró salir del país una persona que lleva un año y medio en la clandestinidad, perseguida por la justicia chavista por “traición a la patria”, “instigación a la insurrección” y por difundir unos simples actos electorales que el régimen no quería que se vieran.

Un año y medio escondida en un territorio donde el poder del chavismo es absoluto, donde el Estado lo controla todo y donde la maquinaria de vigilancia está diseñada para detectar hasta el movimiento más mínimo. ¿Cómo se oculta alguien así durante tantos meses? Solo hay dos explicaciones posibles: una red de protección social —porque buena parte de la sociedad venezolana es opositora— o la corrupción interna del sistema, que siempre ofrece atajos, silencios y bolsillos abiertos.

Su salida es una metáfora perfecta de ese entramado. Para llegar a la costa pasó por diez puestos militares. Diez. Ninguna persona buscada por un régimen autoritario debería atravesar esa cantidad de controles sin un milagro… o sin dinero de por medio. Luego vino la escena casi cinematográfica: la barcaza de madera, los pescadores, la travesía hasta Curazao, el salto al avión que la llevó primero a Estados Unidos y luego a Noruega. Todo esto ocurre, recordemos, para huir de un gobierno que ha convertido las instituciones en decoración y la legalidad en una ficción útil solo para perseguir opositores.

¿De quién huye Corina Machado? Y la respuesta, por obvia, se vuelve incómoda para quienes todavía dudan del carácter del régimen. Hablemos claro: Maduro es un autócrata. Su expediente es impecable si uno busca los criterios para definir a un dictador en el siglo XXI. La última elección realmente válida fue en 2013. Desde entonces, el camino ha sido una sucesión de manipulación, fraude, proscripciones, presos políticos, cortes obedientes y parlamentos clausurados o sustituidos por inventos constituyentes que ni siquiera cumplieron con su propia farsa de redactar una constitución nueva.

En 2015, aun con líderes opositores presos, con distritos manipulados y con candidatos proscriptos, la oposición ganó el Parlamento. ¿La reacción? Anularlo. Vaciarlo. Reemplazarlo por una constituyente convocada por decreto para que hiciera exactamente lo que el Gobierno necesitaba: quitar del medio, otra vez, la voluntad popular. Y después vinieron más elecciones espurias, más denuncias, más participación restringida, más fraudes abiertos, como el de 2024, donde se bloquearon millones de votos en el exterior y se dejaron sin contar otros tantos dentro del país.

Ese es el contexto. Ese es el perseguidor. Ese es el Estado que busca a María Corina Machado desde hace un año y medio sin poder hallarla. Y ahora, para coronar el absurdo, Machado anuncia que va a volver a Venezuela, a la clandestinidad. Otra vez al gato y el ratón, pero esta vez con la humillación del régimen a cuestas: la mujer a la que no pueden atrapar burla al aparato completo de un gobierno que presume control total.

Tal vez la historia de Machado sea también un recordatorio: esos “destellos macondianos” no son patrimonio exclusivo de Venezuela. Cuando una institución se desdibuja, cuando se empieza a tolerar lo intolerable, cuando el poder se blinda y la sociedad se divide entre resignados y fugitivos, el riesgo de contagio existe.

La oposición venezolana probó de todo, participando, no participando, resistiendo, negociando. El resultado es el mismo: Venezuela está sin democracia. Por eso esta historia es mucho más que una aventura digna de novela. Es la radiografía de un país donde escapar disfrazada y a través de diez controles militares parece más sencillo que competir en elecciones limpias.

Y eso lo dice todo.

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