CFK, entre los jueces y la hinchada

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CFK, entre los jueces y la hinchada

12/02/2019 | 08:29 |

Tiene pleno derecho a postularse y a ser elegida. Pero, ¿qué pasa si, siendo eventualmente presidenta, la Justicia la condenara? El matete no será jurídico, sino político. 

Adrián Simioni

Todas las encuestas lo dicen. Quitando a María Eugenia Vidal, que volverá a ser candidata a gobernadora de Buenos Aires a menos que los marcianos invadan la Tierra, por ahora los argentinos con más posibilidades de llegar a un balotaje en la primera vuelta de octubre son Mauricio Macri y Cristina Fernández.

Y la segunda vuelta es la cara o cruz de una moneda. Los sondeos dicen en general que Macri tiene más chances. Pero no son unívocos.

Operativo clamor

En ese marco, la presión del kirchnerismo para que la expresidenta vuelva a ser candidata se redobló el fin de semana. Hasta Estela de Carlotto abandonó la fachada de ONG de su organismo y blanqueó su carácter de línea interna del frente antiMacri que imagina La Cámpora.

Magnánima, dijo que hasta Sergio Massa y otros que “se equivocaron” pueden volver, siempre que sea detrás de Cristina, a quien designó como su “líder”. Parece un libreto: el piquetero papal, Juan Grabois, dijo lo mismo.

Otros lo hacen por razones más concretas. Los cruciales intendentes del Gran Buenos Aires necesitan que sea ella la candidata porque es la que más puede ayudarlos a sobrevivir en la elección.

El peronismo no K puede soñar todo lo que quiera, pero si CFK va sola en ese distrito océanico, ninguno de sus candidatos tiene chances de segunda vuelta.

Operativo juicio oral

Mientras se redobla esta presión a la postulación, en la Justicia CFK tiene cada vez más problemas. El contador de siempre de la familia, Víctor Manzanares, se transformó en narrador. Y la está enchastrando en dos causas, igual que la viuda del secretario privado de Néstor, Daniel Muñoz.

Peor: un tribunal oral le acaba de ratificar que en dos semanas estará sentada junto a José “pasame los bolsos” López y otros funcionarios de décadas de Néstor y de ella, en la causa por la obra pública cedida a Lázaro Báez. Y todo recién empieza.

Es decir: mientras más se afirma la posibilidad de una candidatura, más evidencias en su contra se van amontonando en la Justicia.

Candidata sí, presidenta también

Constitucionalistas y especialistas de derecho político de primera línea consultados para esta nota -Jorge Barbará, Antonio María Hernández, Jorge Gentile, Andrés Rossatti- coinciden en algo básico: tanto la Constitución como la jurisprudencia de la Corte habilitan que Cristina Fernández sea candidata a Presidenta y eventualmente elegida.

Sólo una sentencia firme y definitiva (es decir, ya ratificada por la Corte Suprema en tercera instancia) podría dar lugar a una impugnación de candidatura o a un juicio político (que no necesariamente sería de destitución).

Es extremadamente difícil que alguno de los siete juicios que la involucran muestren una sentencia de primera instancia en el corto plazo. El que ya va a ir a juicio este mes, el más adelantado, va a demorar al menos un año, dicen los expertos. Es decir, ya habrá un nuevo Presidente.

Y con los tiempos de la Justicia argentina, una sentencia de la Corte podría demorarse años. Basta el ejemplo de Carlos Menem.

No habría cadenas que alcancen

Así que para la Argentina el problema de una CFK eventualmente en la Presidencia no será judicial. Será político. La perspectiva de un ocupante del Poder Ejecutivo que, durante su mandato, pueda recibir condenas de primera instancia por el asesinato de un fiscal, traición a la Patria, asociación ilícita, lavado de dinero, evasión, coimas y defraudación (algunos de los cargos que se le imputan) ciertamente no tendría precedente alguno.

Es difícil imaginar el día después de que un juez la condene por lavar dinero de coimas a través de la contratación ficticia de sus hoteles por parte de Lázaro Báez o Cristóbal López.

Uno imagina que en esa instancia no habría cadenas nacionales que alcanzaran. El nivel del conflicto político es difícil de proyectar teniendo en cuenta a los jugadores.

¿Cómo gobernaría al otro día? Otro experto consultado, pero que no quiso dar su nombre, llevó la especulación a lo impensado: “Yo, si fuera su abogado, en ese caso le recomendaría que se autoindultara. La Constitución le da esa facultad al Presidente. No dice que el indulto no puede ser para él”, sostuvo, un poco en broma y un poco en serio, exhibiendo hasta dónde podría llegar el sinsentido.

El clima autodestructivo parecería garantizado, a menos que, con CFK ya Presidenta, las causas en su contra se fueran durmiendo, apagando, dejando de existir, a manos de una Justicia que haya girado con el viento.

Crispados o resignados, no es negocio

Cualquiera de los dos escenarios, el de la crispación o el de la resignación, difícilmente serán buenas noticias para la agenda que este país tiene por delante.

La estanflación argentina está lejos de ser derrotada. Y el próximo gobierno, a menos que todo salte por los aires antes, deberá seguir cruzando el río que empezó a cruzar Macri. El Estado ya no se puede financiar subiendo impuestos, imprimiendo billetes o tomando deuda. La sociedad argentina necesitará un gobierno flamante y capaz de acelerar reformas estructurales postergadas por décadas. Argentina requiere confianza, justicia independiente y eficiente, instituciones estables, una moneda, inversiones.

Si la cúpula política argentina fuera una élite organizada en partidos capaces de consensuar y respetar bases, podríamos ahorrarnos algo de  todo lo que puede venir. Pero no son eso. Son facciones, líderes más o menos providenciales que llegan al poder rodeados de algo que llamamos partidos, “espacios”.

El cristinismo, por lo pronto, no piensa ahorrarnos nada de eso. Ni siquiera el riesgo de elegir a una Presidenta a la que, en medio de su mandato, la condenen eventualmente por coimera.