El presidente Alberto Fernández y el ministro de Economía, Martín Guzmán.

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Alberto Potter y la capa de invisibilidad

11/06/2022 | 14:54 | Por Adrián Simioni.

Redacción Cadena 3

Adrián Simioni

Al presidente argentino le vendría bárbaro la capa de invisibilidad que le permitía a Harry Potter ocultarse en situaciones difíciles. No sólo a él. Muchísimos políticos deben fantasear con alguna poción mágica para poder decirles a unos “A” y otros “B” sin que un grupo se entere de lo que le dijo al otro. O un conjuro que lo habilite a decir una cosa y hacer otra sin que los veamos.

Lo que más le convendría a Alberto en estos días sería algún toque de varita mágica para borrar partes de su pasado.

Al presidente se le está viniendo encima el alud de pesos que emitió y luego tomó prestados varias veces a tasas cada vez más altas para financiar el gasto público que Cristina Fernández le impide podar.

Sin crédito externo y para no emitir más dinero espurio que el que ya emite, el ministro de Economía, Martín Guzmán, le propuso al presidente financiar el brutal gasto y su déficit tomando pesos prestados en el mercado, en bonos atados a la inflación. En el último año, esa bola de nieve, que ya era grande, aumentó el equivalente a 34.000 millones de dólares. Está en pesos. Es una cordillera de ceros. A corto plazo. Da miedo. Basta decir que este mes de junio, por ejemplo, vencen unos 600 mil millones de pesos. Hasta fin de año, vencen casi 4 billones.

El problema es que, desde mayo, los prestamistas ya no renuevan todos sus préstamos. No ven muy sustentable que esa deuda siga multiplicándose a tasas cada vez más altas dado que la inflación a la que están atados los bonos crece o se mantiene en un estratosférico 5% mensual en lugar de bajar. Encima, el Banco Central ha vuelto a emitir, no sólo para alimentar el gasto público insaciable (380 mil millones de pesos) sino ahora también para ir al mercado a comprar los bonos de deuda de Guzmán que los inversores no quieren renovar.

Fórmula mágica, se necesita

La pregunta es la de siempre: ¿Dónde van a ir esos billones de pesos que ya no se cambian por bonos? ¿al dólar? ¿a cualquier otra cosa? ¿Cuál sería el impacto inflacionario?

Y las especulaciones sobre qué podría hacer el gobierno son también las de siempre. Lo primero que se teme es una megaemisión de pesos para cancelar todo. Pero el impacto inflacionario de eso sería incendiario. Todas las alternativas involucran algún tipo de default y algún impacto en los bancos (ya que la plata que los bancos prestan al Tesoro o al Central es la que los ahorristas tienen en sus plazos fijos). Están desde los catastrofistas que recuerdan el plan Bonex de 1989 (terminó transformando a la fuerza plazos fijos en bonos de deuda a largo plazo) hasta los moderados que recuerdan el “reperfilamiento” de Macri luego de perder las Paso en 2019 (la extensión forzada de los vencimientos). Pasando por los que hablan de un impago de intereses.

Ojo: también están los optimistas. Miguel Kiguel, experto muy respetado, ha dicho que “con un manejo razonablemente bueno la deuda en pesos es refinanciable” porque equivale a sólo 7% del PIB. No dijo qué sería “razonablemente bueno”.

Por lo pronto, viendo cómo va subiendo el agua, el ministro Guzmán salió a reclamar que el compromiso de cumplir a rajatablas con la deuda en pesos “sea una política de Estado”. O sea: pagar sí o sí, como sea.

Sobre esto, otro experto y exfuncionario de la segunda presidencia de Menem, Pablo Guidotti, dejó esta reflexión: “El ministro dice que la deuda doméstica (en pesos) nunca debería ser defaulteada, aún si su dinámica es insustentable. Pero eso implica que la hiperinflación es preferible a una reestructuración de deuda, ya que la deuda doméstica siempre puede pagarse creando más dinero. Esto es lo que llevó a la hiperinflación de 1989 en Argentina”.

La bruja que sale a cazar brujas

La papa quema cada vez más. Y por eso el gobierno ya empezó, por las dudas, a preparar un chivo expiatorio. El aparato comunicacional 'K' comenzó a sugerir desde el jueves, cuando se cayeron los bonos, que políticos y exfuncionarios opositores (a los que no identifican ni sitúan en ningún contexto) salieron a agitar fantasmas y a sugerir que al final del camino habrá un reperfilamiento como el de Macri, con el objetivo de dañar la débil posición de Guzmán echando más profecías autocumplidas al fuego.

El propio Guzmán apuntó para ese lado esta semana: “Los economistas del Gobierno anterior o de la oposición que digan qué harían con la deuda pública en pesos, que lo digan en público”, reclamó. Si este martes a Guzmán no le va bien con una nueva tanda de renovaciones de bonos tal vez vamos a ver más cacería de brujas.

La poción de Alberto

Y acá es donde a Alberto Fernández le vendría muy bien la capa de invisibilidad. Porque él conoce mejor que nadie la fórmula para ponerle una bomba a la estabilidad financiera de un gobierno por ambición de poder. Y no cuando falta más de un año para las elecciones, como sucede hoy.

Con el timing justo, el 28 de julio de 2019, 15 días antes de las elecciones Paso en las que barrió a Mauricio Macri, Alberto Fernández dio una entrevista para decir dos cosas.

Una cosa que dijo, textual, fue: “El dólar a 44 está retrasado (…) Toda la Argentina sabe que el dólar está retrasado, toda la Argentina sabe que el dólar se va a mover”. Y anticipó que con él iba a a haber un dólar alto: “Así vamos a poder producir en la Argentina y así vamos a poder exportar”. El lunes después de las Paso el dólar saltó a 62 pesos. Es como si hoy el blue pasara, de viernes al lunes, de 210 a 280 pesos.

Lo otro que dijo -también textual- fue: “Vamos a dejar de pagar los intereses de las Leliq que está pagando Argentina todos los días”. Es decir, una forma de default. Se refería a los bonos de deuda en pesos emitidos por el Banco Central, lo cual originó una despedida y adiós para cualquier deuda en pesos que oliera a Estado argentino y cuyo respeto inquebrantable debería ser “política de Estado”, según pide Guzmán hoy.

El 28 de agosto, dos semanas después de las Paso, el entonces ministro de Economía, Hernán Lacunza, anunció el “reperfilamiento” de la deuda en pesos del Tesoro, extendiendo los plazos en algunos casos hasta 2023, lo cual entre otras cosas aliviaba financieramente al gobierno que siguiera, que fue el de Alberto Fernández.

El descalabro financiero del final de Macri no es imputable a Fernández, por más que el ahora presidente haya colaborado con fruición. Igual que el descalabro actual no será imputable a ningún dicho que nadie escuchó, de políticos y economistas a los que nadie identifica y cuando falta más de un año para las Paso. Pero es probable que, con capa o sin capa, veamos a Alberto Fernández Potter salir a cazar brujas, acusándolas de volar la misma escoba con la que él ganó todas las competencias de su promoción en el Colegio Hogwarts.

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