A dos pasos del precipicio, la política vuelve a las andadas

Política esquina economía

A dos pasos del precipicio, la política vuelve a las andadas

16/10/2018 | 07:07 |

Massa y Cristina, con libreto de Luis Zamora. Cornejo lidera a la oposición para voltear la política tarifaria. Carrió demuele la única baldosa que le queda a Macri: el respeto a las instituciones. 

Adrián Simioni

En abril, el mercado le dijo a la Argentina que el gradualismo -ese plan para hacer el ajuste de a poco que terminó siendo un plan para postegarlo- no iba más. Que nadie le prestaba más plata. Los dólares comenzaron a levantar campamento. La megadevaluación disparó la inflación que para este entonces ya debía haber sido domada. La montaña rusa del mercado cambiario asustó a todos. 
Mauricio Macri resignó su proyecto de demorar el ajuste poniendo en crisis su reelección. Unos pocos peronistas anti K, con responsabilidad de gobierno, también vieron el precipicio y prometieron colaboración en el Gobierno. Los radicales, después de encabezar la cruzada que terminó forzando a Macri a vetar la ley de tarifas, pusieron barbas en remojo. Elisa Carrió se mantuvo firme con el Presidente. El kirchnerismo fue el único que siguió subido al Club del Helicóptero porque vio en la crisis económica la posibilidad cercana de conectar un túnel a las celdas.

Massa en Washington

Sin embargo, tras apenas dos semanas de una endeble pax cambiaria (y que no está comprada sino apenas alquilada al costoso precio del endeudamiento del Banco Central y del Gobierno a tasas superiores al 70%), casi todos vuelven a las andadas.
No Macri, porque tiene un compromiso firmado con el Fondo Monetario Internacional, el único ente que , a instancias de Estados Unidos, aceptó tirarle la última soga financiera a la Argentina, con el compromiso de que el país haga suavemente el ajuste que el mercado ya le había comenzado a imponer del modo más brutal. El macrismo es el único agente político que no puede jugar con el acuerdo.
Pero  todos los demás empezaron a hacer malabares.
La movida más reciente es la de Sergio Massa: hace apenas horas dijo clarito y  muy suelto de cuerpo en el Centro Woodrow Wilson, nada menos que en Washington, a 12 cuadras del Fondo Monetario Internacional, que el acuerdo de Argentina con el Fondo es “horrible” y deberá ser renegociado por el próximo gobierno. La última noticia que tenían en  Washington es que el FMI le podía mantener  la sonda  de dólares al deficitario Estado argentina porque, entre otros, los diputados que responden a Massa, iban a votar en el Congreso, en las próximas semanas, el presupuesto 2019 que contiene, precisamente, al menos parte de las metas pactadas por Nicolás Dujovne y los burócratas que dirige Christine Lagarde.

Dejá Cornejo, nomás

Está sucediendo lo que pasó con la quita de subsidios a las tarifas. En el presupuesto del año pasado, diputados peronistas y radicales aprobaron una ley que establecía reducción de las subvenciones. Pero apenas cuatro meses después, cuando el entonces ministro de Energía, Juan José Aranguren, dispuso esos cambios tarifarios, los radicales, liderados por el gobernador de Mendoza y presidente de la UCR, Alfredo Cornejo, se sumaron al hasta entonces solitario plan de Cristina Fernández de elevar los subsidios demagógicos ya impagables en vez de bajarlos. A Cornejo, obviamente, lo siguieron todos los legisladores opositores, incluidos los que supuestamente respondían a los gobernadores más racionales de la oposición. El traspié obligó a Macri a un veto y fue una señal clara para los mercados de que los políticos argentinos no estaban dispuestos a dejar de jugar con fuego.
De hecho, Cornejo acaba de hacer lo mismo la semana pasada, cuando lideró a la oposición, incluso a los massistas, para forzar a Macri a dar marcha atrás con el pago en cuotas a las petroleras por el gas ya consumido y pagado a un dólar ficticiamente bajo.
Si massistas y radicales terminaron jugando de peones de Cristina Fernández en aquella ley de tarifas, Massa está haciendo lo mismo ahora en relación al acuerdo con el FMI. Se acaban de conocer documentos del ala más radical del cristinismo donde La Cámpora, Leopoldo Moreau y Martín Sabbatella avisan que, si pueden, van “denunciar y renegociar el acuerdo con el FMI”, además de “suspender los desembolsos pendientes,  redeterminar un plan de pago de la deuda ingresada y cesación de las metas del memorándum”. ¿Quién escribe el libreto de Cristina (y aparentemente el de Massa también)? ¿Luis Zamora? (para los más jóvenes: político trotskista que sistemáticamente propuso en los ‘80y ‘90 el default y el corte de relaciones con el FMI en sus plataformas electorales). Eso es casi todo lo que quiere escuchar un acreedor para darse a la fuga.

Carrió y los peronistas que no aparecen

Al último aparece Elisa Carrió. Su cuestionamiento no va a la economía. Pero sí a la única baldosa que le queda a Macri para pisar firme ante la crisis económica: su  imagen de respeto a las instituciones judiciales, de cierta transparencia y de no intervención sobre la Justicia. Entre falsos chistes, proclamas de fiscal de la República y órdenes que parecen emanadas de un jefe de Gabinete que ella no es, Carrió viene erosionando la legitimidad de Macri y bombardeando a los ministros que no le gustan. Acaba de pegar en la línea de flotación del primer mandatario: “En la lucha contra la corrupción, perdí la confianza en el presidente”. Si Carrió en verdad piensa eso, entonces ya no puede ser una aliada de Cambiemos.
A Macri le quedan sus legisladores del PRO, un número indeterminado de radicales dispuestos a aguantar los trapos y esa indefinida porción del peronismo, donde están Juan Schiaretti, Juan Manuel Urtubey y tal vez alguno más, que en tres años no pudo sacudirse de encima a Cristina Fernández para construir el liderazgo que con mayor urgencia requiere la Argentina.