Gonzalo Lizarralde - Policiales Ilustrados

Femicidio

Uno de los femicidas más atroces de Córdoba se mudó de cárcel

03/08/2022 | 11:00 | Gonzalo Lizarralde cumple una pena de prisión perpetua. En 2049 podrá pedir la libertad. Se mudó de cárcel, estudia y recibe visitas.

Redacción Cadena 3

Juan Federico

Hacía 25 días que la Justicia de Córdoba le había indicado que él era el padre biológico de la niña que ya tenía un año y nueve meses. Un examen de ADN terminaba por confirmar lo que él siempre había querido negar.

Planeó todo al detalle. Aquella noche del jueves 14 de septiembre de 2014, le envió un mensaje a Paola y le dijo que ahora sí quería conocer a la pequeña, que le iba a llevar un regalo. Y, sobre todo, las cuotas alimentarias que debía. Cuando estacionó frente al departamento de calle Martín García 263, barrio San Martín, les pidió que bajaran.

Ya tenía abiertas las puertas traseras de la camioneta Peugeot Expert. Apenas madre e hija aparecieron, él las introdujo bajo amenazas en el interior del rodado y las atacó a puñaladas allí mismo. Paola intentó defender hasta su último aliento la vida de su hijita.

Al dinero nunca lo había llevado. Al cuchillo, sí. No hay dudas de que el doble crimen había sido premeditado.

Él mide 1,92 metros y en ese momento pesaba más de 110 kilos. Lo suficiente para doblegar a una mujer de 1,60 metros, menuda y con una criatura en brazos.

Paola se aferró a su hijita y a la llave que escondió en un puño. Arriba, en el departamento, estaban sus otros dos hijos adolescentes (frutos de una pareja anterior) y el celular. El teléfono terminaría por ser clave: en los chats se leía que Lizarralde esa noche iba a ir a verla.

El joven creyó que las dos estaban muertas. Las cargó en la parte trasera de la camioneta y arrancó en dirección al río Suquía. Tenía todo calculado. Las arrojó en una alcantarrilla de Igualdad y Zípoli, camino a su domicilio.

Después, siguió como si nada hubiera sucedido. Llegó a su casa de barrio San Salvador, donde lo esperaban su novia embarazada de tres meses y un amigo. Se sentó a jugar a la play station. 

Ella, odontóloga, le había mandado un par de mensajes reclamando que se apurara: él se había ido cerca de las 22, con la excusa de ir a la casa de sus padres a ayudarlos a poner unos cuadros. Les había dicho que lo esperaran para cenar, que iba a volver pronto. Regresó apenas pasada la medianoche.

Al otro día temprano, llevó la camioneta a lavar. La sangre, le dijo a los empleados del lavadero, era de la carne que utilizaba para la elaboración de sándwiches en el negocio familiar ubicado sobre la avenida Colón. 

Cuando llegó con la camioneta, los empleados se extrañaron por dos motivos: primero, el lunes la había hecho lavar; segundo, cuando abrieron la parte de atrás, el rodado estaba húmedo, como recién manguereado.

Gonzalo Lizarralde acababa de convertirse en uno de los femicidas más atroces de la historia de Córdoba.

El sábado a la noche, cuando aún nada se sabía de Paola y de su hijita, la fiscal Eve Flores (hoy jueza en Villa María) ordenó su detención. 

"Gonzalo no se va a cagar la vida por una negra de mierda que abrió las patas para sacarle plata", fue la lamentable expresión que profería uno de sus familiares en Jefatura, en medio de la captura, según coincidieron en contar varias fuentes policiales que participaron de las primeras diligencias.

El dato desnuda, acaso, la médula de toda esta historia.

Lizarralde siempre le había negado a su nueva pareja que el reclamo de la paternidad hubiera sido válido. O sea, rechazaba hacerse cargo de sus obligaciones.

Ochenta horas después, un llanto callado llamó la atención de un vendedor, que se asomó en la inmundicia de la alcantarilla y se topó con una historia de supervivencia extraordinaria, en medio de un espanto abrumador. La niña, aferrada al cuerpo de su madre, le había ganado al horror.

Pese a la abrumadora cantidad de pruebas en su contra, Lizarralde jamás confesó ser el autor de semejante espanto. Como con la paternidad, eligió evitar la verdad. 

En 2015, un jurado popular lo condenó a prisión perpetua. El Tribunal Superior de Justicia no sólo que confirmó la sentencia, sino que le impuso el agravante por femicidio. Para ser un femicida, enseñaron los jueces, no hace falta tener una relación de pareja consolidada, sino dejar en evidencia un odio profundo.

Hoy, Lizarralde ya abandonó la cárcel de Bouwer. Está alojado en un pabellón de la penitenciaría de la ciudad de 5, en la ciudad de Villa María. Por internet, estudia bajo la modalidad de distancia la licenciatura en Diseño Animación Digital, de la Universidad Siglo 21. Recién el 20 de septiembre de 2049, tras haber pasado 35 años dentro de un penal, podrá comenzar a pedir volver a la libertad. Tendrá 68 años.

Sus padres, que continúan sosteniendo su inocencia, cerraron la sandwichería y se mudaron de Córdoba. La familia era oriunda de una población cercana a Villa María. Ellos lo visitan en la cárcel con frecuencia. Pero no son el único contacto que Lizarralde mantiene con el exterior. Cada dos o tres meses, ingresa a verlo su hija, de hoy 7 años, que nació cuando él ya estaba preso. Nadie puede precisar qué historia le han contado sobre los motivos por lo que su padre vive allí. Pero nadie duda de que a ella no se han atrevido a narrarle lo que ese hombre fue capaz de hacer.

Policiales ilustrados

Producción periodística: Juan Federico.

Producción artística: Nicolás Sánchez.

Idea y realización: Leo Castellano.

Dirección general: Sergio Suppo.

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