El FMI son los padres

Otra mirada

El FMI son los padres

21/12/2021 | 09:12 |  

Adrián Simioni

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El FMI son los padres

El presidente Alberto Fernández se apresta a dejar una ofrenda multimillonaria en el arbolito del FMI, en Washington.

Mañana, alguien en el Banco Central le dará “enter” a una tecla y, a través de ese acto de magia, depositará en las cuentas del Fondo Monetario Internacional 1870 millones de dólares a nombre del gobierno argentino.

Una acción tan pequeña será muy significativa. Significa que Alberto Fernández -pese a todas sus críticas al FMI, al mantra argentino que sataniza al Fondo y le adjudica la extraña obsesión de querer dañar a los argentinos porque sí- quiere acordar con el FMI sí o sí.

Nadie sería tan estúpido de pagar casi 1.900 millones de dólares de contado, tiqui taca, si su plan fuera luego patear la mesa.

Sobre todo porque a la Argentina no le sobra nada. Para hacer este pago tiene que darle al Fondo dos de cada 5 de los dólares líquidos que le quedan. El jueves, calculan los especialistas, al Banco Central le quedarán dólares para afrontar apenas tres semanas de importaciones.

No sólo es evidente que el Presidente quiere firmar. También es obvio que lo necesita urgente. En los primeros días de enero tiene vencimientos multimillonarios con privados y en marzo vuelven a caer cuotas con el Fondo y con el Club de París que no se van a poder afrontar. Es más: si Alberto ya hubiera llegado a un acuerdo con el Fondo, no tendría necesidad de entregar mañana estos 1.900 millones, porque se los renovarían.

Lo único que tiene que hacer Argentina para llegar a un acuerdo eso es presentar un plan concreto para poner en orden de una vez en orden sus cuentas públicas. Para dejar de ser el país que todo el tiempo le ruega a los demás países (que son los dueños del FMI) que le pongan la escupidera.

Pero, claro, eso, poner en orden las cuentas, contradice el relato populista, porque todas las políticas demagógicas que le gustan al kirchnerismo lo que hicieron fue precisamente fue descalabrar las cuentas públicas.

Entonces Alberto está atrapado. Quiere desesperadamente acordar con el FMI, le va a dar mañana 1.900 millones de dólares, pero a la vez tiene que demonizarlo y acusarlo de que nos “exige” un ajuste diabólico. Es como escribirle cartitas a Papá Noel pidiéndole una bicicleta y, al mismo tiempo, considerar que Papá Noel es un ogro miserable.

Entonces el relato estalla. No da para más. Hay una sola forma de terminar con esto: dejar la infancia y admitir que Argentina necesita poner en orden sus cuentas, no porque lo “pida” el Fondo, sino porque es lo que este país necesita para salir de su decadencia. Como pasa cuando crecemos, hay que admitir de una buena vez que el FMI son los padres.

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