Políticos, curanderos y otras hierbas, por Alberto Roselli.

Opinión

Políticos, curanderos y otras hierbas

20/08/2025 | 10:26

  

Redacción Cadena 3

Alberto Roselli

Hace pocos días pude acceder a una noticia que me despertó la inquietud por el tema: el despacho de un legislador estuvo a punto de incendiarse por haber dejado una vela encendida, supuestamente a un santo, a modo de ofrenda para conseguir su protección.

No suena mal la intención.

Pero ahondando no solamente en la actualidad sino yendo hacia atrás, he podido saber con cuánta devoción en el mundo político –aunque no todos, por supuesto- se acude a curanderos, sanadores, brujos que ayuden a lidiar con las “malas energías”, sobre todo la envidia y así poder crecer y destacarse para conseguir una “carrera” política.

Un paréntesis: no parece que sea para ser mejores servidores de la cosa pública ni obreros del bien común, finalidad última de la política misma, aunque, y lo repetiremos mucho, no todos. Cierro paréntesis.

Esta fruición, este entusiasmo encendido por buscar protección en las fuerzas de lo oculto –porque bien oculto que lo tienen- no alcanza sólo a los políticos.

También empresarios de los más estirados, gente de a pie, gestores públicos y hasta comunicadores famosos y conocidos por sus templados comentarios racionalistas –por supuesto, no todos- son clientes de estos gurúes de lo sobrenatural, que van haciendo su fama de boca en boca que mientras más consultados son, más cotizan sus servicios: le ley del mercado...

En el último tiempo parece haber reaparecido el uso de la ya clásica cintita roja. En las muñecas, en los vehículos y donde sea a modo de “por las dudas, mal no hace”.

Comparto una anécdota: en un viaje al Vaticano, un queridísimo amigo y excelente colega; buena gente y dedicada persona de familia, me pidió: “tráeme por favor, una cintita roja bendecida por al Papa”…

Por supuesto no es mala intención. Todo lo contrario. Es la búsqueda de apoyo más allá de lo puramente humano, confundiendo lo trascendente con lo oculto. Sobre esta diferencia podremos explayarnos, quizás, en otra columna; porque claramente son dos cosas muy distintas.

La serie sobre Menem estrenada hace un tiempo, muy vista en su momento y ahora ya un poco más sosegado el entusiasmo -que va adoptando modas, también en series- dejo claro lo que en su momento se conocía fehacientemente: el entonces presidente, ya de gobernador y antes también, tenía como brújula de su éxito y crecimiento político, la permanente consulta a hombres y mujeres que con sus artes trazaban líneas que inspiraban el camino del líder riojano. Veamos hacia dónde nos llevó y cómo nos dejó. Eso sí, famoso se hizo.

También de otros muchos referentes de la política –no todos, claro- que a lo largo de sus apariciones y crecimiento como figuras y líderes, se conocen aunque no se digan, conductas habituales de consultas a los nigromantes y brujos de moda; con la adopción de elementos “neutralizadores (cuando no contragolpeadores) de la envidia y de todo mal” que forman parte fundamental de sus despachos en rincones, por supuesto, escondidos.

Se pueden ver cosas increíbles: estampitas de santos para uso sanador, cintas, cadenas, rosarios y cruces -no por fe religiosa-, pedacitos de madera, medallas e imágenes hasta de sanlamuerte, botellitas con agua bendita, ramas de vaya uno a saber qué plantas y, por supuesto, velas … porque hay que recordarle a esas fuerzas del cielo que deben proteger al cliente, más ocupado en conseguir espacios de poder que en servir desde el espacio que ocupa. Por supuesto, no todos son así.

Acudir a lo supuestamente espiritual para beneficio propio delata el claro objetivo de no dejar pasar la oportunidad –también personal- de liberarse de los envidiosos que harían cualquier cosa por ese mismo espacio, y de alguna manera admitir que hay una energía misteriosa de otra dimensión que es mejor tenerla como amiga, provocando una especie de duelo entre los supuestos poderes de tal o cual médium.

Este criterio suele ir acompañado de la obsecuencia miserable con quien está más arriba, para ser tenido en cuenta en el desgastante deporte de trepar.

Hasta Milei habla justamente de las fuerzas del cielo, difícil concepto para comprender en alguien que de tanto mirar para arriba parece no ver el derrumbre de la dignidad de no pocos de sus gobernados.

Hace un tiempito -en fin- el despacho de un legislador estuvo a punto de incendiarse, porque alguien dejó encendida una vela a modo de ofrenda pidiendo protección a las energías del más allá …

Lo responsable es apagar esa vela antes de irse. Si así gobierna, imaginemos las consecuencias.

Y ejercer la tarea para el bien común, antes que ahorcarse las muñecas de cintas rojas para la envidia; al menos para que la propia sea más poderosa que la del competidor de turno.

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