Rusia afirma haber destruido más de 3.200 objetivos militares en Ucrania.

Opinión

Líneas imaginarias

11/03/2022 | 09:16 |  

Alberto Roselli

1. Entre los recuerdos de la época de escuela primaria y los primeros años de la secundaria, los de mi generación y algunas más, tenemos bien grabado que en la materia Geografía el docente de turno solicitaba periódicamente algún trabajo sobre distintos mapas, según lo que exigiera la currícula.

Entre lo anecdótico resulta inevitable que aquellos mapas podían ser comprados o calcados, esta última un tarea ardua si las había. Pero si se contaba con alguna hermana mayor la cuestión quedaba solucionada.

Había una diferencia sustancial entre los mapas: los “físicos”, que servían para marcar ríos, cadenas montañosas, etcétera, y los “políticos” que debían incluir los límites entre los países, provincias o estados, para aprender nombre y capitales.

2. Ni siquiera en plena postguerra, en la Guerra Fría, cuando se hacía gala de los famosos y temibles botones rojos –referentes del poderío nuclear devastador- entre Rusia y Estados Unidos, nadie en occidente se atrevió a dar el primer paso para desatar una guerra abiertamente por intereses particulares.

El país que así lo hiciera corría el riesgo de quedar expuesto a la condena mundial, guardando las formas ante la ONU, creada justamente para garantizar un diálogo, que nunca pasó de lo formal y de lo políticamente correcto.

La realidad es que estos países bélicamente poderosos hacían sus negocios armamentísticos renovando sus armas y tecnologías, vendiendo lo “pasado de moda” a grupos reaccionarios y a sus contrarios –de eso va el negocio- sobre todo en los vapuleados países africanos, asiáticos y sudamericanos, sin importar las trágicas y vergonzantes consecuencias.

Es cierto, si, que en el mundo musulmán nunca faltaron los conflictos, centralmente por el petróleo, de los que participó (y participa) sin invitación Estados Unidos, en nombre de la justicia, la igualdad y el derecho de los que su propia propaganda justifica como las víctimas, aunque todos sabemos que su interés último pasa por el control de la producción y distribución del “oro negro”.

3. Nadie se había atrevido a tanto, decíamos, desde la postguerra.

Y Rusia lo hizo.

Lo que nos muestran los medios occidentales es la impiedad e insensatez de Vladimir Putin, asolando a su paso todo lo que se oponga a mantener su poder en la región, aduciendo que Ucrania siempre fue rusa y que, por tanto, no debe formar parte de la OTAN, una especie de sindicato de seguridad militar ultra nacional, liderado por los Estados Unidos.

En el fondo sigue siendo una lucha de poder, una lucha económica, por mejor decir, entre las potencias… y menos mal que China se mantiene al margen.

En definitiva, ninguno de los grandes sufre costos de los que duelen en una guerra.

Los muertos y las víctimas en sentido estricto, son de los que ponen el patio de su casa para que exploten las bombas, se dirijan los misiles y estallen los gritos y las balas: el territorio de Ucrania.

4. Tanto hemos involucionado y peor aún, naturalizado el poder absoluto, que una línea imaginaria y un uniforme distinto, o un color diferente de piel, o una lengua diferente nos hace creer que nosotros, los buenos, estamos frente a los otros, los malos.

Los pájaros cuando vuelan no saben que al cruzar esa línea imaginaria están transgrediendo una frontera.

No está mal que las haya. Sirven, teóricamente, para que cada porción habitada de este denostado y abusado planeta sea atendido como se debe respetando identidades, historias, costumbres y modos.

Pero no es así en la realidad.

Estamos al borde de justificar que unas líneas imaginarias, irreales, y solo existentes en los mapas, decidan y nos convenzan quienes son mejores que otros. Solamente por ser distintos.

Cada uno con lo suyo, todos somos personas. Todos somos humanos. Todos podemos dar algo. Todos necesitamos algo.

Que esta tragedia que hoy vive Ucrania no nos haga brotar la miserable reacción de enfrentarnos sólo por líneas imaginarias. Las de afuera y también las que llevamos adentro.

Convirtamos esto en una oportunidad para apostar por la paz, la que tenemos al alcance cada día. Esa sí que es real.

Lo demás simplemente son líneas imaginarias.

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