Hace 50 años devolvían los restos de Eva Perón.

Un día como hoy

Hace 50 años devolvían los restos de Eva Perón

03/09/2021 | 07:17 | Por Luis Meglioli.

Luis Meglioli

Era viernes, como hoy, aquel 3 de septiembre de 1971. Eva Duarte de Perón había muerto el 26 de julio de 1952, pero desde 1956 su cuerpo, que embalsamó a la perfección el español Dr. Pedro Ara, llegó a peregrinar casi quince años hasta encontrar de nuevo destino argentino. 

Es sabido que todo comenzó tras el derrocamiento de Perón (1955) y la irrupción de la llamada Revolución Libertadora, cuyos responsables observaron con incomodidad la presencia del féretro con los restos de Evita en la sede central de la CGT, donde se encontraba desde poco después de su muerte. 

Son numerosas las crónicas y hasta libros escritos sobre lo que vino a continuación y hasta la decisión de otro gobierno militar de devolver tan buscado cadáver. 

Pero para evocar aquel momento en que Perón volvió a tener ante sus ojos el cuerpo yacente de su mítica segunda esposa, este periodista recuerda lo que le informó José Miguel Vanni, testigo de aquella ceremonia, asistente de Perón y vinculado en su momento a José López Rega, ambos residentes en la misma quinta “17 de Octubre”, junto a Perón y a su esposa María Estela Martínez, en el barrio madrileño de Puerta de Hierro. 

Hay que señalar primero que el entonces presidente de facto, general Alejandro A. Lanusse, continuador de sus camaradas Onganía y Levingston en la llamada Revolución Argentina (1966-1973) que derrocó el gobierno democrático de Arturo U. Illia, y uno de los protagonistas principales del secuestro del cuerpo, fue quien puso la firma para la entrega definitiva. 

Todo sucedió la tarde noche del citado 3 de septiembre de 1971 con la presencia del embajador de Lanusse en España, Jorge Rojas Silveyra, el coronel Héctor Cabanillas, jefe de la SIDE en 1956 y a quien Aramburu le encomendó el operativo para ocultar el cadáver ese año, el entonces delegado de Perón en Buenos Aires, Jorge Paladino, y el sacerdote Alessandro Angeli, tal como lo certifica el acta que se firmó aquel día en seis ejemplares. 

Según Vanni, antes de la firma, el jefe del Justicialismo pidió abrir el féretro para comprobar que el cuerpo era de su segunda esposa, y costó mucho porque no había con qué hacerlo: “Lo miró notablemente emocionado, algo poco común en él, y tras unos minutos ordenó cerrarlo de nuevo”. 

Pero lo que sucedería después sólo puede imaginarse en la ficción: “El General ordenó esa misma noche que lleváramos el ataúd al piso de arriba y lo pusimos en una habitación bajo llave. 

Unos días después Isabelita subió para comenzar a limpiar el cadáver de muñeca de Evita, que tenía no sólo tierra desde sus cabellos a los pies, sino cortes y señales de golpes… Le llevó varias semanas esa tarea. 

Pero, mientras tanto, López Rega quiso hacer una de las suyas, y convenció a Isabelita que a través de unos ritos esotéricos que él había aprendido en Brasil, le trasladaría a ella virtudes de Evita. 

Se sacó el cuerpo del féretro y se lo colocó sobre una cama, mientras en otra cama paralela se acostó Isabelita. Entre ambas camas el Brujo pronunció esos ritos durante un prolongado tiempo, y al final volvieron a colocar el cuerpo en el cajón”. 

De esto Perón no se enteró jamás, aseguró Vanni. Lo que vino después es muy recordado. Perón realiza su primer retorno al país, el 17 de noviembre de 1972, y el definitivo el 20 de junio de 1973, pero los restos de la “Abanderada de los humildes” y “Jefa Espiritual de la Nación”, como se le llamaba durante el primer gobierno justicialista (1946-1955), recién volverían a Buenos Aires el 17 de noviembre de 1974, con Perón ya fallecido y enterrado en la residencia de Olivos. 

Luego, tras el golpe de 1976, al dictador Jorge Videla también le incomodó tener tan históricos cuerpos cerca y ordenó devolverlos para que sean enterrados en los mausoleos familiares. 

Perón no había querido traer el cuerpo momificado de Evita en su retorno. Y Vanni lo explicó así: “El General me entregó una certificación firmada por él y por Isabel por la cual me dejaba a cargo de sus bienes en Madrid y me dijo: ´No voy a llevar a Evita. A mí me van a matar apenas llegue y si la llevo, ella volvería a sufrir otras infamias”.

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