El Estado es mío, mío, mío.

Causa Vialidad

El Estado es mío, mío, mío

27/08/2022 | 15:30 |  

Redacción Cadena 3

Adrián Simioni

En “Yo también fui un espermatozoide” el genial Dalmiro Sáenz planteaba una situación desopilante. Llevado a juicio por “incitar a las masas” de una panadería, el protagonista de esta historia decide asumir su propia defensa. “Todavía se comenta en los Tribunales mi brillante alegato”, contaba. Su alegato había sido este: “Señor juez, pido la absolución total sin que el proceso afecte el buen nombre y el honor del señor fiscal”.

-¿Cómo? -preguntó, completamente desconcertado, el juez.

-Sí, señor juez, no admito ninguna interrupción; el fiscal es un probo funcionario, un buen padre de familia, íntegro, intachable y lleva con dignidad el cargo que la sociedad le ha confiado, y es por eso que pido la inmediata libertad del señor fiscal.

“Triunfé -concluía el protagonista, con orgullo- Ese mismo día el fiscal estaba en la calle; yo no lo pude ver porque me demoré un poco, unos cuantos años, y cuando salí, él ya no estaba”.

Casi igual de desopilante fue la furiosa respuesta de Cristina Fernández a las acusaciones de los fiscales Luciani y Mola. Ahora resulta que, según ella, el lanzador de bolsos José López -al que los Kirchner le hicieron firmar todos los cheques de sus obras públicas entre 1990 y 2015- trabajaba para Macri y sus empresarios corruptos, sin que Néstor, Cristina, Julio de Vido, Máximo, Abel Fatala, Ricardo Jaime y tantos otros se dieran cuenta. ¿En serio? Cuando Macri ingresó a la política, en 2007, hacía 17 años que López custodiaba las cajas fuertes verdes que tanto excitaban a Néstor, como cualquiera puede ver en Internet.

Incluso para una Relatora Profesional como CFK era difícil sentar a semejante elefante en el living. Sin embargo, sus fieles más recalcitrantes estaban dispuestos a arrancarse las retinas con tal de seguir sin ver la trompa. Pero entonces habló Alberto y el cuentito rosa de la payadora perseguida frenó en seco su expansión. Las torpes palabras del presidente sonaron a apriete. Y el relato se perdió por el lado de los tomates.

Entonces que sea por la fuerza

Así, la desafiante defensa de la vicepresidenta quedó medio tocada y hundida en el mundo etéreo de las palabras. Y, por lo tanto, tendrá que sostenerse, sobre todo, en realidades más conducentes. Hay que usar el Estado Mío-Mío-Mío, largamente apropiado desde 2003, que sirve para fletar la militancia rentada y el ñocaje perozoso de la revolución imaginaria.

Se los pudo ver frente al departamento de Recoleta. Ya no son tan jóvenes. ¡Caramba, un último esfuerzo, che! A tomar las calles. Si la tocan a Cristina. Les vamos a bajar los dientes a los fiscales. Vamos a cortar las rutas hasta que caiga el imperialismo. Hay más arengas que ceros en el país inflacionario.

Disimulá que hacemos el ajuste

El clima de amenaza, de alzamiento destituyente contra la Justicia -que el kirchnerismo llama “movilización”- es un bochazo que hay que asegurar.

Y no está fácil encender los ánimos e incendiar la pradera en medio del ajuste de Sergio Massa.

Hay paradojas que pueden transformarse en contradicciones de un momento a otro. Un pequeño ejemplo: este jueves, el diputado por Córdoba Pablo Carro, participaba de la marcha de defensa del gobierno de Cristina en el centro cordobés al mismo tiempo que su sindicato Adiuc hacía paro en la Universidad Nacional de Córdoba contra el ajuste del gobierno de Cristina. ¿Cuánto aguanta eso?

Con la de los discapacitados

Así que es mejor no dejar nada librado al azar. Lo cuenta el kirchnerismo sin tapujos. El diario Ámbito Financiero, del Grupo Indalo perteneciente a Cristóbal López, el periodista Mariano Martín contó esta semana que los sindicatos peronistas están desesperados por la situación financiera de las obras sociales.

Se agotaron los fondos que el Estado les gira para prestaciones por discapacidad, auxilios a obras sociales, tratamientos crónicos y prestaciones de alto costo. Hay un DNU en danza que Massa no firma. Y el periodista cuenta que la semana que viene habría novedades “en paralelo con el avance de las conversaciones políticas por la participación de la central obrera en la escalada de movilizaciones que planea el PJ en defensa de Cristina”.

Traducido: el Estado es Mío-Mío-Mío. Parte de la plata de las combis que trasladan a personas con discapacidad podría depender de la onda que le ponga la burocracia gremial a la defensa de Cristina.

El lawfare de los derechos humanos

El Estado no sólo puede usar plata de los más vulnerables para ganar la calle. El periodista Gustavo Noriega alertó sobre lo que contó el viernes otro diario K, en una nota sin firma.

Página 12 salió en su Ford Falcon a escrachar a hijos por acciones de sus padres. Y marcaron al juez que juzga a la vicepresidenta, Rodrigo Giménez Uriburu, hijo de un exmilitar de la Marina. Todo lo que pudieron encontrar es que el padre del juez, hoy de 82 años, “entre 1976 y 1981 cumplió diversas funciones en diversos barcos de la Armada”.

“No hay información que lo ubique en ningún centro clandestino ni grupo de tareas”, admite el diario. Sin embargo, dice que “podría abrirse una nueva etapa de investigación”.

Si pueden llegar a usar dinero de los discapacitados para motivar a la CGT, ¿por qué no activarían una vez más la lesa humanidad para amenazar al juez de Cristina?

Los filósofos propietarios

El kirchnerismo, al fin y al cabo, ya no distingue entre el Estado y el Partido. Como cualquier totalitarismo. Por eso a casi nadie sorprendió que la Facultad de Filosofía y Letras emitiera un comunicado institucional dar por sentado que hay una persecusión contra Cristina, que el Poder Judicial quiere proscribirla y para repudiar ambas cosas. No se trata de un comunicado que firman a título personal individuos que además son jerarcas de una facultad. No. La que firma es la facultad. ¿Estarán tan seguros de que en toda la facultad no hay ni un sólo docente, no docente, estudiante o egresado que al menos dude de que haya una persecusión a Cristina?

Y aún si semejante unanimidad fuera posible ¿es posible poner una persona jurídica del Estado al servicio de un particular que ni siquiera ha sido condenada y sobre la que pesan al menos sospechas razonables de posible corrupción?

¿No era que las universidades son públicas? ¿Qué opina sobre el juicio a CFK el público que sostiene esas facultades con impuestos? ¿Cuándo las escrituraron a nombre de una nomenklatura elegida por apenas un período?

Hay niveles básicos de primitivismo y después está lo que hicieron -y permitieron hacer- los profesores de Filosofía de la UBA. Nuestra biencomida intelligentsia de cabotaje vuela a nivel de zócalo.

Embajadores denuncian a su propio Estado

Hasta la representación internacional del Estado ha sido puesta al servicio de Cristina. Más de la mitad de los embajadores más importantes del país se despacharon -en sus países de destino- con una declaración según la cual el Poder Judicial del Estado argentino que ellos representan persigue a ciudadanos argentinos. Debe ser la primera vez en la historia que diplomáticos denuncian en masa a su propio Estado. Lo único que falta es que se pidan asilo a ellos mismos. Pasó Piñón Fijo y dijo que la payasada era demasiado grande.

Son los embajadores en China, Brasil, Rusia, Naciones Unidas, México, Chile, Bolivia, OEA, Paraguay, Uruguay, Colombia, Venezuela, Ecuador, Honduras, Nicaragua, Cuba, Vaticano, Hungría y organismos como la Unesco y los Cascos Blancos.

Si esta gente cree que el Estado que ellos mismos representan oficialmente viola derechos humanos y garantías constitucionales, deberían renunciar ¿no? Es inevitable preguntarse cómo habrían actuado de haber sido embajadores cuando Videla, Massera y Agosti instauraron la última dictadura.

Son pequeños grandes hechos -vaya a saber cuántos más se están cocinando de los que nunca nos enteraremos- que exhiben con toda pompa la decadencia institucional de un Estado puesto al servicio no ya de un partido -ese fascismo hace dos décadas que engorda- sino de una persona.

No es bonito. Es más burdo que sofisticado. Más primitivo que elaborado. Más bestial que elevado. Y hay una sola cosa que todo esto no es: sorprendente.

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