Balcanización o banalización de un país

Milei vs gobernadores

¿Balcanización o banalización de un país?

25/02/2024 | 09:11

 

Redacción Cadena 3

Marcos Calligaris

En las últimas horas, el diputado nacional de Unión por la Patria, Leandro Santoro, realizó una fuerte advertencia sobre el conflicto entre el Gobierno nacional y los gobernadores, deslizando que el mismo podría llevar al "desmembramiento de la Argentina", utilizando el ejemplo de la desintegración de Yugoslavia.

Santoro se refirió puntualmente a los cruces entre el gobernador de Chubut, Ignacio Torres y el presidente Javier Milei por la quita de fondos coparticipables a esa provincia por 13.500 millones de pesos, lo que incluyó la amenaza por parte del mandatario provincial de cortar el envío de petróleo y gas si el presidente no les envía en tiempo y forma los fondos coparticipables que supuestamente le corresponden.

A Torres se le sumaron las voces de prácticamente todos los gobernadores, incluyendo los del PRO, haciendo tambalear el acuerdo que por estos días analizan para cogobernar junto a La Libertad Avanza.

El interrogante que se plantea es si la tensión entre el presidente y las provincias es comparable con lo que llevó a la desintegración de Yugoslavia en los 90, lo que también se conoce como balcanización.

Lo primero que debe señalarse es que la disolución de ese país del sur de Europa se dio en un contexto histórico y político muy diferente al argentino. De hecho, el principal motivo del ocaso de esa nación tiene estricta relación con la creación de la misma.

Yugoslavia se originó al finalizar la Primera Guerra Mundial en 1918, como resultado de la unión de territorios poblados por eslavos del sur (lo que da origen a su nombre en serbocroata), que anteriormente formaban parte el Imperio austrohúngaro, entre otros Estados.

El desafío de esa nación fue, antes que nada, lograr la convivencia étnica y religiosa. Allí debían convivir serbios ortodoxos, croatas y eslovenos católicos, bosnios de mayoría musulmana, entre quienes habitaban croatas y serbios; montenegrinos y macedonios ortodoxos. La novela "Un puente sobre el Drina", del Nobel de Literatura Ivo Andric, explora esa convivencia y los conflictos desatados entre las diversas culturas y etnias.

El mariscal Josip Broz Tito echó mano a todas la políticas que tuvo a su alcance para superar esos nacionalismos internos, además de las tensiones culturales, religiosas y étnicas que se manifestaban, y logró imponer su visión de una Yugoslavia unida a mediados del siglo XX, aunque esa aparente unidad quedó trunca tras su muerte en 1980.

Fue entonces cuando la falta de entendimiento derivó en terribles conflictos armados en la década del 90: sangrientas guerras intestinas que resultaron en genocidios y gravísimas violaciones de derechos humanos.

Una tras una, las repúblicas de Yugoslavia comenzaron a declarar su independencia. En 1991, lo hicieron Croacia y Eslovenia; en 1992, Bosnia y Herzegovina; en 1993, Serbia y Montenegro. Finalmente, en 2008 Kosovo declaró su independencia de Serbia, como último coletazo del proceso de desintegración de la Yugoslavia con la que había soñado Tito.

"Miss Sarajevo", de U2 y Luciano Pavarotti se erige como testigo sonoro de aquellos días sombríos durante la Guerra de Yugoslavia en la ciudad de Sarajevo, cuando estaba cercada por el ejército serbobosnio.

A partir de entonces, el término "balcanización" comenzó a emplearse en los casos de desmembramientos o conflictos que amenazan con la disolución de un país.

Siempre hay denominadores comunes que alientan estas situaciones, como cuestiones étnicas, religiosas, lingüísticas o culturales. España lo sufre en el contexto de los movimientos separatistas en Cataluña, el País Vasco y Galicia; lo que supo ser la Unión Soviética continúa fragmentándose y la guerra entre Rusia y Ucrania es un botón de muestra; lo mismo puede decirse del "divorcio de terciopelo" entre República Checa y Eslovaquia, para poner fin a Checoslovaquia en 1993, o la partición de Sudán y Sudán del Sur en 2011.

Nada de esto sucede en Argentina.

Pese a organizarse en su génesis como un crisol de razas, y tal como ha sucedido en muchas naciones de América Latina, nuestro país ha logrado conformar una población homogénea con una identidad nacional consolidada que no hace pensar en divisiones territoriales.

Esto se debe, en parte, al uso del mismo idioma desde Ushuaia hasta La Quiaca; a la preeminencia de la religión católica, en medio de una gran diversidad religiosa; a la tradición democrática, que pese a la irrupción de dictaduras ha permitido una alternancia entre distintos partidos. Huelga decir que para hablar de conflictos bélicos entre provincias hay que retrotraerse a las Guerras civiles entre federales y unitarios, que en definitiva batallaban por cuál debía ser el sistema que rija país, no por su desmembramiento.

Recapitulando, lo que plantea Santoro, más que un vaticinio preocupante es simplemente una comparación sin asidero que debe tomarse como del dirigente opositor del que viene.

Hasta dónde llegará el tire y afloje entre Milei y los gobernadores, es una incógnita que podría proyectarse hacia 2025. Pero ningún país se desintegró por 16 millones de dólares.

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