El conflicto es por el valor del gas en Vaca Muerta.

Política esquina economía

Shale gas: cuidado, los otros también juegan

11/04/2019 | 06:57 |

Hay muchos más países de los que creemos con reservas no convencionales. El caso de Arabia y su inconcebible capacidad de juntar capital ¿Nos dormiremos en los laureles, como con el agro?

Adrián Simioni

A la Argentina le cuesta sacarse el complejo del rico. Tendemos a ver nuestra crisis como algo que han arruinado sólo las malas políticas y a creer que bastaría con que dejemos de hacer desastres, en cualquier momento, para que nuestros granos y, ahora, nuestro gas, broten mágicamente de la tierra para surtir al mundo que nos agradecerá y para enriquecernos a todos.

Llevamos años en esa indolencia rentista, en esa ensoñación de aristócratas sin abolengo. Y tal vez en algún momento llegue el gran día en que dejemos de hacer desastres. El problema es que tal vez lleguemos demasiado tarde.

Miremos el caso de Vaca Muerta. Argentina no lo hizo tan mal hasta ahora. Después de Estados Unidos, es el segundo productor de gas no convencional (ojo con Canadá) y uno de los que más avances técnicos realizó, lo que le permitió ir bajando costos.

Pero aun así su ritmo puede ser letalmente lento. El famoso reporte del departamento de Energía de Estados Unidos de 2013 nos durmió en los laureles: nos quedamos con que las reservas de Shale Gas Argentinas son las segundas más grandes del mundo y a las de Oil Gas las cuartas.

Pero esa información ya era parcial entonces y además quedó vieja: las reservas de Shale Gas de Sudáfrica son la mitad de las nuestras; las de Canadá, dos tercios; las de México, tres cuartos, igual que las de Indonesia; las de la India tal vez sean mayores. Y así.

Arabia Saudí y Rusia tienen tanto gas convencional que todavía no se han puesto a medir el no convencional. Dicen los expertos que, en realidad, en gran parte del mundo hay combustibles no convencionales. Que abajo de cada pozo tradicional abandonado en los países de la Opep hay rocas embebidas en gas y petróleo.

Cuando ese mundo se ponga en marcha, el gas argentino va a ser uno de los más alejados de los centros de consumo, como nuestros granos.

Y si no hay brutas inversiones no va a tener valor agregado, como nuestros granos. Y vamos a creer que todos podemos vivir de él, de la regalía de su extracción, así como creemos que podemos vivir de las retenciones de los granos.

Esos sí son millones

Anteayer el mundo nos dio una muestra de nuestra pequeñez y de lo difícil que va a ser desarrollar este nuevo y fastuoso recurso natural si no cambiamos.

Por distintas razones geopolíticas y económicas, el reino de Arabia Saudita viene intentando abrir su petrolera estatal Aramco a los capitales occidentales.

El año pasado su plan de salir a bolsa se cayó por razones políticas (incluido el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi).

Pero el martes el príncipe Mohamed bin Salman, que es el que impulsa ese plan, logró algo parecido por otra vía: los inversores del mundo le ofrecieron a Aramco prestarle más de 100.000 millones de dólares (casi el doble que el rescate para la Argentina que es récord en la historia del FMI), aunque la empresa avisó que sólo busca que le presten 15.000 millones.

Le ofrecen prestarle a 30 años a una tasa que, según los expertos, va a terminar siendo apenas 1,75 puntos por encima de lo que le prestan al gobierno de Estados Unidos.

Y eso que Aramco no muestra sus números y explicita que su objetivo seguirá siendo el de pagar todas las facturas del reino, o sea, que seguirá sometida a objetivos políticos y no económicos.

Aramco es por lejos la empresa más grande del mundo pero nadie sabe bien cuánto vale. Sólo los saudíes lo saben. Los expertos creen que vale lo mismo que la suma de Apple, Google y Exxon, o que la suma de las 10 petroleras más grandes del mundo.

Entre las muchísimas y menos importantes razones por las cuales Arabia quiere juntar este dinero está su decisión de potenciar la producción de gas no convencional.

Basta imaginar lo que pueden ser esos mastodontes si alguna vez empiezan a correr. Lo mismo que si México decide un día reformar Pemex. O si a Rusia se le ocurre transformarse en un exportador de petroquímicos o gas licuado.

Argentina, portate bien

Argentina no sólo está más lejos que todos ellos de los grandes mercados consumidores del mundo. El problema es que no puede ni soñar con disponer de esa cordillera de millones de dólares para invertir de un día para el otro.

Es más: depende de inversiones extranjeras para poder montar la infraestructura, las petroquímicas, las plantas de licuefacción y los barcos para comerciar su gas.

Con una dificultad extra. En el mundo del petróleo se considera que los combustibles convencionales se extraen, mientras que los no convencionales se producen.

Porque los no convencionales son mucho más parecidos a un proceso industrial. Demandan mucha más inversión, conocimiento, tecnología y trabajo.

Por eso, dicen los expertos, a la revolución del Shale en Estados Unidos la hicieron empresas chicas, mucho más flexibles y capaces de especializarse, con empresarios que salieron de los pozos marginales ya abandonados por las grandes petroleras y que ellos pudieron alquilar por poca plata cuando comenzaron.

Aún hoy, esas empresas siguen trabajando porque consiguen que los bancos les presten el capital de trabajo. Ninguna de esas empresas vino a Vaca Muerta.

Ninguna arriesgaría todo o nada en un país sin capitales y con poco respeto por los contratos. Vinieron las grandes, que ya copiaron la tecnología y han tirado algunas fichas, no muchas para ellas, en la ruleta argentina. Así como vinieron, pueden irse.

Por todo esto, sentarnos a esperar que algún día nuestros descalabros sencillamente desaparezcan para “liberar” a empresarios ansiosos de enriquecerse y, de paso, mantenernos a todos con las regalías, retenciones y todo tipo de impuestos que les confisquemos, es muy probablemente el boleto de ida a un nuevo y lamentable fracaso.

Lo que sea que haga la Argentina con Vaca Muerta tiene que hacerlo rápido y bien. Igual que debió haberlo hecho con el agro, su pilar tradicional, que sigue cercado por la necesidad de autofinanciarse, los impuestos infinitos, la falta de infraestructura, la anémica industrialización de su producto y la falsa creencia de muchos argentinos de que podemos dedicarnos a la vida contemplativa, total siempre una cosecha alcanzará para salvarnos a todos.