Schelotto: "Para estar en la final debemos jugar mejor".

Todo dependerá de la Libertadores

El futuro del Mellizo

04/09/2018 | 16:15 |

“Lo tengo en agenda pero termina en diciembre. Haremos el análisis y veremos. Si el club toma la decisión de renovar, él seguramente se querrá quedar. Si el club cree que no es bueno, no se renovará”.

Diego Borinsky

Lo que Daniel Angelici tiene en agenda es la renovación del contrato de Guillermo Barros Schelotto como entrenador de Boca.

El contrato del "Mellizo", precisamente, vence a fines de este año y con esta declaración, brindaba por el presidente este mediodía en ocasión de la inauguración de nuevas oficinas administrativas en la Bombonera, quedan claras dos cosas: 1) que el futuro del DT en el club dependerá de los resultados que obtenga en la Copa Libertadores; 2) que los rumores que en estos últimos días vincularon a Guillermo con el fútbol de Estados Unidos (con diversos equipos de la MLS y hasta con la propia Selección) se esfumarán por arte de magia si Boca decide prorrogar el vínculo del Mellizo con el club. Es decir: la pelota no está bajo la suela del Mellizo. La pelota la tiene Boca.

Con su frontalidad habitual, Angelici lo señaló claramente: lo decidirán a fin de año. Por lo general, para renovar el contrato de un entrenador campeón (bicampeón en este caso) no se espera a la fecha de terminación del mismo. Se define bastante antes. Salvo que esté dirimiéndose una Copa Libertadores en el medio, y que la obtención de esa Copa sea un elemento crucial para determinar la continuidad o no del entrenador.

“En el caso de renovar, que es muy probable, será por un año, porque hay elecciones”, la quiso maquillar un poquito luego el propio Angelici, por si había sido demasiado explícito con su expresión resultadista.

A propósito de este escenario y de que el último domingo, en el 3-0 a Vélez, Guillermo cumplió 100 partidos como DT de Boca, vale la pena realizar un pequeño balance para entender qué se juega en estos meses.

Como en todos los aspectos de la vida, no todo es blanco y negro. También existen los grises. Parecen demasiado exagerados aquellos que aseguran que la influencia de Guillermo en el equipo es nula, y que cualquier hijo de vecino los haría ganar un bicampeonato, como también lo son quienes lo postulan ya para dirigir a la Selección. Veamos.

Es cierto que Boca tiene un plantel largamente superior en riqueza individual al de cualquier otro competidor de la Argentina. Son dos décadas de administración con superávit en el club y en los últimos 10 años ha ido comprando siempre a los mejores futbolistas del país y también a valores destacados del exterior. El domingo último, puso del medio para arriba a Pavón, Tevez, Cardona y Wanchope; entraron Villa y Benedetto, y se quedó sentado en el banco Mauro Zárate. En la Reserva metió un gol Cristian Espinoza, hasta hace dos años joya del fútbol argentino que dejó un club mediano de Europa (Villarreal) para ser suplente de suplente en Boca. El potencial ofensivo de Boca es demoledor. Difícil no conseguir el éxito con semejante arsenal de recursos.

Pues bien, tampoco es fácil administrar los egos. Guillermo llegó a 100 partidos en el club y el dato habla por sí mismo. No es fácil alcanzar esa cifra en Boca, donde el portero estornuda y en cada uno de los programas de debate de la TV le dedican una hora a las causas y efectos de ese estornudo. Hoy está 7° en el ranking histórico de los que más veces dirigieron a Boca, detrás de Carlos Bianchi (349 partidos, 9 títulos), Mario Fortunato (323 y 4), Juan Carlos Lorenzo (234 y 5), Oscar Washington Tabárez (167, 2), Rogelio Domínguez (146 y 0) y Alfredo Garasini (115 y 2). Hoy, entre otras cosas por la locura mediática y la inestabilidad resultadista, cuesta mucho más llegar a esas cifras. En el fútbol argentino, que un DT complete un año en un club es casi una proeza. Guillermo lleva dos años y medio. Y se lo ganó él.

A favor del DT hay que decir que en un ámbito doméstico en el que a todos les cuesta muchísimo ganar los partidos, Boca ha conseguido con cierta holgura dos campeonatos largos (2016/17 y 2017/18), más allá de algún susto en el final de ambos. Su efectividad en el rubro es de 100 %, al menos en los campeonatos que disputó de punta a punta. Recordemos que asumió en marzo de 2016 con el torneo corto en zonas ya comenzado (su estreno en este ámbito fue en la fecha 6, ante River) y, por lo tanto, en los dos que dirigió en forma completa terminó dando la vuelta olímpica. Boca nunca consiguió el tricampeonato en su historia, y Guillermo podría conseguirlo (si es que le renuevan, claro, porque la Superliga finaliza en abril del año que viene).

En el debe, a Guillermo le facturan las competiciones mata-mata, como se dice en España. Es justo la inversa del River de Gallardo, especialista en este último rubro y sin poder coronarse en la suma de puntos. En esta modalidad, la efectividad del Boca de Guillermo es de 0 %: no ganó ninguna competencia de las 4 que disputó hasta aquí. Fue eliminado en semifinales de la Copa Libertadores 2016 por Independiente del Valle (la del 2017 no la jugó), quedó afuera con Rosario Central dos años consecutivos en Copa Argentina (cuartos y octavos en 2016 y 2017 respectivamente) y cayó 2-0 en la Supercopa con River este año.

Hoy, el Boca de Guillermo está en carrera en las tres competiciones, pero sin dudas su suerte dependerá sobre todo de cómo le vaya en la Copa Libertadores. No es que tiene que ganarla sí o sí para seguir, pero una eliminación temprana en cuartos de final o una fea caída en semifinales (el “cómo” suele ser un elemento importante para el análisis) seguramente terminará de inclinar la balanza. Hoy lo manifestó con claridad Daniel Angelici. Más claro, echale agua.