Cuatro fotos y un funeral

Imágenes de la semana futbolera

Cuatro fotos y un funeral

13/08/2018 | 11:43 |

Análisis de lo que dejó la primera fecha de la Superliga.

Diego Borinsky

Como si la abstinencia post Mundial nos hubiera puesto en estado de alerta color naranja, en esta última semana recibimos un vendaval de partidos para que la vida de los enfermos de fútbol se nos hiciera un poquito más llevadera. Entre Copa Libertadores y Superliga no hubo espectáculos de gran calidad (o de mediana, para ser más sinceros), y hasta nos ha llevado a pensar si no debemos moderar nuestras obsesiones. Elegí cuatro fotos de encuentros en los que me tocó estar y que me llamaron la atención, más allá de cómo los protagonistas trataron al balón.

Arranco por el Cilindro de Avellaneda, jueves a la tarde-noche. Impactan las 40 mil banderitas celestes y blancas, repartidas entre los hinchas. De un color el anillo superior y de otro, el inferior. Es la dedicación del hincha genuino. Acá no hay un botín de miles de pesos que junta y reparte la barra por estacionar ni por las camisetas que se vende en las calles aledañas ni tampoco por los patys, choris y bondiolas que salen uno detrás del otro. No. Acá hay gente que invirtió dinero y tiempo para comprar plásticos y pequeños mástiles y que se ha juntado en el club para matizar la espera y brindarle a su equipo del alma un recibimiento acorde a un cruce de octavos de final de Copa Libertadores. Por el espectáculo en sí, pero también para tratar de influir en el equipo propio y en el rival. En Europa te lo organiza todo el propio club: llegás y tenés tu cartoncito en la platea que te toca por haber adquirido el abono. Y se arman maravillosos mosaicos, como el del Borussia Dortmund. Acá, con suerte, tu butaca no está ocupada por otro individuo que te mira mal cuando intentás explicarle que vos pagaste por ese sitio. Y con muchísima suerte la encontrás medianamente limpia. Estos hinchas de Racing, en cambio, como también ocurre en otros clubes, se han juntado para cortar el plástico, para engancharlo en un palito que permita hacer flamear las banderas y han debido organizarse para repartirlas el día del partido. Y entre todos esos hinchas, desde una de las viejas cabinas de transmisión en la que nos instalamos con el equipo de Cadena 3, observamos a un individuo muy particular. Es ese de gorrito blanco y campera azul, que con su brazo izquierdo se sostiene fuerte al paredón y con la derecha enarbola su pierna ortopédica. Sí, señores, si uno presta atención al detalle, allí se ve una pierna ortopédica. Quizás sienta que con el brazo extendido no empuja a su equipo lo suficiente. Pero allí está. Una postal bien argentina. En Europa no se consigue.

El domingo por la mañana, Boca abrió la Superliga recibiendo a Talleres de Córdoba, una primera fecha entre estos dos rivales que nos remite al 22 de febrero de 1981, también un día hermoso de sol en la Bombonera, en que se produjeron dos hechos particulares para remarcar: 1) el debut oficial de Diego Armando Maradona con la camiseta de sus sueños, la de Boca Juniors, y 2) el debut de Víctor Hugo Morales como relator en nuestro país (más allá de posturas políticas, una bisagra que marcó un antes y un después en la radiofonía deportiva argentina). En aquella ocasión, Boca ganó 4-1 con dos goles de Diego de penal y otros dos de Brindisi (la Pepona Reinaldi había descontado para la T). Esta vez, fue un modesto 1-0 para los locales, con un gol de Cristian Pavón, que no lo gritó por sus orígenes albiazules. Lo que llamó la atención y salió del paisaje habitual (al fin y al cabo, Boca lleva 609 días como líder en el ámbito doméstico) fueron un par de pintadas en los alrededores del estadio con un mensaje inconfundible: Juan Román 2019. No existe en el mundo Boca (ni en ningún otro fuera del xeneize) un nombre compuesto como Juan Román que remita a otra persona que no sea Riquelme. Y 2019 (diciembre de 2019, para ser más precisos) es año de elecciones en Boca. Por el estatuto del club, que impide a un presidente gobernar por más de dos mandatos consecutivos, Daniel Angelici dejará Boca; Riquelme, en más de una ocasión, dejó traslucir su deseo de llegar a conducir el club de sus amores. Riquelme nunca quiso a Angelici (recordemos que en tiempos en que era tesorero, el Tano renunció por considerar una locura el contrato que firmaba Román), en un momento parecieron acercarse por conveniencia y hasta planificaron el partido despedida del crack para fines del año pasado, pero todo quedó en la nada. Esta primera señal pareció un punto de partida, un mensaje para ir tanteando el ambiente y midiendo la intención de voto del hincha, si llegara a presentarse.

Por último, este domingo continué mi cobertura por el Palacio Tomás Adolfo Ducó, uno de los estadios más lindos de la Argentina. Es un estadio que respira tango en todos sus rincones, quizás por tratarse del barrio más porteño de los porteños y por los murales de Homero Manzi y Horacio Ferrer que se ven en sus paredes. En este estadio se ve bien desde cualquier sector y por ser un continuo de tribunas, ni demasiado altas ni demasiado bajas, ofrece una belleza particular. Fue un acto de justicia que una de las escenas de “El secreto de sus ojos”, la película de Juan José Campanella/Eduardo Sacheri que ganó el Oscar de Holywood, se filmara en Huracán. Ahora, un Palacio como el Ducó no puede tener un jardín como el que presentó ayer. Un campo de juego deplorable, con manchones de distintos colores, estilo parches, con otros sectores pelados, es una afrenta al fútbol. El campo de juego del Ducó está muy mal desde los recitales de La Renga de 2017 y ya lo notamos en mayo de este año cuando la Selección Nacional realizó una práctica abierta para los chicos de las escuelas, antes de ir a Rusia. Aquella mañana, Marcos Acuña se dobló un tobillo y casi se pierde el Mundial. Ayer, de milagro no ocurrió lo mismo, pero se vio cómo la pelota se deslizaba por el campo dando saltos, como si tuviera un conejo adentro. Es increíble que con los millones de dólares que recaudó el club (8 por Ignacio Pussetto y 5 por Romero Gamarra durante este año, entre otros) el presidente Alejandro Nadur no haya realizado la inversión necesaria para que se juegue en un campo de juego acorde al fútbol profesional. La Superliga ya dejó traslucir que tomará algún tipo de medida con Huracán.

Para cerrar, en un momento decidí pasar por los baños. Por los baños de la platea Alcorta, aclaro, la misma en la que se ubican las cabinas de transmisión de las radios y los palcos donde van los dirigentes del club visitante (ayer hubo más de 30 de River), además de los abonados que pagan una suma importante para asegurarse su butaca anual. A ese mismo baño deberían ir todos ellos como me tocó a mí. Me encontré con letrinas, como se observa en la foto. Un auténtico papelón. Si estos son los baños de una platea, imaginemos lo que serán en las populares. Creer que podemos organizar un Mundial en nuestro país con estadios de este tipo es realmente para llorar de risa. O de pena. Y ni siquiera hablamos de accesos amplios, medios de transporte o red wifi acorde a un Mundial. Hablamos de necesidades básicas. Es lo que hay, diría un amigo.