Campeonato 2019: estanflación 1, Argentina 0

La inflación de 2,9% de enero es profundamente desmoralizante. Deja la certeza de que no hay con qué darle.

Argentina tiene tasas de interés que, aunque acaban de bajar de la estratósfera, siguen por las nubes. Sólo ese apretón financiero que limita la base monetaria debería sobrar para liquidar la inflación a martillazos. 

Pero, además, el Gobierno también está reduciendo el desequilibrio del gasto público. Aunque el Estado sigue en déficit financiero lo cubre endeudándose o aumentando impuestos, no imprimiendo billetes. 

Por si faltara algo, la inflación pasada redujo el poder de compra de los hogares, por lo que cayó el consumo induciendo una recesión.

Tasas altas, no emisión y recesión: con esa fórmula, la inflación debería estar rumbo al subsuelo. Pero no es lo que sucede. 

Argentina no está en inflación, está en estanflación, que es la mezcla de inflación y recesión. Un azote que empezó el año ganando por paliza.

En el medio del río, el gobierno no va a cambiar de política. El mercado tampoco cree que lo vaya a hacer.

Entonces ¿qué cabe esperar? Por ahora, más de lo mismo. De hecho, la baja de las tasas que había comenzado a inducir el Banco Central para reactivar la economía ya empezó a frenarse. Es que si las tasas siguieran bajando mucho más, la gente con depósitos a plazos fijos sacaría sus pesos de los bancos para comprar cualquier otro bien o servicio (incluídos dólares) antes de que todo se siga encareciendo. Y eso, a su vez, recalentaría la inflación.

El círculo vicioso es difícil de romper. Porque, por otro lado, esas tasas de interés demasiado altas seguirán restringiendo el acceso al crédito de las empresas y de los consumidores. Y eso no ayuda a salir de la recesión.