Creció el consumo de psicofármacos en Rosario.
La venta de psicofármacos en números.
Pastillas y problemas: la dependencia, un peligro latente.
El encierro en plena pandemia afectó a la salud mental de las personas.

Efecto pandemia

Aumentó el consumo de antidepresivos y ansiolíticos en Rosario

07/07/2022 | 08:52

Soledad, miedo y angustia son los síntomas que empujan hacia las pastillas; la "medicamentalización" que los sofoca es parte de un problema que enciende alarmas.

Redacción Cadena 3 Rosario

Agustín Dadamio

Mientras la pandemia de coronavirus se llevaba vidas y arrinconaba a las personas contra sus propios miedos y angustias, se presagiaba que, en el futuro, aparecerían secuelas en la salud mental. A 28 meses de la irrupción de la “nueva normalidad”, las viejas advertencias empiezan a transformarse en realidades que generan alerta: en Rosario, el consumo de antidepresivos y ansiolíticos se disparó y creció exponencialmente.

La Segunda Circunscripción del Colegio de Farmacéuticos de Santa Fe realizó un estudio sobre el incremento de la venta de algunos medicamentos tomados como ejemplo, y los datos llamaron la atención.

En el caso de los antidepresivos, la venta de Sertralina subió 30 por ciento entre 2019 y el 2022, y la de Fluoxetina creció 50 por ciento.

En lo referente a los ansiolíticos, el aumento de la prescripción de Clonazepam llegó al 30 por ciento entre 2019 al 2020, con subas graduales año tras año. Y la venta de Alprazolam tuvo un incremento del 19 por ciento entre los años 2019 y 2021.

Los padecimientos que desgastaron la salud mental de las personas no nacieron durante la pandemia, pero sí se acrecentaron a lo largo de esos meses negros.

“La angustia, el miedo a perder afectos o trabajos, se intensificó muchísimo. El aislamiento hizo que no podamos vernos con personas queridas. Se produjo el aumento de la ansiedad, la angustia y la soledad. Era constante que en los medios se hablara de muertes y contagios. Nadie no estuvo atravesado por esto”, explicó a Cadena 3 Rosario la psicóloga a cargo del Servicio de Psicología del Hospital Provincial de Rosario y docente de la Universidad Abierta Interamericana (UAI), Laura Palmieri.

Y prosiguió: “Cambiaron todas las rutinas y se produjo algo que fue lo más grave: los lazos sociales se cortaron muchísimo. Eso es muy necesario para todos. Ahora estamos viviendo las consecuencias de esta situación tan traumática para todo ser humano”.

Para Silvia Martínez, médica toxicóloga y máxima responsable del Servicio de Toxicología del Hospital Provincial de Rosario, los cuadros patológicos antes mencionados no solo “se agravaron”, sino que además se agregaron otros como “fobias, paranoia, ataques de pánico, miedo a salir de casa o contagiarse”, detalló en una entrevista con este medio.

El remedio, peor que la enfermedad

La llegada de las vacunas significó, en palabra de especialistas, una solución que disminuyó la gravedad de los cuadros de Covid-19. Para las patologías psicológicas intensificadas por la pandemia no llegaron vacunas, pero muchas personas encontraron algo que bajo una apariencia de solución esconde un verdadero problema: las pastillas.

La sociedad demanda soluciones rápidas. Lamentablemente lo que tiene que ver con lo psíquico y subjetivo no puede ser resuelto tan inmediatamente. La medicación es algo a lo que las personas se adhieren mucho pensando en estas cuestiones mágicas. Un antibiótico resuelve una infección, pero en lo subjetivo no es así”, describió Palmieri, que sumó: “Frente al agravamiento de los síntomas y las crisis aparece la posibilidad de alivio mediante medicaciones”.

“El ser humano por necesidad no quiere sufrir y por lo tanto quiere la solución rápida y la encuentra en la magia de la pastilla”, ratificó Martínez.

Sin embargo, el consumo de ansiolíticos y antidepresivos puede pasar de ser un alivio a transformarse en un sometimiento del que es difícil escapar.

“No es fácil retirar la medicación a un paciente y que pueda conciliar el sueño sin ese medicamento. Esto lleva a la medicamentalización de la vida. Muchas veces el médico prescribe un medicamento para un cuadro de una situación particular, pero luego de un tiempo ese medicamento se vuelve parte de la vida de la persona. En vez de ser un consumo durante meses, se convierte en una situación crónica: hay pacientes que hace 15 años toman ansiolíticos”, profundizó la farmacéutica y magíster en Salud Pública, Marisel Colautti.

“Pensar que cualquier situación que estamos atravesando en la vida se puede resolver con un medicamento es muy grave y deberíamos dejar de naturalizarlo”, advirtió la también Integrante de la Unidad de Optimización de la Farmacoterapia de la UNR (Universidad Nacional de Rosario), en diálogo con Cadena 3 Rosario.

“El fármaco concreta la ‘magia’ de sacar el síntoma de manera inmediata. Puede ser beneficioso al principio, pero cuando esta situación se prolonga y por lo tanto se prolonga la 'gratificación inmediata' que esta produce (aliviar la ansiedad y el estrés, poder dormir, sacar los miedos), también se prosigue con el consumo y este tipo de medicamentos provocan efectos adversos inmediatos. Además, con los meses de consumo continuo generan dependencia, tolerancia (cada vez se necesita más dosis para lograr el efecto del inicio) y síndrome de abstinencia, que es la aparición de los síntomas que lo llevaron a consumirlos, pero exacerbados”, problematizó Martínez.

El futuro ya llegó

Las previsiones y alertas sobre lo que podría suceder con la salud mental de las personas cuando el impacto del coronavirus en materia epidemiológica mermara empiezan a dejar su calidad de anticipo para convertirse en realidades tangibles.

En este punto, hizo hincapié la toxicóloga Martínez, aparece la posibilidad de un abordaje integral con campañas de información y educación dirigidas a la población sobre los riesgos del consumo de psicofármacos no supervisados por profesionales de la salud y el peligro de su utilización por tiempo sostenido, “y sobre todo la automedicación y autoprescripción”.

“En paralelo se deben abordar los padecimientos con otros profesionales especializados en el tema mediante la psicoterapia, donde se pretende entender y discernir el problema que generó el síntoma”, indicó.

En tanto, la coexistencia de los efectos en la salud metal pospandemia y el apego a los psicofármacos abre paso a otras reflexiones. “El uso de este tipo de medicamentos es un problema previo a la pandemia, y la pandemia lo puso sobre la mesa”, sostuvo Colautti.

Todo esto es una alarma y una alerta para la salud mental, que es un capítulo específico y complejo. Pero es importante pensar a la salud como algo integral”, propuso quien también es doctora en Ciencias Sociales.

“Muchas personas quedaron sin trabajo y con problemas económicos. Todo eso afectó y sigue afectando”, sumó por su parte Palmieri.

A priori, la incertidumbre propia del coronavirus y su por momentos impredecible accionar se traslada lentamente a los efectos que la pandemia provocó en la salud mental. El aumento del consumo de ansiolíticos y antidepresivos se presenta como una de las variables a seguir de cerca. Lo que antes era un pronóstico a largo plazo hoy es una problemática que enciende alarmas y, al igual que todo lo relacionado con este virus, preocupa y descoloca.

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