Mercosur-Europa: terraplanistas, bienvenidos al capitalismo

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Mercosur-Europa: terraplanistas, bienvenidos al capitalismo

05/07/2019 | 12:07

Carlos Sagristani

El acuerdo Mercosur-Unión Europea instaló por primera vez en décadas una agenda de largo plazo en Argentina. Planteó un eje de discusión y una lista de tareas inéditos por su hondura para la política y la economía. Nos reta, como sociedad, a elegir un rumbo estratégico.

Es una oportunidad para reparar el GPS que nos extravió durante décadas en la medianía, la emergencia perpetua y un piso de pobreza estructural que no para de subir.

Mesianismo populista

Los argentinos no estamos “condenados al éxito”, como sentenciaba Duhalde hace 20 años. Parafraseaba al intelectual y político brasileño Helio Jaguaribe que proclamaba un destino manifiesto de grandeza para su país.

Duhalde creía tal vez que una dosis de mesianismo vendría bien para levantar el ánimo de los argentinos, sumergidos en el mayor desastre económico, social y político de la historia reciente.

Las políticas de los sucesivos gobiernos fueron en la dirección contraria. Malversaron el sacrificio que demandó el brutal ajuste de mercado de entonces. Dilapidaron la soja a 600 dólares y crearon un espejismo de bonanza para alimentar una ambición de poder hegemónico. Populismo en estado puro, que le dicen. Colapsó en 2015.

Del cancherismo al ajuste

Vinodespués el capitalismo canchero del primer bienio de Mauricio Macri. Iban a bajar la inflación de taco y terminar con la sequía productiva, sin necesidad de ajustar. Su sola presencia en el Gobierno desataría la lluvia de inversiones que haría el milagro.

A falta de inversiones, el levantamiento del cepo y del default con los holdouts –méritos inaugurales que no se discuten– hicieron caer del cielo una generosa tarjeta de crédito. Con ella solventaron la obra pública, para dinamizar la actividad y el empleo, y pedalearon el déficit disparatado que heredaron.

El cierre de los mercados y las corridas cambiarias sepultaron semejante frivolidad. El ajuste se volvió inevitable. Y tras el veranito del crédito fácil la economía privada se derrumbó.

La necesidad política parió el plan llegar, basado en tasas astronómicas, una montaña de dólares del Fondo Monetario y un recetario de anabólicos para reanimar algo el consumo. En eso estamos.

La estabilización del dólar mejoró el clima financiero y la confianza delos consumidores. Pero resta completar el ajuste, romper la inercia inflacionaria y bajar las tasas de interés sin que el dólar vuelva a escaparse. Para que la economía vuelva a caminar sin muletas. Ese es el sendero de la reactivación.

Hay que hacer la tarea

Luego, queda lo más difícil: mejorar la competitividad. No hay crecimiento sustentable sin un salto en las exportaciones que provea los dólares genuinos que Argentina necesita para importar insumos y bienes finales que no produce.

Traducido a términos más llanos, abaratar los impuestos, los sobrecostos laborales –que son básicamente impuestos– y de la logística,adecuar convenios de trabajo y múltiples regulaciones.

Esa agenda requiere consenso político entre el actual oficialismo, o el próximo, al menos con un sector significativo de la oposición.Y también exige otro edificio institucional: moneda sana, respeto a los contratos, Poder Judicial Independiente.

La otra clave es avanzar hacia una mayor apertura al mundo. Argentina es una de las economías más cerradas, después de Venezuela, Cuba y algunos países africanos. No se gana competitividad sin exponerse a la competencia. Para exportar más se debe estar dispuesto a importar más.

Esa es la lógica de los tratados de libre comercio, que eliminan o reducen impuestos a la importación –y otras formas de proteccionismo– a cambio de abrir ese camino de ida vuelta. Hoy la mitad de las transacciones internacionales se desarrollan al amparo de ese tipo de acuerdos.

Una economía sana, competitiva y con mercados de exportación es atractiva para las inversiones verdaderas. Las que impulsan el crecimiento y generan empleo, no las que llueven porque nos agradamos al mirarnos al espejo.

El acuerdo Mercosur-UE nos fuerza a hacernos cargo de esa agenda pendiente.

Para salir en la foto

Entre los privados, el tránsito a la modernidad genera miedos y tensiones, como enseña la historia de los procesos de integración.

Se negocian intereses. No hay espacio para la ingenuidad. Tampoco para la parálisis. Aquí el que no se mueve no sale en la foto.

Por eso se establecen plazos más largos para los sectores más sensibles, cuotas de mercado, denominaciones de origen y finalmente un sistema de salvaguardas, que dispara barreras automáticas de protección si se verifica competencia desleal. Así se negociaron todos los acuerdos exitosos. Y ese es el modelo seguido en la convergencia Mercosur-UE.

Hay otros reaseguros. Es una negociación entre bloques. Los funcionarios argentinos pudieron hacer mal su trabajo. ¿También los brasileños, uruguayos y paraguayos?

En los cuatro países hubo información y consultas permanentes a todos los sectores empresarios sensibles. En algunos de ellos –calzados y textiles, por caso– los negociadores se limitaron a homologar entendimientos directos entre empresarios de ambos bloques.

Queda además un año largo para que los parlamentos de los países signatarios, a uno y otro lado del Atlántico, consulten, discutan y decidan si convalidan o no lo pactado.

La política tiene su chance de actuar con inteligencia y responsabilidad.Si un país veta el acuerdo, tendrá vigencia para el resto. Otra vez, cuidado con quedar afuera de la foto.

Prejuicios de cabotaje

Pasaron veinte años y seis presidentes, sin contar los provisoriatos efímeros de 2001-2002, para llegar a este punto de partida. Podría concluirse que por fin tuvimos una política de Estado ¿Por qué los que antes presumieron de transitar ese camino ahora dicen que conduce a una “tragedia económica” de la Argentina?

Una hipótesis es que los cuestionamientos de Axel Kicillof y Alberto Fernández (DadyBrieva aún no se pronunció) serían fuegos de artificio, de los que suelen lanzarse en la antesala de las elecciones. Pero que después todo volvería al cauce de la seriedad.

También es posible que la suya sea una fe sincera en que podemos vivir con lo nuestro, subvencionando la ineficiencia nadie sabe muy bien con qué dinero del Estado.

En ese caso, la grieta sería entre modernidad capitalista y terraplanismo económico.

Conviene apartar los prejuicios ideológicos de cabotaje y las chicanas que afloraron estos días, y mirar un poco alrededor.

Los referentes de la izquierda uruguaya, Tabaré Vázquez y José Mugica celebraron el acuerdo con Europa. También Evo Morales, quien ratificó su interés de sumar a Bolivia.

Chile tiene 28 tratados de libre comercio con bloques y países que representan más del 80% de la economía mundial. Los más relevantes –con la alianza Asia-Pacífico, la Unión Europea y Estados Unidos– se firmaron bajo la Presidencia del socialista Ricardo Lagos.

¿Cómo le fue a la democracia Chile en sus 30 años de apertura externa, disciplina fiscal y estabilidad de la moneda?

Multiplicó por cinco el Producto Bruto per Cápita, que hoy es el más alto de Sudamérica. Y bajó la pobreza del 68% en 1990 al 9% en 2018, medidas ambas puntas con la misma metodología.

Hay algunos riesgos y mucho trabajo por delante. Bienvenidos al capitalismo.