Elecciones: 60 días para enamorarse o sacarse la bronca

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Elecciones: 60 días para enamorarse o sacarse la bronca

14/06/2019 | 12:40

Carlos Sagristani

Algunas parejas electorales todavía se están “conociendo”: Macri-Picchetto, Lavagna-Urtubey. Otras se están reconciliando, como Alberto y Cristina, que volvieron a compartir la vida política después de un divorcio violento.

Rodríguez Larreta y Lousteau vienen de batirse en un duelo a primera sangre por la Jefatura de Gobierno porteña. Ahora están a punto de consumar una alianza. Uno irá por la reelección en el Ejecutivo de la ciudad y el otro ecabezaría la lista de senadores.

Massa lucha por reconquistar el amor filial de los K. Él y Cristina deberán dejar atrás una montaña de rencores y heridas mutuas.

A estos matrimonios de conveniencia les quedan sesenta días para enamorarse, o para perfeccionar la ficción. Hasta las PASO del 11 de agosto.

ADN mutante

Las identidades políticas son como la sangre de San Genaro. Se licúan como mínimo una vez al año.

Sólo un frente eligió un nombre que irradia tradición política y contenido ideológico: Unidad-Izquierda. El resto optó por denominaciones de fantasía suficientemente anodinas para cobijar cualquier tribu: Juntos por el Cambio (Macri-Picchetto), Frente de Todos (Fernández-Fernández), Consenso Federal (Lavagna-Urtubey), Despertar (Espert) y Nos (Gómez Centurión).

Hay peronistas en las tres duplas principales. Para los radicales, no hubo ni justicia.

Lo de Lousteau precandidato en una PASO contra Macri quedó en amague. Los díscolos que golpearon la puerta de Lavagna quedaron con la ñata contra el vidrio. Y los que exigieron apertura a Macri para permanecer en el oficialismo terminaron abriéndole el paso a Picchetto. Un tapón para los aspirantes vicepresidenciales de la UCR. ¿Una incomodidad menos para Macri?

El genoma de la política muta y se ordena según una matemática voluble.

Sapos por votos

El mayor reto de los armadores del macrismo es juntar dirigentes con votos en la Provincia de Buenos Aires, sin importar cuántos batracios deban tragar.

El sistema de colectoras perdió fuerza. El Frente Renovador ya no sumará para Vidal. Le restará. El timbreo busca seducir a peronistas desavenidos con Kicillof y con Massa. Fue tentado hasta Julio Zamora, el intendente de Tigre sometido a una interna de pago chico por su antecesor, que reclama el sillón para su esposa Malena Galmarini.

La cacería de punteros ajenos con lealtades débiles se despliega barrio por barrio. Todo vale para sostener a la candidata con mejor imagen nacional, que hoy enfrenta el riesgo cierto de una derrota. Es una pelea que Macri debe emparejar.

Operadores y calculadoras

Las calculadoras aún no logran responder qué caudal pueden quitarle en las PASO Lavagna, Espert y Gómez Centurión a la dupla cambiemita, y cuánto la izquierda unificada a los Fernández.

En las primarias los ciudadanos eligen según sus preferencias. El resultado será determinante para resolver luego la disputa con el voto útil. En una primera vuelta que se avizora polarizada, o –a cara o ceca-- en un balotaje.

La aritmética electoral tiene tanta lógica como el fútbol. O sutilezas parecidas. Por ejemplo, que Cristina y Macri eligieran políticos sin votos para compartir fórmula.

Alberto Fernández sumó en el armado. Es verdad que la suya era la única carpa con olor a poder en el peronismo y eso sensibilizó el olfato de dirigentes que estaban a la intemperie. Pero Alberto construyó los puentes para la migración de gobernadores desde Alternativa Federal. Negoció la estratégica fracción de poder territorial de Massa en Provincia de Buenos Aires. Y hasta empezó a caminarle el bloque de senadores a Picchetto el mismo día de su renuncia. Allí dejó una alfombra roja tendida para eventuales traspasos.

Pichetto tampoco arrima votos. Ni senadores (“nuestro límite es Macri”, le reprocharon sus pares en la despedida). Ni gobernadores amigos, que ahora cultivan otras amistades. Sólo le queda por operar un incierto apoyo subterráneo en las provincias que presentan listas cortas, sin candidatos a la Presidencia (Córdoba, Chubut, Río Negro y Misiones).

Efecto deseado

Pero el efecto Picchetto contribuyó a mejorar las expectativas del Círculo Rojo y de los mercados. No es poco para un Gobierno que intenta contener la onda expansiva del estallido cambiario que hace un año sembró el desencanto, incluso entre sus propios votantes.

Las encuestas registran una recuperación de la imagen del Presidente ante cada mejora en las expectativas económicas. La tranquilidad del dólar puede cambiar el humor o mitigar el enojo.

En el Gobierno razonan que la calma económica puede inducir a una porción del electorado a votar “por valores” y no con el bolsillo. Pichetto lo verbalizó con una contundencia que no se escucha en la vocería macrista: “acá habrá que elegir entre la democracia republicana y el autoritarismo”, disparó.

Relatos fantásticos

El relato del Cristinismo es el no relato. Una táctica para lijar perfiles autoritarios que atemorizan a los independientes, la franja que podría definir la elección.

Cada tanto ceden los frenos inhibitorios y se filtran mensajes sombríos a los jueces, delirios constituyentes, promesas de moratoria a los acreedores y advertencias a los empresarios de que ellos deberán “poner los dólares” (para pagar la deuda). Pero eso sucede cada tanto.

Massa –cuya precandidatura es hoy sólo una hipótesis— se empeña en algunas fintas dialécticas que provean grandilocuencia a su retorno a la majada.

Hace una semana lanzó un programa de 11 puntos para converger con Cristina y el PJ de Cristina en una “gran coalición opositora”. Ahora dice que son 12 puntos, pero no los publica porque los están “puliendo”, según informa el Frente Renovador.

La primera versión ya no propone que ningún delito de corrupción sea excarcelable, ni insiste en la extinción de dominio de los bienes mal habidos. Postulados que en su momento lo acercaron a Margarita Stolbizer. Ahora maniobra para amarrarse otra vez al kirchnerismo.

Cada uno a su modo, los candidatos calibran el discurso, tanto o más líquido que las identidades.

Les quedan 60 días para enamorar a los electores o para inducir el despecho hacia el polo opuesto. Todos los sondeos revelan que es más fuerte el voto anti que el voto positivo por Macri o Cristina.