Elecciones 2019: codazos, mucha rosca y pocas ideas

Negocios públicos

Elecciones 2019: codazos, mucha rosca y pocas ideas

26/06/2019 | 21:30

Carlos Sagristani

Fue una apertura de puertas entornadas. Alberto Fernández les franqueó el ingreso a ocho gobernadores. Ya son 13. En las listas legislativas el único colado fue Sergio Massa. Su ex jefe de campaña solo pudo conseguirle ese premio consuelo por su aporte, limitado a la Provincia de Buenos Aires.

El ex líder renovador ni siquiera pudo sostener a su esposa Malena en la boleta para la intendencia de Tigre, el último metro cuadrado de poder territorial que le quedaba. Los intendentes afines ya habían decidido, antes que él, mudarse al campamento K.

Cordón sanitario

Cristina demostró que a la hora de administrar poder sólo confía en el príncipe heredero. Le delegó a Máximo la tarea agridulce de comunicar quiénes estaban adentro de las listas y quiénes quedaban a la intemperie.

La parte dulce fue atornillar en puestos claves de la boleta bonaerense a su mujer y a otros cinco dirigentes de La Cámpora. También movió las piezas que pudo en el Senado.

Si gana, Cristina se asegura plena capacidad de control sobre Alberto. Tendrá de su lado, además de los votos, la militancia y el filtro del Congreso para los proyectos del Ejecutivo. Si pierde, habrá reforzado el cordón sanitario alrededor de sus fueros.

Lapicera feroz

Macri se movió con simetría. Tras la incorporación de Picchetto, se replegó sobre el supremacismo Pro. Marcos Peña, que sigue siendo Macri, se adueñó de la lapicera. Sólo se la prestó a los jefes territoriales María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta.

Sumaron a Martín Lousteau para dejar sin otra oferta electoral al progresismo porteño no K. No es que lo cuenten como propio.

A Cristian Ritondo le cumplieron. Va al tope de la boleta de diputados bonaerenses. Para los demás peronistas del macrismo de la primera hora, ni justicia.

Emilio Monzó estaría más afuera que adentro, pese a la promesa de una embajada, probablemente en Madrid. Nicolás Massot, su escudero, tampoco reelige. Y a Rogelio Frigerio lo consolaron con el compromiso de pelearle la Presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo.

Destino ingrato el de quienes tejieron los acuerdos de gobernabilidad con la oposición no kirchnerista. Maercospeñismo puro.

Vice devaluado

Pichetto –no se sabe si por delegación o por iniciativa propia–, se estableció como vocero político del oficialismo. En cambio no pudo mojar el pan en la salsa de las listas. Todos sus intentos naufragaron.

Hay una correlación directa entre poder real e influencia en el armado. Y el poder real de Pichetto quedó reducido a la nada. Debió renunciar al Consejo de la Magistratura. Perdió los senadores y pronto deberá resignar sus lugares en tres comisiones claves de la cámara. Tampoco obtuvo apoyos palpables de los gobernadores que van con listas cortas a las elecciones nacionales.

Pichetto se fue el lunes con las manos vacías tras su visita a Juan Schiaretti. El gobernador le ratificó que siempre estará disponible para apuntalar la gobernabilidad. Jamás le hizo el más mínimo guiño sobre un respaldo subterráneo a la reelección de Macri, juran en el Centro Cívico de Córdoba. “Esas eran informaciones de prensa operadas en Buenos Aires”, se quejan.

Regreso a la isla

El gobernador está más preocupado por la diáspora de propios y aliados. El senador Carlos Caserio, entre los notables del peronismo, varios intendentes, los progresistas del Gen y del socialismo, y por supuesto los socios efímeros del kirchnerismo no acompañarán su prescindencia en la pelea nacional.

Macho alfa de un rebaño que se extinguió, Schiaretti devino en el Robinson Crusoe de la isla cordobesa. Otra vez la paradoja de la isla mediterránea. Angeloz, Mestre y De la Sota –en algún momento– intentaron hacer doctrina del aislacionismo político.

Senderismo del medio

Roberto Lavagna excluyó del armado bonaerense a Margarita Stolbizer, tuvo dificultades para imponer a su hijo Marco en Capital Federal y terminó abrazado a Luis Barrionuevo. El sindicalista, sostén financiero de la campaña, impuso a su mujer, Graciela Camaño, como referente de Consenso Federal en la Provincia de Buenos Aires.

Demasiado poco para la pesca abundante que imaginó Lavagna en el cardumen de votos desencantados con Macri y de lealtad débil con Vidal.

El libertario José Luis Espert debió atravesar cismas más propios del trotskismo y embarrarse, en tiempo suplementario, en la compra-venta de sellos. Un estigma de los candidatos de la improvisación, sin paraguas legal para competir.

Otro que puede restarle a Macri, por derecha, es el ex funcionario militar Juan José Gómez Centurión. Un hombre que mutó de héroe de la transparencia en la Aduana a defensor de la represión ilegal durante la dictadura. Hoy se ilusiona con acaparar las preferencias de los pañuelos celestes.

Es la economía

Macri explota el beneplácito de los mercados con Pichetto, funcional a la tregua del dólar que ya cumplió dos meses. Y abanica las brasitas de cierta recuperación en la confianza de los consumidores inyectando anabólicos a la demanda.

Son anabólicos de bajas calorías. Sabe que también debe regar la plantita del superávit en las cuentas públicas para cuando vengan los meses de mayor exigencia.

Apuesta todo a una lenta desinflación, algún recupero de los salarios y los estímulos al consumo. Cree que esos factores están cambiando el humor social y tienen potencial de conversión en votos.

Paso en falso

Tal vez por eso el Gobierno se entusiasmó un par de días con la posibilidad de levantar las Paso. Le habría dado otros dos meses de plazo para cosechar aquel rédito presunto. Usó la iniciativa de los radicales como un globo de ensayo que pronto se pinchó.

No había cómo juntar la mayoría agravada que se requiere en ambas cámaras para modificar la ley electoral.

Cambiar las reglas de juego en plena campaña hubiera lesionado el institucionalismo que hasta ahora capitalizó Cambiemos y sobre todo la UCR. La incorporación de Pichetto trastornó el Gps de los radicales, envalentonados hasta entonces por la inercia levantisca de la Convención.

La prioridad de Macri ahora es acortar a menos de seis puntos la diferencia con los Fernández en las Paso. Sus estrategas razonan que la polarización se intensificará en octubre y lo pondrá más cerca de dar el zarpazo en segunda vuelta.

Las encuestas –siempre de confiabilidad relativa– le atribuyen números más propicios que hace dos meses. Aunque no tan concluyentes como aspiraría. El derrumbe económico disparó una intención de voto castigo que no cede.

¿Cierran los números?

La aritmética política tiene ecuaciones atípicas; no siempre dan el mismo resultado. Aunque guardan cierta lógica.

A la alta imagen negativa se suma el retroceso electoral reciente en el interior. Si bien no es un espejo fiel de las presidenciales, alguna tendencia revela. Cambiemos resignó votos en 12 de las 14 provincias que ya fueron a las urnas. Y perdió las cuatro capitales de provincias que gobernaba: Córdoba, Santa Fe, Paraná y Santa Rosa.

En 2015 Macri fue presidente por menos de tres puntos de ventaja sobre Daniel Scioli. El record electoral de este año no favorece el sueño de repetir la hazaña.

Macri necesita lograr más con menos. Él sigue diciendo que se puede. Lo último que se pierde en política es la voluntad de poder.

Personalismos, codazos, rosca y especulación dominan la escena. Tal vez algunas ideas asomen en las próximas semanas, cuando avance la campaña. Ciertos rituales de la cultura democrática perduran.