Crisis económica en Bolivia
11/08/2025 | 11:07
Redacción Cadena 3
LA PAZ, Bolivia (AP) — Juan de Dios Castillo, con las manos aún cubiertas de harina, se apresuró a sacar el pan del horno artesanal.
El horneado mantuvo su característico crocante y aroma, y aunque tuvo el mismo precio desde hace casi dos décadas, para muchos bolivianos ya no tuvo la misma calidad y, sobre todo, perdió su tamaño.
“Pesa 60 gramos”, dijo Castillo, un panadero de 58 años, quien reconoció que está lejos de los 100 gramos que hasta hace unos años pesaba la “marraqueta” o el “pan de batalla”, como se le conoce a este emblemático panecillo boliviano que muchos consumen en esta nación andina.
Pero aunque al bolsillo le cueste lo mismo, al estómago no se le engaña.
“Es como comer un poco de aire, una hostia de comunión: ya no llena”, comentó Rosario Manuelo Chura, de 40 años, mientras remojaba un pedazo de pan en su café matutino en un mercado de La Paz, la sede de gobierno de Bolivia. “Igual es pan, así que la gente lo busca más que cualquier otra cosa”, añadió de inmediato.
Castillo, el panadero, tampoco estuvo satisfecho. Forzado por las autoridades a vender la marraqueta por debajo del precio del mercado, como parte de una política de subsidios a ciertos productos desde hace casi 20 años, y a depender de harina que obtuvo de proveedores designados por el gobierno, tampoco fue un buen negocio para él.
“Nos está perjudicando”, afirmó Castillo sobre las políticas oficiales.
Este “pan de batalla” fue considerado el alimento básico de la gente más vulnerable. Y si los pronósticos de cara a las elecciones presidenciales del 17 de agosto se cumplieron y el triunfo lo obtuvo alguno de los punteros de derecha que prometieron eliminar los subsidios, el precio de la marraqueta podría comenzar a subir, en un movimiento que beneficiaría a los productores, pero no necesariamente a los millones de bolivianos que lo consumen.
Tanto el millonario empresario Samuel Doria Medina, como el neoliberal y expresidente Jorge “Tuto” Quiroga propusieron eliminar subsidios, en particular a los combustibles, como una medida para comenzar a enfrentar la peor crisis económica del país y que se tradujo en el incremento de algunos precios y la caída de sus reservas internacionales.
Y es que aunque el “pan de batalla” costó lo mismo desde que el entonces presidente Evo Morales impuso un control de precios a ese producto en su primer gobierno, otras variedades de panes --no beneficiadas por los subsidios y que también consumen los bolivianos-- vieron incrementar su precio.
“Solo tendremos una ventana de oportunidad para detener la inflación cuando cambie el gobierno. Tenemos que aprovecharla con medidas precisas, bien pensadas y bien ejecutadas”, señaló recientemente Doria Medina en su cuenta de X en referencia a que el pan duplicó su precio en la región de Santa Cruz, la más poblada del país. “De lo contrario el pan seguirá subiendo”.
Para estas elecciones, Morales -el primer presidente indígena del país- no estará en las urnas tras prohibirle contender por una tercera reelección y el candidato de su partido Movimiento al Socialismo (MAS), Eduardo del Castillo, aparece en los últimos lugares de las preferencias electorales.
A la marraqueta se le comenzó a conocer también como “pan de batalla” después de la llamada Guerra del Chaco en 1930, en la que se enfrentaron Bolivia y Paraguay y durante la cual las tropas bolivianas fueron alimentadas con ese panecillo.
El acuerdo que los panaderos firmaron con el gobierno para vender el pan a un precio inferior al del mercado implicó recibir harina e ingredientes subvencionados.
Sin embargo, hubo varios momentos en los últimos meses en que las autoridades no les dieron suficiente harina y no pudieron producir el pan. Y las largas filas para conseguir el pan de batalla barato aparecieron en toda La Paz. A esas colas se sumaron otras de gente que también buscaba aceite, por ejemplo, y las de los conductores que esperaban por horas en autos a que hubiera combustible.
Según los economistas, entre las razones por las que los panaderos no recibieron la harina subvencionada se encontraban la escasez de dólares para comprarla, debido a que el costo y la cantidad de harina importada aumentaron. El año pasado la producción de trigo local tuvo una reducción por fenómenos climatológicos, y sólo produjo entre el 20% y el 25% del trigo que se consume en el país; el resto se importó, sobre todo de Argentina.
Los continuos retrasos en el abastecimiento a las panaderías de harina subvencionada se volvieron en una batalla entre los panaderos y el gobierno para mantener el precio oficial.
Desde hace 17 años, la marraqueta o el “pan de batalla” costó 50 centavos de bolivianos (unos 7 centavos de dólar), que según los panaderos es apenas el 20% de su costo real.
El mes pasado, panaderos indignados organizaron una huelga de 24 horas exigiendo vender el pan a precio de mercado, aunque el gobierno se negó a modificar su política de control de precios del producto.
“Cuando suba el precio del pan de batalla, ese día todo se derrumba”, expresó Jacobo Choque, un contador de 40 años, mientras esperaba para comprar pan con queso en una panadería sin subsidios. Al igual que él, los bolivianos con más ingresos estaban dispuestos a desembolsar 20 centavos más por panes más gruesos y con mejor sabor. En esa panadería de La Paz, la fila se extendía por más de una cuadra.
“Antes desayunábamos con un pan, pero ahora necesitamos dos para sentirnos llenos”, dijo Carmen Muñoz, furiosa mientras hacía fila. “No olvidemos que el socialismo nos trajo aquí”, añadió la mujer de 65 años.
Cuando los precios mundiales de las materias primas se dispararon en 2007, amenazando con disparar el precio del pan, Morales, el líder cocalero elegido el año anterior para el primero de sus tres mandatos, aprovechó los ingresos de las exportaciones de gas natural del país para financiar subsidios al pan y otros insumos esenciales como el azúcar y el aceite vegetal, y al combustible.
Sin embargo, una década después, cuando la producción de gas se desplomó, el MAS recurrió a las reservas internacionales para sostener el gasto, un sistema considerado costoso: los subsidios a los alimentos y en su mayoría al combustible del año pasado representaron más del 4,2% del Producto Interno Bruto (PIB), según el último informe del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Con el gobierno luchando por pagar a los proveedores y mientras los camiones permanecían varados cerca de las gasolineras en espera de combustible, las entregas de harina subsidiada se vieron afectadas. Algunos panaderos tuvieron que invertir más en ingredientes como el azúcar, pero tienen prohibido abastecerse de otra harina que no sea la subsidiada.
“En lugar de ayudarnos, los subsidios nos perjudican”, afirmó Castillo.
“En mis 30 años en este mercado, este fue el que más estrés me causó”, comentó Raquel de Quino, una vendedora de pan de 60 años que ahora pasa las mañanas enfrentándose a clientes que hacen fila, indignados por el desabastecimiento y la escasez.
Un sábado reciente, le dijo a una mujer enojada que se quejara con el gobierno, no con ella.
“Sólo soy la intermediaria”, dijo De Quino, levantando las manos con exasperación. “Oremos a Dios para que con el próximo gobierno haya pan para nuestros hijos”.
¿Qué refleja el tamaño del pan en Bolivia? La reducción del tamaño del pan refleja la crisis económica del país.
¿Quién es Juan de Dios Castillo? Es un panadero de 58 años en La Paz que se queja de las políticas de subsidios.
¿Cuándo son las elecciones presidenciales en Bolivia? Se llevan a cabo el 17 de agosto de 2025.
¿Dónde ocurre la escasez de harina subsidiada? La escasez se evidenció en La Paz, donde se formaron largas filas para comprar pan.
¿Por qué es fundamental el pan de batalla? Es considerado alimento básico para los sectores más vulnerables de la población.
[Fuente: AP]
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