Washington, a la espera

Cumbre bilateral

Washington, la ciudad en pausa

13/10/2025 | 11:39

Milei llega a la capital del poder entre pasillos cerrados, banderas húmedas y una ciudad que espera sin hacer ruido el encuentro con Trump.

Redacción Cadena 3

Marcos Calligaris

Llueve en Washington. Una llovizna breve, elegante, casi invisible. Desde temprano, la ciudad parece más silenciosa. Hay banderas húmedas en los edificios federales, charcos en los bordes del National Mall y un olor a hojas que anuncia el otoño. El pronóstico dice que el miércoles recién habrá sol. Pero nadie habla de eso. El verdadero clima aquí no está en el cielo: está en los pasillos, en las reuniones, en los murmullos que suben por las escalinatas del poder.

Javier Milei llega la noche de este lunes. Dormirá en Blair House, el palacio que los estadounidenses reservan para los presidentes que merecen honores. Está frente a la Casa Blanca, del otro lado de Pennsylvania Avenue, separado por una calle y por un mundo. Es un edificio discreto: fachada blanca, puertas de bronce. Adentro hay tapices, porcelanas, retratos. Un lugar que huele a muebles antiguos y a diplomacia.

Allí durmieron Arturo Frondizi, cuando Eisenhower lo recibió en 1959; Carlos Menem, dos veces huésped de Bill Clinton; Fernando de la Rúa, antes del naufragio del 2001; y Mauricio Macri, cuando Trump lo saludó en 2017. Churchill, cuentan, solía levantarse de madrugada y recorrer los pasillos con una copa de whisky, buscando a Roosevelt para hablarle de Europa y de los demonios que no lo dejaban dormir. Esa es la historia de Blair House: un sitio donde los huéspedes rara vez descansan.

Un país en pausa

Estados Unidos lleva más de dos semanas con el gobierno parcialmente cerrado. Los diarios lo llaman shutdown. En la práctica significa 900.000 empleados suspendidos, museos cerrados, parques sin mantenimiento. Las puertas del Smithsonian tienen carteles de disculpas. Las calles parecen más anchas, los cafés más vacíos. La capital del mundo se asemeja, por momentos, a una ciudad en cámara lenta.

El cierre expone la fractura política: republicanos y demócratas se acusan mutuamente mientras el país mira desde el sofá. Hay una sensación de tedio, como si todo esto ya hubiera pasado antes —porque, en efecto, pasó—. Esta vez ocurre mientras el gobierno celebra una tregua internacional y enfrenta, al mismo tiempo, nuevas amenazas.

Entre la paz y la furia

El miércoles, Donald Trump anunció la primera fase de un acuerdo de paz entre Israel y Hamás: alto el fuego, liberación de rehenes, corredores humanitarios. Los titulares hablaron de "histórico". En Washington, esa palabra se usa con facilidad, pero esta vez sonó sincera.

Tres días después, el mismo presidente declaró que Estados Unidos enfrenta un "conflicto armado no internacional" contra organizaciones del narcotráfico del Caribe y Venezuela. Una frase jurídica, seca, que en el fondo significa otra cosa: autorización para usar la fuerza militar más allá de las fronteras.

Y el viernes, Wall Street se vino abajo. El S&P 500 cayó 2,7%, el Nasdaq 3,6%. Bastó una frase —otra más—: Trump amenazó con aumentar los aranceles a los productos chinos. Pekín respondió limitando la exportación de tierras raras. La economía mundial se estremeció, otra vez, por palabras dichas ante una cámara.

El nuevo aliado

En ese contexto llega Milei. Lo hace como el alumno que fue invitado al examen final. La semana pasada, el Tesoro de Estados Unidos hizo algo sin precedentes: compró pesos argentinos. Una inyección de dólares que, más que un rescate, fue una señal. "Haremos lo necesario para sostener la estabilidad argentina", dijo Scott Bessent, secretario del Tesoro.

Pero el gesto abrió grietas. La senadora demócrata Elizabeth Warren acusó a Trump de "sostener a un gobierno extranjero mientras cierra el propio". En Iowa, el senador Chuck Grassley preguntó por qué ayudar a Argentina mientras los granjeros estadounidenses pierden mercados. La Asociación Estadounidense de la Soja denunció que Buenos Aires vendió veinte embarques a China justo después del anuncio del rescate. Ocho senadores demócratas presentaron el 'No Argentina Bailout Act', una ley para impedir el uso de fondos públicos en esa operación.

La controversia crece. El dinero ya se mueve.

La víspera

Cuando Milei llegue a Blair House, el aire olerá a lluvia y a historia. En el vestíbulo lo recibirán las banderas cruzadas de Argentina y Estados Unidos. Subirá por una escalera de mármol hasta su suite, donde lo esperará un retrato de Eisenhower. A esa misma hora, al otro lado de la calle, Donald Trump revisará su agenda en el Despacho Oval, el mismo lugar donde Kennedy habló durante la Crisis de los Misiles y donde Reagan improvisó discursos sobre la libertad.

Este martes, a las doce, los dos presidentes se verán las caras. Habrá un saludo, cámaras, un breve intercambio de palabras. Después, las puertas se cerrarán y la reunión continuará lejos de los ojos del mundo.

Afuera, el río Potomac seguirá gris. Adentro, se hablará de dinero, de alianzas, de enemigos comunes. Nadie sabe qué saldrá de ese encuentro, pero en Washington lo repiten con un tono de advertencia: cuando una bandera extranjera flamea sobre Blair House, algo está por cambiar.

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Cumbre bilateral

Antes pasaron por esta residencia histórica Arturo Frondizi, Carlos Menem, Fernando de la Rúa y Mauricio Macri, en visitas que marcaron distintos capítulos del vínculo con Estados Unidos.

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