Sobrevivió a la muerte súbita y hoy impulsa una ley para salvar vidas

Carolina Monzón sabe lo que significa volver a nacer. En 2007 sufrió una muerte súbita, después de haber superado un cáncer de mama. Contra todo pronóstico —con apenas un 2% de posibilidad de sobrevida en la vía pública— fue reanimada y despertó tres días después en una terapia intensiva. Desde entonces, transformó su experiencia en una causa: impulsar la concientización sobre la prevención de la muerte súbita y acompañar a otras personas en procesos de salud críticos.

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“Tuve sueño, cerré los ojos y cuando me desperté habían pasado tres días. Me desperté reanimada, lúcida… o algo parecido”, recuerda con humor. Su historia es tan extraordinaria que marcó un antes y un después en la salud pública del Chaco, su provincia y en el Hospital Parrando donde fue atendida. Fue el primer caso de colocación de un cardiodesfibrilador implantable en un hospital local, un dispositivo que actúa automáticamente ante un paro cardíaco. “Si yo no estaba sentada en un auto, no estaría hoy acá. Fue un milagro”, afirma.

De paciente a activista

Carolina vive con un cardiodesfibrilador bajo la piel. “Es como un marcapasos, pero más grande. Si tengo una arritmia maligna, descarga y me salva”, explica. Lleva una vida con cuidados y medicación permanente, pero también con humor: “Yo digo que tengo una inteligencia artificial adentro. Ya estaba antes que todos”.

Lejos de victimizarse, encontró en su historia un motor de acción. Hoy impulsa la adhesión provincial a la Ley Nacional 27.159 de Prevención de Muerte Súbita, sancionada en 2015. El objetivo es claro: garantizar la presencia de desfibriladores externos automáticos (DEA) en espacios públicos y la capacitación en reanimación cardiopulmonar (RCP).

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“En Argentina hay unas 40 mil muertes súbitas al año. Es una cada quince minutos. Y la mitad podrían evitarse con protocolos y dispositivos adecuados”, advierte. Desde su experiencia, insiste: “Estamos pidiendo que se trate la adhesión a la ley en la provincia. No cuesta un presupuesto enorme, cuesta una vida”.

Octubre rosa y el poder de hablar

Además de su militancia por la salud cardiovascular, Carolina es una voz activa del movimiento de concientización sobre el cáncer de mama. “Soy una Amazona desde 2019”, dice con orgullo en referencia a la organización que promueve tres pilares: acompañamiento a mujeres que transitan la enfermedad, promoción de la detección temprana del cáncer de mama, y el remo como actividad terapéutica. “Hablamos de detección precoz, de romper el miedo, de no llegar tarde. Antes, cuando yo fui con un bultito, ya era tarde”, comentó.

Su historia personal se enlaza con un mensaje colectivo: la importancia de la prevención, tanto en el cáncer como en las enfermedades cardíacas: “El cáncer es cotidiano, la muerte súbita también. Pero si se habla, si se informa, se puede salvar una vida. La mía la salvó el sistema de salud, y por eso siempre estoy agradecida”.

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Con humor, amor y propósito

En medio de tanto dolor, Carolina aprendió a reírse de sí misma: “Tengo humor negro. Le digo a una amiga que tiene una situación similar a la mía: ‘¿Cuándo vamos a dominar el mundo?’”. Hoy disfruta de su familia —sus dos hijas, un nieto y un esposo ingeniero electricista (“solo él podía reconectarme”, afirma)— y sigue dando charlas y acompañando a otros pacientes.

“Después de todo lo que pasé, aprendí que hay que tener un propósito. Yo lo encontré en ayudar. Hay que salvar vidas, y eso se logra con información, con prevención y con leyes que acompañen”, resume.

Carolina Monzón no solo sobrevivió a la muerte súbita: la desafió, la comprendió y la transformó en causa. Su historia es la prueba viva de que la resiliencia también puede tener un latido propio.